lunes, 29 de octubre de 2012

PALABRA DE DIOS

Compartimos la Palabra

  • Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir

Pablo a pesar de su situación, de estar encarcelado, no pierde en ningún momento la alegría y la felicidad. Para él no hay cadenas que le impidan la predicación, y ese encuentro con Jesús cara a cara. Le ha entregado su vida y la entrega con inmenso gozo.
Ahí está la valentía de prisionero, el seguir predicando el evangelio en cualquier momento y situación. Ya sea de dificultad como predicando a los no creyentes. Esta valentía de Pablo ayuda y contagia a la comunidad de Filipo para predicar junto a él y dar testimonio de su fe. No hay miedo, no hay cobardía, todos crecen en entusiasmo, y eso provoco más alegría a Pablo. Y toda esa alegría, fuerza y valentía viene por la oración que Pablo agradece, pues es la oración la que le da fuerzas para seguir anunciando la Buena Noticia. La oración que le fortalece en la fe, donde el vivir o el morir es indiferente pues morir por Cristo no rompe su comunión con él, todo lo contrario, es una ganancia.
Pablo no sabe que escoger, si morir por Cristo o seguir en el mundo anunciándole, sirviendo a sus hermanos. Las dos cosas para él son grandeza. Pero decide quedarse con sus fieles, ayudarles a crecer en la fe, enseñarles a predicar la Palabra.
Compartir la alegría de la fe. Esta es la misión, el regalo que Pablo nos deja. Servir a nuestros hermanos, ¿cómo podemos hacerlo en nuestro mundo de hoy? Debemos colaborar con todas nuestras fuerzas. En la evangelización de este mundo es necesario ser fuertes y valientes como Pablo y razón suficiente la de renunciar al encuentro intimo con Cristo para anunciar el mensaje de Vida, de Esperanza, de Amor que Jesús nos dejó.
Una necesidad urgente de nueva evangelización. Transmitir, contagiar nuestra Pasión por Cristo.
  • El que se humilla será enaltecido

La lectura de este evangelio, una llamada urgente de atención a la humildad.
Jesús aprovecha la invitación en la casa del fariseo, para dar una gran lección de humildad. No solamente para los fariseos, para nosotros también, que parece la tenemos un poco olvidada.
Podemos advertir que los fariseos siempre buscan estar en los primeros puestos, por eso Jesús aprovecha esta situación y, hablándoles en parábolas, les invita a buscar, elegir los puestos más humildes: “porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
También a nosotros nos gusta mucho ocupar esos primeros puestos, ser reconocidos, alabados en todo lo que hacemos. Y para eso no nos hace falta ser fariseos. Simplemente nos gusta que la gente nos reconozca a cada momento lo que hacemos. Demostrar nuestras habilidades, cualidades, y que nos aplaudan por ello. Muchas veces solo es apariencia que puede llegar a provocar ciertas envidias.
Jesús nos enseña, nos quiere hacer ver que debemos actuar al contrario, siendo humildes y sencillos de corazón. Aunque el ser humildes hoy en día no sea algo que se quiera hacer ver mucho, en una palabra: no esté de moda.
Si somos seguidores de Jesús no nos tiene que importar, y con alegría ocupar los últimos puestos, sintiéndolos los mejores, pues es el servicio a los hermanos. Pero qué mayor alegría y paz puede dar esa sinceridad de humildad, ese servir, imitando así a nuestro hermano Jesucristo que no vino a ser servido, sino a servir. Viviendo en verdadera humildad, seguro seremos más felices, nos llevaríamos menos disgustos y decepciones, nos sentiríamos más aceptados y queridos. Y mucho más agradables ante los ojos de Dios, ya que Él prefiere a los humildes.
Hay muchos ejemplos de humildad de los que podemos seguir, uno de los mejores y más cercanos es el de María, la madre de Jesús, que con discreción y sencillez dijo hablando de sí misma: “ha mirado la pequeñez de su sierva”.
También tenemos otro precioso ejemplo de humildad pura y verdadera de nuestro hermano Martin de Porres de quien hoy celebramos su fiesta. Él, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue pobre y humilde, sencillo y cercano. Fue siervo de su comunidad.
“Para Martin no había diferencia entre limpiar los baños o atender a las necesidades del arzobispo enfermo… así era la manera de ser sencilla y transparente de Martín. Vivió plenamente el momento presente con serenidad y ecuanimidad, sin preocuparse demasiado de lo que pensaban los demás acerca de su vida espiritual. Así era Martín, humilde, terco y asombrosamente LIBRE” (del libro SAN MARTIN DE PORRES, Un Santo de las Américas Brian J. Pierce).
Thimothy Radcliffe nos dice de Martín: “Como una flor que nace y se abre gracias a las lluvias de primavera, así también pasó Martin: creció y floreció en la gracia de la Libertad de los hijos de Dios (Rm 8, 21). Su vida nos enseña a ser hermanos y hermanas”.
Ojalá aprendamos de la humildad de nuestro hermano Martín y sepamos cómo ser sencillos, humildes y fieles servidores de los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario