Al menos 265 pacientes abandonados en hospitales de Lima anhelan la visita de familiares
- Lima, mar. 20 (ANDINA). Cuando ingresaron a los principales hospitales de la capital dieron todo de sí para superar o detener el avance de su enfermedad sin imaginar que al sobreponerse de esta difícil situación sería otro el problema que tendrían que enfrentar: El abandono familiar.
La mayoría se encuentra en el hospital nacional Víctor Larco Herrera
Solo en Lima existen al menos 265 pacientes de diferentes edades y diagnósticos en esta situación. Sus historias tienen en común la indiferencia de familiares o amigos que un día los llevaron al hospital y nunca más regresaron a verlos.
La mayoría de pacientes abandonados se encuentra en el hospital Víctor Larco Herrera, de Magdalena, en donde algunos viven desde los seis años de edad recibiendo, además de las terapias, alimentos y medicinas, el abrazo fraterno de los médicos y enfermeras.
“Fueron dejándolos hasta hace 20 años. Hoy tenemos unos 250 pacientes abandonados en siete pabellones, distribuidos de acuerdo con su edad, género y enfermedad. Ellos representan el 40 por ciento de toda la población que atendemos”, señaló el director de este nosocomio, Edgar Miraval Rojas, a la Agencia de Noticias Andina.
Detalló que estos pacientes fueron diagnosticados con esquizofrenia crónica, trastornos orgánicos cerebrales, retardo mental severo y trastornos afectivos crónicos, luego de ingresar al Larco Herrera en la transición entre la niñez y la adolescencia.
Pese a que los médicos hacen lo posible para brindarles una óptima calidad de vida, la depresión y la angustia de verse abandonados por quienes se supone más debieron protegerlos, los debilita y consume, como a los 40 adultos mayores albergados en el pabellón número dos.
“Había mucho temor y se creía que ellos no tenían cura, pero ahora se ha demostrado que con el tratamiento pueden mejorar o frenar el deterioro de sus habilidades mentales. Y como los medicamentos son caros, también los dejaron aquí para no correr con los gastos”, cuenta el director del Larco Herrera.
El avance de la medicina permitió que 50 de los pacientes mencionados puedan superar sus padecimientos para regresar al seno de su hogar; sin embargo, por increíble que parezca, los familiares de 30 de ellos, localizados por trabajadores del hospital, no desean acogerlos.
“Miguel Grau” abandonado
Su garbo y espontaneidad se roban las miradas del público en cada desfile cívico que organiza este nosocomio en Fiestas Patrias. Los aplausos lo alimentan y le dan vida: Es el paciente que cada mes de julio se disfraza de Miguel Grau para liderar el batallón del Larco Herrera.
Si bien su sonrisa amigable dice mucho de las ganas que tiene de rehacer su vida luego de estar internado 15 años a causa de una esquizofrenia paranoide de la que ya se estabilizó, él sabe que su único familiar residente en Perú lo desprecia.
“Él nació en este país pero su familia es de Europa. Hoy debe tener 40 años. Su hermana vive en Trujillo pero no quiere acogerlo alegando que sus padres fallecieron y ella no tiene por qué hacerse cargo de él”, lamenta Miraval Rojas, al recordar que ésta es solo una de las historias de pacientes abandonados.
Hoy, sin embargo, esta situación ha cambiado. Miraval señala que el 90 por ciento de enfermos que ingresan al Larco Herrera salen del internado en dos o tres meses, y se reinsertan en la sociedad estudiando o trabajando.
Durante su estadía en este nosocomio, participan en el diseño de periódicos murales y en talleres de dibujo y pintura, bordado, carpintería, costura, biohuerto y crianza de conejos. “Es bien bonito, cuando salen tienen como trabajar con lo aprendido”, añade.
Hospital Dos de Mayo
Desde que su hermano falleció, Luisa Angulo consagró su vida al cuidado de su sobrino brindándole la mejor educación hasta que éste se graduara como abogado. No contrajo matrimonio ni tuvo hijos.
Hoy, postrada en una cama del hospital Dos de Mayo, pide que su familiar lo visite al menos una vez a la semana.
La historia de esta mujer de 86 años, quien ingresó a este hospital con una fractura en el cuello femoral izquierdo el 25 de diciembre de 2010, es una de las 13 que se cuentan en las salas de internamiento Julián Arce, Virgen del Carmen, San Pedro y San Andrés.
“Cuando se hizo la visita domiciliaria nos enteramos que la vivienda del sobrino fue alquilada. Ubicamos la nueva residencia y el familiar la tuvo por unos días hasta que los vecinos llamaron a policías alertando que la tenían descuidada”, comenta Alicia Torrejón, jefa del departamento de Servicio Social del Dos de Mayo.
Luisa, con lágrimas en los ojos, recuerda que el hijo menor de su sobrino fue el único que se mostró contento cuando la vio de regreso. Ella no pide grandes atenciones, solo desea que la visiten una vez a la semana.
Otro paciente con una historia similar es Pedro Pulido (70). Ingresó por esclerosis en ambas rodillas el 21 de agosto de 2010 y recibió el alta en pocos días; sin embargo, no pasaron muchas horas para que lo encuentren abandonado en el servicio de Emergencias el mismo día que su familia lo recogiera.
“Parece que sus hijos tienen un resentimiento con él por la repartición de su herencia”, lamenta Torrejón, en entrevista a Andina, al señalar que la mayoría de pacientes abandonados son adultos mayores que tienen familiares en Lima y fallecen por depresión.
Como Luisa y Pedro, Edinson Cano (28), de Satipo, y Feliciano Calcín (55), piden que sus familiares se acerquen al hospital Dos de Mayo para visitarlos. El primero ingresó el 9 de febrero pasado por herida con arma blanca; y el segundo, es un invidente que sufrió un accidente de tránsito y refiere tener familia en Villa El Salvador.
“Es increíble. Los traen y dan direcciones falsas. Igual ubicamos a algunos familiares con unos pocos indicios. Es como una novela (se conmueve), llegamos a la vivienda luego de preguntar casa por casa y no quieren hacerse cargo del paciente”, narra Torrejón.
Agrega que la mayoría de los pacientes abandonados no pueden ser trasladados a albergues porque no cumplen algunos requisitos como valerse por sí mismos o contar con la garantía de una visita familiar.
En Arzobispo Loayza y San Bartolomé
Los hospitales nacionales Arzobispo Loayza y San Bartolomé también albergan, cada uno, a un paciente en estado de abandono procedente de Lima y Nuevo Cajamarquilla, del departamento de San Martín, respectivamente.
En el primer caso, se trata de un varón soltero de 63 años de edad que ingresó por emergencia al nosocomio señalado, en diciembre de 2010, con glaucoma (enfermedad en los ojos) y los miembros inferiores amputados.
“Se encuentra indocumentado y refiere que no tiene familia. Ingresó al establecimiento con un vecino. Se han realizado las averiguaciones pero hasta el momento no hemos encontrado alguna pista”, comentó Susana Campos, jefa del departamento de Servicio Social del hospital Loayza.
Agregó que en estos momentos se encuentran esperando la respuesta de la Beneficencia Pública al pedido realizado para que acojan a este adulto mayor.
En el segundo caso, se trata de un menor de un año y tres meses que ingresó al hospital docente Madre-Niño San Bartolomé, el 8 de octubre de 2009, por una atresia de coanas, es decir, por la falta de abertura en un tramo del conducto nasal.
Se encuentra hospitalizado en la cama 216 del Servicio de Cirugía Pediátrica desde que fuera trasladado del Hospital Rural Nuevo Cajamarca, de San Martín. Sus padres han sido identificados como Abner Vásquez y Pilar Flores.
Los institutos de Salud del Niño y Materno Perinatal informaron no tener a pacientes en estado de abandono por el momento; sin embargo, señalaron que eventualmente se presentan casos de menores que luego son derivados a albergues del Instituto Nacional de Bienestar Familiar (Inabif).
Soporte familiar es fundamental
Contar con el soporte familiar es fundamental para culminar con éxito cualquier tratamiento médico y evitar las recaídas que pudieran ocasionarse por la angustia que implica estar hospitalizado.
Si bien los hospitales nacionales gastan recursos en atender adecuadamente a los pacientes abandonados, la asistenta social del Dos de Mayo, Alicia Torrejón, considera que el acompañamiento de un familiar puede generar “milagros” en la recuperación de un enfermo.
“Hemos visto casos impresionantes de personas que ingresan muy mal, pero comparten el dolor con su familia y se recuperan. Nosotros los abrazamos, pero eso no los llena, quieren reencontrarse con sus seres queridos”, señala.
El director de Larco Herrera, Jesús Miraval, coincide con ella al afirmar que la participación de los padres en la recuperación de los pacientes es fundamental durante el internado y el tiempo que dure el tratamiento por consulta externa.
Y aunque muchos ahora prefieran el calor humano que reciben de los médicos entre salas de espera y pasillos de hospital, su corazón grita el deseo de reencontrarse con los seres que les dieron la vida o a quienes ellos se la dieron.
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