martes, 21 de diciembre de 2010

UN GUIÑO DE DIOS

Hoy salí a hacer algunas cosas pendientes y, como de costumbre, mientras caminaba pensaba, miraba la gente, las caras; hasta las cosas más tontas y sus detalles me llamaban la atención.
Me metí en un ciber y revisé mi correo: mil mensajes que no me interesaban, algunos  que siempre me interesan, en fin, como siempre.
Entonces extrañé. Extrañé una tarjeta, un mensaje de texto de alguien diciéndome TE AMO. En definitiva, me di cuenta que extrañaba el AMOR. Pero no el amor que he conocido, sino el Amor que espero,que nunca conocí y me sentí sola y extraña.
Cuando salí no tenía ganas de tomar el colectivo, estaba desanimada, con la autoestima por el piso, con el corazón roto por un amor tan viejo como el tiempo...

Pensaba en él, en ese conocido tan desconocido que, por el solo hecho de nombrarlo, hace que me lata el corazón a mil. Y me pregunto porqué las cosas más simples se nos hacen tan complejas, porqué las retorcemos tanto...

Los dos estamos solos, los dos lamentamos estar solos y, a la vez, se nos hace un cuesta arriba estar con alguien.

Se que tal vez le he puesto al Amor su rostro, que en una de ésas no es para mí. Así como se que para él soy una conocida más.

Y maldigo las formas y mi timidez por no animarme a invitarlo a tomar un café, por no arriesgarme y quedar como una tonta..

Recuerdo una frase del libro "El amor en los tiempos del cólera", de G. G. Márquez, una frase tan sabia que dice: SOLO LOS VALIENTES ENTRARÁN EN EL REINO DEL AMOR.

Los valientes que saltan vallas, que se exponen a quedar como tontos, los que se arriesgan a todo aunque les vaya el alma en ello. No importa el final, no importa si concretan. Importa que lo intentaron, que no pueden decir que se quedaron con la duda de si hubiera sido o no...

Entonces pasó algo, algo pequeñito, algo que, tal vez para muchos, sea intrascendente.

Estaba, como dije, con el ánimo por el piso, y tomé un taxi. Pensaba en todo ésto, sentada mirando por la ventanilla cuando el taxista, un chico joven, me dice:

- Disculpá, pero tu no tienés que estar acá

- Me hablás a mí?- le pregunté, porque siempre están con la radio y pensé que hablaba con el operador.

- Sí, sí, a  ti  te digo- me contestó sonriendo- No es hoy el día del megadesfile en el Hyatt? Vos ya tendrías que estar en la pasarela y no acá...

Lo dijo con altura, con respeto. Era un cumplido hermoso que destilaba fineza y no chabacanería.

Entonces sonreí y luego ya solté la risa, fue inevitable.

- Gracias - le dije - Te agradezco esa frase tan bonita, me hace muy bien escucharla justo hoy cuando me hace falta una palmada en la autoestima.

Sentí que lo que me había dicho era como un guiño que me hacía Dios para que no me sintiera un fantasma, para que no cerrara ese día tristemente.

Ojalá algún día "él" lea este post, se vuelva hacia mí sonriendo y por todo comentario me bese. Ojalá..

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