Fabiola Czubaj
Existe desde hace siglos, pero dejó de ser considerada un vicio para ser reconocida como una enfermedad hace apenas 18 años: es la adicción al juego, que llega a su mayoría de edad convertida en una gran amenaza para el universo femenino.
Cada vez son más las mujeres que, frente a las máquinas tragamonedas o los cartones del bingo, esperan sin límite de tiempo ni de dinero ese golpe de suerte que les cambie la vida.
"La adicción al juego sigue siendo un problema, principalmente, de los hombres, pero las nuevas investigaciones ya muestran que está creciendo la ludopatía en las mujeres. También sabemos que el tipo de juego es distinto: los hombres prefieren los caballos, los deportes y la ruleta, mientras que la mayoría de las mujeres eligen los slots o el bingo. Por eso se puede hablar de un juego femenino y uno masculino", explicó a LA NACION el licenciado Mauro Croce, especialista en adicciones de los Servicios Nacionales de Salud, de Italia.
Al jugador de ruleta, por ejemplo, le gusta el desafío, busca la adrenalina y es más narcisista. En cambio, la elección de las máquinas está más asociada con la depresión, la ansiedad y la necesidad de llenar un vacío.
Los expertos consultados coincidieron en atribuir esta feminización a una mayor oferta de salas y de juegos de pequeñas apuestas, además de la necesidad de una salvación económica, pero también social. Ludópatas en recuperación relatan que en el bingo se podían reunir durante el día con otras mujeres para jugar.
Según las consultas al 0-800 del Departamento de Ludopatía del Instituto de Juegos de Apuestas porteño, mientras que en 2008 las primeras causas del juego compulsivo eran la soledad, las pérdidas afectivas y los problemas económicos y familiares, el año pasado fueron la curiosidad, la soledad y los problemas económicos y familiares, pero con un aumento de casi tres veces de la desesperanza. Mientras que el anteaño se derivó al 45% a tratamiento, el año pasado la cantidad creció al 70 por ciento.
"En el país, se ve un desplazamiento del juego compulsivo masculino al femenino, sobre todo en las mayores de 50 años. La mujer siempre jugó un poco, pero antes lo hacía a algún número de la quiniela y con los pocos pesos de algún vuelto. Hoy, la enorme mayoría opta por las tragamonedas", indicó el doctor Hugo Marietan, médico psiquiatra y docente de la UBA.
El especialista explicó también que, en general, la mujer se vuelve adicta con más facilidad que el hombre, pero con más intensidad y fanatismo.
Hace cinco años, una mujer de 56 llegó a su consultorio con una historia que su familia ignoraba, como sucede en buena parte de las familias de los jugadores compulsivos.
"Parecía que era la que soportaba bastante bien todo en la casa: un esposo muy nervioso, pero muy trabajador; una hija con trastornos psiquiátricos y un hijo también con problemas -recordó Marietan-. En realidad, iba todas las tardes al bingo y gastaba su sueldo y la pensión de su madre, hasta que no le alcanzó y fue al trabajo de su esposo y le pidió al jefe que le prestara dinero sin decirle nada a su esposo porque él no se animaba a decirle que tenían problemas económicos. Le pidió también que se lo descontara del sueldo del marido en pequeños montos."
Finalmente, a los pocos meses, el jefe notó que algo no andaba bien con ella y habló con el marido. Ella admitió sólo entonces que jugaba desde hacía siete años. Cuando la familia le preguntó por qué lo había hecho, ella recurrió a la respuesta que, según los especialistas consultados, dan todos los ludópatas: "Pensaba que iba a ganar y a recuperar el dinero".
Ese "pensamiento mágico", como lo definió la psicóloga Débora Blanca, es lo que diferencia la ludopatía del resto de las adicciones. "El adicto al juego vuelve al casino a pesar de perder o ganar porque cree que esa vez va a tener suerte y podrá recuperar lo que perdió. Todo esto tiene que ver con creencias mágicas, además de todos los rituales que tiene, como la cábala de usar los mismos zapatos -dijo la especialista, directora del Centro de Investigación y Tratamiento de la Adicción al Juego Entrelazar-. Cuando el jugador se va del casino es porque perdió todo. Aunque se haga pis, tenga hambre o se sienta mal, sigue jugando porque cree que si se va de la máquina, otro puede ganar el fruto de su esfuerzo."
Sin tiempo ni dinero
A diferencia del jugador social, el ludópata no juega por placer; no suele ir acompañado; pierde toda noción del tiempo mientras juega y, si hace algún cálculo de cuánto va a gastar, nunca lo cumple y recurre a cualquier estrategia para conseguir más dinero. Los pacientes suelen decir que la adrenalina que les produce jugar no la sienten con ninguna otra actividad. Pero eso, para Blanca, está más asociado con "una descarga que le produce alivio" que con el placer.
"Los ludópatas dicen que no tienen un problema con el juego, que pueden parar cuando quieran. Pero también dicen siempre que mañana van a ganar, que solamente es un problema de mala suerte y prometen parar cuando recuperen el dinero que perdieron", indicó Croce, que participó del I Encuentro Interinstitucional sobre Ludopatía y Abordajes Terapéuticos, organizado por la Facultad de Psicología de la UBA, Entrelazar y el Centro de Asistencia, Capacitación e Investigación en las Socioadicciones.
Esa aparente falta de conciencia del problema es, para Croce, porque esta adicción carece de una representación social como la adicción a las drogas o el alcohol. "No es visible socialmente; sólo afecta a la familia en la que ocurre y la realidad demuestra que eso sucede entre los de menos recursos, que esperan que el juego les cambie la vida", dijo.
Blanca estimó, según estudios publicados, que alrededor del 40% de los ludópatas tiene una predisposición a jugar compulsivamente y aclaró que la proliferación de las salas de juego "favorece la aparición de la enfermedad, pero que no la determina".
Factores como los antecedentes familiares de alguna adicción o un comportamiento compulsivo, pero también la necesidad, la falta de inquietudes y de opciones para el entretenimiento, además de una cultura que se afianza: "¿Hasta qué punto tiene sentido esforzarse, estudiar, trabajar y seguir adelante a pesar de los obstáculos?", planteó la psicóloga.
Existe desde hace siglos, pero dejó de ser considerada un vicio para ser reconocida como una enfermedad hace apenas 18 años: es la adicción al juego, que llega a su mayoría de edad convertida en una gran amenaza para el universo femenino.
Cada vez son más las mujeres que, frente a las máquinas tragamonedas o los cartones del bingo, esperan sin límite de tiempo ni de dinero ese golpe de suerte que les cambie la vida.
"La adicción al juego sigue siendo un problema, principalmente, de los hombres, pero las nuevas investigaciones ya muestran que está creciendo la ludopatía en las mujeres. También sabemos que el tipo de juego es distinto: los hombres prefieren los caballos, los deportes y la ruleta, mientras que la mayoría de las mujeres eligen los slots o el bingo. Por eso se puede hablar de un juego femenino y uno masculino", explicó a LA NACION el licenciado Mauro Croce, especialista en adicciones de los Servicios Nacionales de Salud, de Italia.
Al jugador de ruleta, por ejemplo, le gusta el desafío, busca la adrenalina y es más narcisista. En cambio, la elección de las máquinas está más asociada con la depresión, la ansiedad y la necesidad de llenar un vacío.
Los expertos consultados coincidieron en atribuir esta feminización a una mayor oferta de salas y de juegos de pequeñas apuestas, además de la necesidad de una salvación económica, pero también social. Ludópatas en recuperación relatan que en el bingo se podían reunir durante el día con otras mujeres para jugar.
Según las consultas al 0-800 del Departamento de Ludopatía del Instituto de Juegos de Apuestas porteño, mientras que en 2008 las primeras causas del juego compulsivo eran la soledad, las pérdidas afectivas y los problemas económicos y familiares, el año pasado fueron la curiosidad, la soledad y los problemas económicos y familiares, pero con un aumento de casi tres veces de la desesperanza. Mientras que el anteaño se derivó al 45% a tratamiento, el año pasado la cantidad creció al 70 por ciento.
"En el país, se ve un desplazamiento del juego compulsivo masculino al femenino, sobre todo en las mayores de 50 años. La mujer siempre jugó un poco, pero antes lo hacía a algún número de la quiniela y con los pocos pesos de algún vuelto. Hoy, la enorme mayoría opta por las tragamonedas", indicó el doctor Hugo Marietan, médico psiquiatra y docente de la UBA.
El especialista explicó también que, en general, la mujer se vuelve adicta con más facilidad que el hombre, pero con más intensidad y fanatismo.
Hace cinco años, una mujer de 56 llegó a su consultorio con una historia que su familia ignoraba, como sucede en buena parte de las familias de los jugadores compulsivos.
"Parecía que era la que soportaba bastante bien todo en la casa: un esposo muy nervioso, pero muy trabajador; una hija con trastornos psiquiátricos y un hijo también con problemas -recordó Marietan-. En realidad, iba todas las tardes al bingo y gastaba su sueldo y la pensión de su madre, hasta que no le alcanzó y fue al trabajo de su esposo y le pidió al jefe que le prestara dinero sin decirle nada a su esposo porque él no se animaba a decirle que tenían problemas económicos. Le pidió también que se lo descontara del sueldo del marido en pequeños montos."
Finalmente, a los pocos meses, el jefe notó que algo no andaba bien con ella y habló con el marido. Ella admitió sólo entonces que jugaba desde hacía siete años. Cuando la familia le preguntó por qué lo había hecho, ella recurrió a la respuesta que, según los especialistas consultados, dan todos los ludópatas: "Pensaba que iba a ganar y a recuperar el dinero".
Ese "pensamiento mágico", como lo definió la psicóloga Débora Blanca, es lo que diferencia la ludopatía del resto de las adicciones. "El adicto al juego vuelve al casino a pesar de perder o ganar porque cree que esa vez va a tener suerte y podrá recuperar lo que perdió. Todo esto tiene que ver con creencias mágicas, además de todos los rituales que tiene, como la cábala de usar los mismos zapatos -dijo la especialista, directora del Centro de Investigación y Tratamiento de la Adicción al Juego Entrelazar-. Cuando el jugador se va del casino es porque perdió todo. Aunque se haga pis, tenga hambre o se sienta mal, sigue jugando porque cree que si se va de la máquina, otro puede ganar el fruto de su esfuerzo."
Sin tiempo ni dinero
A diferencia del jugador social, el ludópata no juega por placer; no suele ir acompañado; pierde toda noción del tiempo mientras juega y, si hace algún cálculo de cuánto va a gastar, nunca lo cumple y recurre a cualquier estrategia para conseguir más dinero. Los pacientes suelen decir que la adrenalina que les produce jugar no la sienten con ninguna otra actividad. Pero eso, para Blanca, está más asociado con "una descarga que le produce alivio" que con el placer.
"Los ludópatas dicen que no tienen un problema con el juego, que pueden parar cuando quieran. Pero también dicen siempre que mañana van a ganar, que solamente es un problema de mala suerte y prometen parar cuando recuperen el dinero que perdieron", indicó Croce, que participó del I Encuentro Interinstitucional sobre Ludopatía y Abordajes Terapéuticos, organizado por la Facultad de Psicología de la UBA, Entrelazar y el Centro de Asistencia, Capacitación e Investigación en las Socioadicciones.
Esa aparente falta de conciencia del problema es, para Croce, porque esta adicción carece de una representación social como la adicción a las drogas o el alcohol. "No es visible socialmente; sólo afecta a la familia en la que ocurre y la realidad demuestra que eso sucede entre los de menos recursos, que esperan que el juego les cambie la vida", dijo.
Blanca estimó, según estudios publicados, que alrededor del 40% de los ludópatas tiene una predisposición a jugar compulsivamente y aclaró que la proliferación de las salas de juego "favorece la aparición de la enfermedad, pero que no la determina".
Factores como los antecedentes familiares de alguna adicción o un comportamiento compulsivo, pero también la necesidad, la falta de inquietudes y de opciones para el entretenimiento, además de una cultura que se afianza: "¿Hasta qué punto tiene sentido esforzarse, estudiar, trabajar y seguir adelante a pesar de los obstáculos?", planteó la psicóloga.
Autotest: cómo darse cuenta si su relación con el juego es adictiva
¿Cómo darse cuenta si la relación con el juego se está tornando adictiva?
1. ¿Siente con el juego una pasión única, que ninguna otra actividad le produce?
2. ¿Se siente "enamorado" de la ruleta, de algunos números o de una máquina tragamonedas?
3. ¿Tuvo pérdidas importantes en su vida, duelos, fracasos amorosos, etc. poco antes de comenzar a jugar adictivamente?
4. ¿Siente que el juego lo puede salvar?
5. ¿Hay o hubo algún jugador en su familia?
6. ¿Cree fuertemente en el destino, en el azar, en salvaciones mágicas?
7. Cuando se va a dormir, ¿piensa en las jugadas, los números, las posibles ganancias?
8. ¿Sueña con la ruleta, su sonido, los números?
9. ¿Piensa mucho en el dinero?
10. ¿Ha apostado mucho más de lo que se propuso al entrar a jugar?
11. ¿Habitualmente se retira recién cuando pierde todo (o mucho)?
12. ¿Siente culpa al salir del Casino? ¿Se arrepiente?
13. ¿Ha tomado "prestado" dinero de otro con la expectativa de devolverlo cuando gane?
14. Mientras está jugando, ¿pierde la noción del tiempo, creyendo que pasaron menos horas de las que realmente pasaron?
15. Al entrar al Casino o Bingo, ¿tiene una sensación particular, como de ingresar en otro mundo? 16. ¿Siente que en la sala de juego quedan suspendidas sus preocupaciones, sus problemas?
17. ¿Se propuso varias veces no volver a jugar, o jugar menos (tiempo, dinero) y no lo ha podido cumplir?
18. ¿Puede reconocer la disminución de su interés por personas o actividades que antes le interesaban mucho?
19. ¿Se está aislando, sintiendo que los demás no lo comprenden?
20. ¿Sufre cambios de ánimo oscilando, por ejemplo, entre la euforia y la tristeza?
21. ¿Siente que está perdiendo la noción del dinero, no comprando cosas importantes para ud. y su familia?
22. ¿Se avergüenza por lo que le sucede?
23. ¿Tiene la certeza de que puede, siendo jugador compulsivo, recuperar el dinero perdido a través del juego?
24. ¿Comenzó a sentirse interesado por el juego luego de momentos de pérdidas de distinto tipo (no sólo económicas), como lo fue el Corralito de 2001?
Fuente: Centro Entrelazar
Tardes de bingo y slots en Buenos Aires
La sexagenaria mujer lleva más de una hora frente a uno de los cientos de slots (máquinas tragamonedas) del Hipódromo Argentino de Palermo. Cartera aferrada bajo el brazo izquierdo, aprieta de manera compulsiva, con la mano derecha, el botón rectangular y verde a ver si la suerte la acompaña. Su crédito se consume casi por completo a las 15.30 y le queda el último tiro. La mujer suspira, mira la pantalla, la acaricia, la besa y le susurra: "Dame suerte".
Esta historia se repite centenares de veces cada día, en los casinos, bingos y otros lugares de juego habilitados en la ciudad de Buenos Aires y en el resto del país. En todos ellos, las mujeres representan cerca del 70% del total de la concurrencia.
LA NACION recorrió un día de semana, en horario laboral, diferentes lugares de juego porteño. El Casino Buenos Aires recibe a los visitantes en la zona sur del selecto barrio porteño de Puerto Madero. Luego de un hall imponente, aquellos que van a poner a prueba su suerte en el juego pueden acceder a cuatro plantas donde hay slots , mesas de juego y ruletas.
El lugar predilecto de las mujeres, donde son amplia mayoría, es la zona de las maquinitas tragamonedas donde de cada diez personas presentes anteayer, pasado el mediodía, ocho eran mujeres mayores de 30 años. El grueso de esa franja, para ser precisos, superaba ampliamente los 60 años.
Ubicadas en una hilera de diez máquinas, igual número de mujeres prueban suerte. Parece la sala de espera de una peluquería, con la diferencia de que allí nadie habla y sólo se oye la estridente música de los slots. Cada una de las jugadoras, una vez que selecciona su máquina, parece entrar en trance. Su vista se fija sobre las frutas, monedas o números que giran constantemente en la pantalla. Sólo hay dos caminos para que salgan de ese estado: una buena recaudación, la menor de las veces, o cuando el crédito llega a cero y la expresión en sus rostros conjuga desazón con angustia por el fin de una amarga jornada.
El Hipódromo Argentino de Palermo recibe a los visitantes con un señorial acceso de escalinatas de mármol blanco y jóvenes perfectamente peinados y sonrientes. Tras cruzar el pórtico y recorrer un pasillo de unos 15 metros, se torna visible el ambiente de juego que, no obstante, mantiene su estilo imperial.
Frente a cada uno de los centenares de slots se destaca una butaca forrada de cuero verde oliva, con bordes de madera, que contrasta con el pie niquelado y empotrado en el lugar, sobre el cual se sostiene el asiento. Allí, a las 14.30 de anteayer, los jugadores rondaban el millar. La historia se repite; las mujeres son amplia mayoría y el diálogo está ausente.
Una señora adulta, sentada cómodamente en su butaca, refunfuña porque su crédito se acabó. En ese instante, pasa a su lado una joven que trabaja en la sala. La jugadora rápidamente saca de su cartera un billete de 100 pesos, liso, sin el menor pliegue, y lo flamea cual pañuelo. La joven se acerca y le acredita el dinero.
Segundos después, la mujer vuelve a su trance y al silencio, que perdurará el tiempo que la suerte la acompañe en una nueva jornada de su rutina frente a la tragamonedas. 145 SON LOS
¿Cómo darse cuenta si la relación con el juego se está tornando adictiva?
1. ¿Siente con el juego una pasión única, que ninguna otra actividad le produce?
2. ¿Se siente "enamorado" de la ruleta, de algunos números o de una máquina tragamonedas?
3. ¿Tuvo pérdidas importantes en su vida, duelos, fracasos amorosos, etc. poco antes de comenzar a jugar adictivamente?
4. ¿Siente que el juego lo puede salvar?
5. ¿Hay o hubo algún jugador en su familia?
6. ¿Cree fuertemente en el destino, en el azar, en salvaciones mágicas?
7. Cuando se va a dormir, ¿piensa en las jugadas, los números, las posibles ganancias?
8. ¿Sueña con la ruleta, su sonido, los números?
9. ¿Piensa mucho en el dinero?
10. ¿Ha apostado mucho más de lo que se propuso al entrar a jugar?
11. ¿Habitualmente se retira recién cuando pierde todo (o mucho)?
12. ¿Siente culpa al salir del Casino? ¿Se arrepiente?
13. ¿Ha tomado "prestado" dinero de otro con la expectativa de devolverlo cuando gane?
14. Mientras está jugando, ¿pierde la noción del tiempo, creyendo que pasaron menos horas de las que realmente pasaron?
15. Al entrar al Casino o Bingo, ¿tiene una sensación particular, como de ingresar en otro mundo? 16. ¿Siente que en la sala de juego quedan suspendidas sus preocupaciones, sus problemas?
17. ¿Se propuso varias veces no volver a jugar, o jugar menos (tiempo, dinero) y no lo ha podido cumplir?
18. ¿Puede reconocer la disminución de su interés por personas o actividades que antes le interesaban mucho?
19. ¿Se está aislando, sintiendo que los demás no lo comprenden?
20. ¿Sufre cambios de ánimo oscilando, por ejemplo, entre la euforia y la tristeza?
21. ¿Siente que está perdiendo la noción del dinero, no comprando cosas importantes para ud. y su familia?
22. ¿Se avergüenza por lo que le sucede?
23. ¿Tiene la certeza de que puede, siendo jugador compulsivo, recuperar el dinero perdido a través del juego?
24. ¿Comenzó a sentirse interesado por el juego luego de momentos de pérdidas de distinto tipo (no sólo económicas), como lo fue el Corralito de 2001?
Fuente: Centro Entrelazar
Tardes de bingo y slots en Buenos Aires
La sexagenaria mujer lleva más de una hora frente a uno de los cientos de slots (máquinas tragamonedas) del Hipódromo Argentino de Palermo. Cartera aferrada bajo el brazo izquierdo, aprieta de manera compulsiva, con la mano derecha, el botón rectangular y verde a ver si la suerte la acompaña. Su crédito se consume casi por completo a las 15.30 y le queda el último tiro. La mujer suspira, mira la pantalla, la acaricia, la besa y le susurra: "Dame suerte".
Esta historia se repite centenares de veces cada día, en los casinos, bingos y otros lugares de juego habilitados en la ciudad de Buenos Aires y en el resto del país. En todos ellos, las mujeres representan cerca del 70% del total de la concurrencia.
LA NACION recorrió un día de semana, en horario laboral, diferentes lugares de juego porteño. El Casino Buenos Aires recibe a los visitantes en la zona sur del selecto barrio porteño de Puerto Madero. Luego de un hall imponente, aquellos que van a poner a prueba su suerte en el juego pueden acceder a cuatro plantas donde hay slots , mesas de juego y ruletas.
El lugar predilecto de las mujeres, donde son amplia mayoría, es la zona de las maquinitas tragamonedas donde de cada diez personas presentes anteayer, pasado el mediodía, ocho eran mujeres mayores de 30 años. El grueso de esa franja, para ser precisos, superaba ampliamente los 60 años.
Ubicadas en una hilera de diez máquinas, igual número de mujeres prueban suerte. Parece la sala de espera de una peluquería, con la diferencia de que allí nadie habla y sólo se oye la estridente música de los slots. Cada una de las jugadoras, una vez que selecciona su máquina, parece entrar en trance. Su vista se fija sobre las frutas, monedas o números que giran constantemente en la pantalla. Sólo hay dos caminos para que salgan de ese estado: una buena recaudación, la menor de las veces, o cuando el crédito llega a cero y la expresión en sus rostros conjuga desazón con angustia por el fin de una amarga jornada.
El Hipódromo Argentino de Palermo recibe a los visitantes con un señorial acceso de escalinatas de mármol blanco y jóvenes perfectamente peinados y sonrientes. Tras cruzar el pórtico y recorrer un pasillo de unos 15 metros, se torna visible el ambiente de juego que, no obstante, mantiene su estilo imperial.
Frente a cada uno de los centenares de slots se destaca una butaca forrada de cuero verde oliva, con bordes de madera, que contrasta con el pie niquelado y empotrado en el lugar, sobre el cual se sostiene el asiento. Allí, a las 14.30 de anteayer, los jugadores rondaban el millar. La historia se repite; las mujeres son amplia mayoría y el diálogo está ausente.
Una señora adulta, sentada cómodamente en su butaca, refunfuña porque su crédito se acabó. En ese instante, pasa a su lado una joven que trabaja en la sala. La jugadora rápidamente saca de su cartera un billete de 100 pesos, liso, sin el menor pliegue, y lo flamea cual pañuelo. La joven se acerca y le acredita el dinero.
Segundos después, la mujer vuelve a su trance y al silencio, que perdurará el tiempo que la suerte la acompañe en una nueva jornada de su rutina frente a la tragamonedas. 145 SON LOS
CASINOS HABILITADOS
Treinta de ellos fueron abiertos en los últimos 5 años. En total, se estima que el ingreso anual es de 5500 millones de pesos.
Treinta de ellos fueron abiertos en los últimos 5 años. En total, se estima que el ingreso anual es de 5500 millones de pesos.
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