jueves, 11 de febrero de 2010

EL BUEN SAMARITANO


1.Lecciones de amor y humildad a aprender

(1 Corintios 13: 4-8) “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.”

¿Quién es mi prójimo?

(Lucas 10: 25-37) “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

(Lucas 10: 29) “Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?”

Como vimos, esa fue la pregunta de ese fariseo, que encerraba en sí misma una evasiva; un escapismo, un no querer de veras confrontar la verdad. Ese fariseo – como todos sus correligionarios – estaba demasiado ocupado en sí mismo. A eso se le llama egocentrismo.

Dicen que lo contrario del amor es el odio. Lo es, es cierto, pero el polo opuesto al amor, realmente es el egoísmo.

El amor es la antítesis del egoísmo. El amor es dar y darse. El egoísmo sólo se preocupa de sí; de tener y recibir.

Ese intérprete de la ley sólo era consciente y consecuente de sí para sí. Esa es una de las manifestaciones del religioso.

“Pero él, queriendo justificarse a sí mismo...”: Si no había un prójimo realmente, entonces no se le podría amar como a uno mismo, y si el prójimo era otro como él, entonces se podía sentir muy cómodo en el cumplimiento de ese mandamiento.

De ese modo actuaban los publicanos, a los cuales ellos los fariseos criticaban tanto. En ese sentido el mismo Señor lo dejó bien claro:

(Mateo 5: 46) “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?”

A continuación el Señor, en su paciencia y mansedumbre, le responderá a ese fariseo como se merecía, es decir, no dándole un sin fin de explicaciones y argumentos teológicos – que de seguro caerían en saco roto, dada la soberbia de ese hombre – sino con una pequeña narración, con una pregunta final, que respondería el fariseo a modo de moraleja final que él mismo daría, casi y sin darse cuenta.

2.La parábola del buen samaritano

(Leer Lucas 10: 25-37)

Existía un odio profundo entre judíos y samaritanos. Los judíos se veían como descendientes puros de Abraham, mientras que los samaritanos estaban mezclados; eran descendientes de judíos que en su día se mezclaron con gentes de otros pueblos después del exilio de Israel.

La parábola del buen samaritano, resume y sintetiza el sentido y entendimiento del amor práctico y real hacia los demás. Ese amor es expresado por un hombre, el samaritano - que es odiado por los judíos, y viceversa - pero que movido a misericordia, ayuda a un judío.

En relación a esto, tenemos un ejemplo muy gráfico en Jesús, quien como judío que era, fue interpelado por aquella mujer samaritana a causa de que judíos y samaritanos ni siquiera se hablaban entre sí:

(Juan 4: 9) “La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.”

Por lo tanto, vemos aquí que el amor va contra “natura”; no sigue la corriente del caudaloso río egoísta de este mundo.

Veremos en esta corta narración una serie de diferentes actitudes de los diferentes personajes en relación a un hombre asaltado y herido:

  • Para el fariseo, intérprete de la ley (experto en la ley), el hombre herido era un asunto a discutir.

  • Para los asaltantes, el herido era alguien a quien podían robar y despojar.
  • Para los dos religiosos – tanto el sacerdote, como el levita – el herido era un problema que querían evitar.

  • Para el mesonero, el herido era un cliente a quien servir por dinero.
  • Para el samaritano, el herido era un ser humano valioso al que había que cuidar y amar.
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3. Descendiendo de Jerusalén a Jericó

( 30) “Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.”:

Este era un descenso abrupto, truculento y peligroso de unos mil metros a lo largo de 27 Km. Ese camino se le conocía como muy arriesgado de acometer, por estar siempre infestado de ladrones y asaltantes.

Ese hombre, presumiblemente era un judío que de Jerusalén iba a Jericó, una ciudad que aunque cerca de Jerusalén, pertenecía a la región de Samaria.

Fue asaltado por ladrones, cosa bastante frecuente en esos tiempos, aprovechándose de la soledad del paraje. No dice que ese hombre siquiera se defendió, sencillamente le mal hirieron, robándole, y abandonándole tirado allí mismo.

El sacerdote

“31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo”:

Ese era un religioso reconocido de la época. Los sacerdotes conforme al A.T. – también en la época de Jesús - estaban constituidos por una jerarquía encabezada por el sumo sacerdote. Inmediatamente por debajo del sumo sacerdote se encontraba el sacerdote (2 Reyes 25: 18).

Muchas de las clases sacerdotales – que eran 24, instituidas por David – tenían residencia en Jericó y, en con secuencia, recorrían a menudo el camino de Jericó a Jerusalén para ministrar en el templo.

Tenían tres deberes esenciales que cumplir:

  • El servicio en el santuario.
  • La enseñanza de la Ley al pueblo.
  • Consultar a Jehová por el pueblo.

Por lo tanto eran mediadores entre Dios y Su pueblo.

Ahí tenemos el pésimo ejemplo de un hombre que se suponía encargado de parte de Dios para tener compasión y amor hacia los demás, haciendo todo lo contrario a su llamamiento y oficio.

El levita
“32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.”:

Los levitas provenían de la tribu de Leví, pero no eran descendientes de Aarón, que también lo era. Los levitas ayudaban a los sacerdotes en las labores del templo.

Los dos religiosos vieron al herido, usando de la imaginación, posiblemente uno de los judíos que habría estado en el templo adorando el día anterior, y los dos religiosos ministrando el altar, y decimos, viéndolo, hicieron como que no lo habían visto – pero a Dios nada se le escapa.

Posiblemente, los dos religiosos tenían prisa en llegar a casa porque estaban cansados de ministrar en el templo y querían descansar; cosa muy legítima.

A veces el momento en el que demostrar amor real, es el más inconveniente e inoportuno, pero es cuando hay que hacerlo.

Ese judío herido, necesitaba en ese momento ayuda práctica, que cada uno de ellos pudiera haberle brindado, pero se la negaron, porque no estaba en sus prioridades el hacerlo.

A veces nuestras prioridades personales no van de acuerdo con la llamada a actuar en amor.

El samaritano
33 “Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia”:

En primer lugar, Jesús no quiere decirnos aquí que todos los sacerdotes y levitas eran malos y que todos los samaritanos eran buenos. Jesús nos da aquí un ejemplo especial para entender una verdad importante, y es esta:

“De quien menos se podía esperar – de un extranjero samaritano – llegó la ayuda para un judío”

No era usual que un samaritano anduviera por ese camino, porque se arriesgaba, no sólo a ser atacado por ladrones, sino también a ser tratado con hostilidad por parte de otros viajeros, presumiblemente judíos.

El samaritano también iba por el mismo camino, también vio al herido, pero a diferencia de los otros dos, éste se conmovió y actuó en consecuencia. Además, actuó no sólo conforme a su bondadoso sentimiento, sino conforme a la Palabra de Dios:

(Proverbios 25: 21) “Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan,
y si tuviere sed, dale de beber agua”

Cosa que no sólo ese sacerdote y el levita habían olvidado, sino también el fariseo que tenía a Jesús delante.

Los cuidados del samaritano
34 “y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.”:

El judío herido, nada podía hacer por sí mismo, se encontraba a la merced de cualquiera, y en este caso, a merced de un enconado enemigo: un samaritano.

Pero lejos de mostrarse hostil, el samaritano obró como un cristiano debiera obrar; hizo todo lo que estaba en su mano hacer:

“Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6: 10)

Es probable que la mayoría de viajeros llevaran aceite y vino en pequeñas cantidades, como especie de primeros auxilios – como hoy en día cuando salimos de viaje llevamos un botiquín- El vino era antiséptico y el aceite ayudaba a mitigar y sanar heridas.

No sólo el samaritano le hizo los primeros auxilios, sino que después de haber vendado sus heridas, lo montó en su propia cabalgadura (y por tanto él fue a pie), y lo llevó al hospital (en este caso a un mesón), cuidando de él.

Para el samaritano, que seguramente iba también con ganas de llegar a su casa, en Jericó, optó en seguir la senda del amor sacrificial, antes que su propia apetencia.

El samaritano hizo la obra completa
35 “Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.”:

El día en que ya debía partir, el samaritano pagó con anticipación al mesonero, porque le dio dos denarios, posiblemente mucho más de lo que iba ser el costo real. No obstante, estaba dispuesto a pagar más si era necesario

Dos denarios era el salario de dos días de trabajo.

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4. La pregunta de obvia respuesta, hecha a la persona correcta

36 “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”:

Jesús invirtió la pregunta original del intérprete de la ley, y esa pregunta es fulminante. De un tajo corta con toda conjetura, actuación justificativa, o cuento. Era obvia la respuesta, y esa respuesta la dio el mismo que hizo aquella insulsa y escapista pregunta, “¿quién es mi prójimo?”

Como digo, lo bueno del caso es que él mismo, el fariseo, se respondió. Esa es la sabiduría de Jesús, un joven despreciado por aquellos fariseos que se creían sabios en sí mismos.

La lección de Jesús fue magistral. En un momento le llevó a un punto en el cual el mismo fariseo se respondió:

37 “Él dijo: El que usó de misericordia con él.”

Nótese que ese fariseo – como todos ellos que se creían buenos en sí mismos – ni siquiera pronunció la palabra samaritano.

Su actitud de experto, traicionó su falta de amor.

“...Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.”:

El fariseo había aprendido por fin que el prójimo es cualquier ser humano, y el bien hay que hacerlo en especial con aquellos que padecen de alguna necesidad y está en nuestra mano el ayudarles.//

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