viernes, 19 de noviembre de 2010

HABLAR CON NUESTROS HIJOS

Entre los dos y seis años de edad se pruduce una explosión de crecimiento y desarrollo en el niño. Al cumplir los dos años, por lo general, ya sabe usar las palabras y frases largas y complejas con un vocabulario extenso que día a día se amplía. Al mismo tiempo, comienza a darse cuenta del poder que tiene su habla para expresar sus sentimientos y deseos. El niño empieza a comprender que con su habla puede controlar las acciones de los otros, satisfacer sus necesidades y expresar sus estados de ánimo.
La interacción verbal lo ayudará a relacionarse con otros, a aprender qué es bueno o malo y a irse independizando poco a poco. De allí la importancia de saber cómo debemos hablar con nuestros hijos para que el desarrollo de su habla sea lo más armonioso posible.
A continuación encontrará algunos consejos útiles para lograrlo:
- Escuche atentamente lo que su hijo quiere decirle: Es importante que el niño sienta que, cuando habla, su interlocutor lo escucha y le presta atención. Un esfuerzo por "mejorar sus hábitos personales de escuchar" serán de gran ayuda para facilitar la comunicación entre Ud. y su hijo. Para lograrlo le sugerimos este ejercicio de cuatro etapas:
1) Durante dos o tres días, concéntrese bien en evaluar cómo escucha a su hijo, cuánto le escucha y con qué frecuencia. ¿Qué tópicos le interesan a Ud.? ¿Varía la intensidad con que escucha, de modo que a veces sólo oye una pequeña parte de lo que dice su hijo y en otras ocasiones está pendiente de cada palabra? ¿Le escucha Ud. con paciencia sin interrumpir lo que dice? De todo lo que dice él ¿cuánto oye Ud. de verdad? ¿Cuánto habla él y sobre qué? ¿Cómo reacciona Ud. cuando él le interrumpe mientras dice Ud. algo importante? ¿Cada cuánto le mira Ud. directamente al hablar con él? Le recomendamos que apunte sus observaciones. El prestar atención a su modo de escuchar será la base de las tres etapas siguientes.
2) Durante los dos días siguientes (o más si Ud. prefiere) esfuércese por cambiar el "equilibrio" con que escucha a su hijo con la intención de mejorarlo. No es posible escuchar atentamente al niño siempre que abre la boca, mayormente si habla mucho, pero tal vez decida Ud. escucharle con más atención. Es posible que Ud. necesite cambiar su modo de reaccionar cuando él le interrumpe. Lo importante es aprender que se pueden modificar los hábitos de escuchar.
3) Durante los próximos días, haga un esfuerzo sincero por escuchar algo más que el significado de las palabras de su hijo. Además de sus palabras ¿qué sentimientos expresa? Él enviará mensajes implícitos y emocionales con la voz, infecciones de palabras, pausas, repeticiones, lentitud o rapidez de hablar, y su modo de mirar (o no mirar) directamente a la persona con quien habla.
Ejemplos. ¿Le habla a Ud. con gimoteos aunque les habla naturalmente a otras personas? ¿Tiene miedo cuando habla con ciertos familiares? ¿Se le nota una inflexión ascendente al pronunciar el nombre de "mamá" sobre todo cuando quiere atención? Repite palabras más al hablar con unas personas que con otras? Al hablar con muñecos o compañeros imaginarios estando solo ¿habla sin dificultad? En esa situación ¿habla con más confianza y autoridad de las que emplea con la mayor parte de las personas?
Ud. terminará escuchando con mayor comprensión si sigue estas tres etapas, y aprenderá a reaccionar debidamente tanto al sentido de las palabras como a los sentimientos. En esto estriba la buena comunicación. A medida que vaya estando más consciente de la necesidad de escuchar (y a veces de no escuchar), Ud. descubrirá modos de reconocer lo que es importante para su hijo sin abandonar el trabajo o las diversiones cotidianos. Ud. encontrará medios de comunicarle que los quehaceres exigen su atención sin escamotear el cariño que siente por él. No obstante, a veces le será necesario interrumpir sus actividades para hacerle caso.
Trate de identificar aquellas señales emitidas por su hijo que indiquen que necesita urgentemente su atención. Usualmente hará esto antes de irritarse o llorar, lo que suscita otro problema. Es de esperar que no ocurran estas ocasiones a menudo, y por consiguiente esta medida puede llevar mucho tiempo. Cuando ocurren, hay que observar las expresiones, las posturas y los movimientos que indiquen que el niño se centra en sí mismo. Esta necesidad puede expresarse en un cambio notable de tono de voz, generalmente más bajo, o en vacilaciones y repeticiones anormales. Es importante que Ud. conozca las señales que utiliza su hijo para expresar sus necesidades, deseos y sentimientos.
Puesto que la comunicación y muchas relaciones emocionales dependen de escuchar bien, Ud. puede ayudar a su hijo a hablar mejor si le escucha mejor. Al concentrarse en las cuatro etapas que acabamos de explicar, se debe tener siempre presente que es muy importante escuchar a su hijo con paciencia y alegría.
- Hablar con su hijo es mejor que hablarle a su hijo: Existe una estrecha relación entre el modo de hablar y el de escuchar. A veces parece que un niño necesita oír muchos consejos, normas, advertencias, y son los padres quienes se los suministran. Es natural que la sensibilidad de algunos niños sufra ante tantos "consejos, recomendaciones y advertencias". Esto se puede evitar mezclando los consejos, recomendaciones y advertencias con intercambios de ideas y sentimientos. Lo importante es permitir al niño hablar con naturalidad y franqueza. Una conversación no es un monólogo, es un intercambio entre dos o más personas.
¿Qué hace Ud. cuando habla con su hijo? Fíjese si, además de darle los consejos necesarios, Ud. intercambia con él opiniones y sentimientos. Converse sobre algún tema que le interese a él, pero que no tengan que ver con su comportamiento. Pregúntele, en tono amigable, qué ha hecho durante el día y escuche sus respuestas con interés. Además de escucharle bien, Ud. debe hacerle preguntas y contribuir a la conversación. No lo critique o reproche durante estas conversaciones, este tipo de intercambio permite al niño hablar sin nerviosismo, facilitando una dicción seguida y libre.
- Hay que dar buenos ejemplos de habla a los niños: Es de suponer que los padres siempre tratan de hablar bien a fin de dar buenos ejemplos de habla a sus hijos. Esto quiere decir que hablan con claridad y escogen palabras adecuadas para expresar sus ideas. Los padres deben adaptar su lenguaje (el vocabulario y la longitud de las frases) a la edad y el desarrollo del hijo. Aquí les ofrecemos algunas sugerencias relativas al flujo o la velocidad de la dicción. ¿Tiene Ud. la costumbre de hablar seguida y rápidamente? Es posible que su hijo trate de imitar la dicción rápida de los padres antes de contar con el desarrollo verbal necesario para hacerlo. En este caso, es mejor que Ud. hable más despacio, pero sin exagerar la lentitud. Si son largas y complejas las frases de los padres, el hijo comprenderá con dificultad, lo que puede afectar su capacidad de responder bien. Sin exagerar la sencillez, se deben usar frases breves y sencillas. Algunos padres tienen la mala costumbre de interrumpir el hablar de su hijo, sobre todo cuando saben de antemano lo que va a decir. Esto le hace presión al niño, que necesita tiempo y paciencia. Los padres deben acostumbrarse a hablar y obrar con paciencia.
- El acto de hablar, debe ser algo agradable para su hijo: Los padres que escuchan bien y atentamente a su hijo le ayudan a disfrutar de la comunicación, pero también hay otras medidas que se pueden tomar. Desde el primer año de la vida del niño los padres deben asociar el hablar con actividades agradables. El acto de cantar abrazando o meciendo al hijo pequeño les da placer y recuerdos agradables tanto a los padres como al niño. Vale la pena hablar con el niño acerca de experiencias mutuas. Algunas madres inventan juegos de palabras para sus hijos de tres o cuatro años, "¿Con qué sonido empieza la palabra 'balón'?" El niño puede contestar con la letra "b" o con la sílaba "ba." Será mejor evitar los sonidos que le dan miedo. Otra forma de juego puede ser pronunciar las letras de una palabra como "gato" y preguntarle qué palabra forman las letras. Se puede hacer el juego fácil o difícil según la capacidad del niño. Es una buena idea enseñarle chistes y acertijos, pero no hay que reñirle si no los repite perfectamente. Es asombroso lo rápido que adquieren los niños un sentido del humor.
Mediante las diversiones verbales el niño aprende a disfrutar el hablar, lo que contrarresta los efectos penosos de los reproches que son necesarios a veces. Es importante que la familia entera preste atención a lo que dice el niño que tiene dificultades de hablar, aunque sea necesario controlar las reacciones de los hermanos mayores. Lo importante es evitar que, al tratar de hablar, el niño quede frustrado.
- Hay que leer o contar cuentos al niño: Merece atención especial la beneficiosa costumbre de leer o contar historias y cuentos al niño pequeño. Los padres deben leerle o contarle algo a su hijo con frecuencia. Después de oír sus historias favoritas repetidas varias veces, el niño sabrá repetir algunas partes, contándolas en sus propias palabras. ¡Que lo haga cuanto quiera!
Los padres que no sapan inventar historias pueden usar una foto y contar lo que ésta representa. Después de acostumbrarse el niño al procedimiento, permítale que lo haga él. Le será más fácil empezar con fotos bien conocidas. También, se le pueden contar historias basados en la niñez de los padres o en los años anteriores de su propia vida. ¡Esto le encantará! No hay que contarle historias "de miedo" aunque diga que le gustan. De vez en cuando vale la pena animarle a contar una historia o experiencia propia, pero no se debe insistir en que lo haga contra su voluntad.
- ¿Cómo ayudar al niño a expresar verbalmente sus sentimientos?: ¿Le dice Ud. a menudo a su hijo que le quiere y que está orgulloso de él? Si los padres no le dan al hijo un buen ejemplo a seguir, le será difícil aprender a expresar sentimientos íntimos.
¿Qué cosas le parecen divertidas a Ud.? Si los padres tienen la costumbre de reírse de las aflicciones ajenas le dan a entender a su hijo que esas cosas son divertidas. Cuando él experimente parecidas aflicciones se dará cuenta que no son divertidas, sino penosas, lo que le producirá un conflicto. Si Ud. se ríe de las penas ajenas pero le enseña a su hijo a no hacerle daño al prójimo, él quedará perplejo. Tal perplejidad afectará su pensamiento y forma de hablar. Será mejor que aprenda que hay varias clases de humor, lo que es más fácil si Ud. le explica las causas de su risa. Hay que reírse de las cosas divertidas en lugar de las cosas que hacen daño.
La próxima vez que su hijo exprese malhumor o rabia, Ud. debe prestarle atención, aunque sea exagerada su reacción. Es mejor hablar con él acerca de la causa de su cólera, que puede consistir en varios fenómenos: la frustración, las experiencias desagradables, el sentimiento de que nadie le presta atención, un empeño terco en salirse con la suya, una crisis emocional, un intento de imitar la rabia de sus padres, el cansancio o la falta de sueño, o una mezcla de varias causas. Tomando esto en cuenta, Ud. debe hablarle, sugiriendo mejores modos de expresar sus sentimientos. Hay que enseñarle que es más fácil conseguir lo que quiere sin crearse nuevos problemas con muestras de rabia. También las otras emociones se pueden tratar de una manera parecida. Cuando el niño sepa expresarse bien, quedarán reducidos los conflictos interiores que suscitan los defectos de fluidez.

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