EN SONORA "TAMBIÉN HACE AIRE"
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Vista frontal de la cabaña en Yécora
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___Regreso a este sitio con la inercia con que algunas bacterias regresan a su huésped. Quien se refiera a Sonora tan solo por su esencia desértica estará soslayando esa otra parte de su territorio conformado por grandes zonas boscosas, sierras empinadas y climas gélidos. Es la Sierra Madre Occidental que atraviesa en esta latitud abarcando grandes territorios de Chihuahua y Sonora. Yécora, Tarachi o Basasiáchic son pueblos que fundaron los españoles en la primera mitad de los 1600, siglos antes de que Hermosillo, Cajeme y otras pujantes ciudades de la Entidad alcanzacen ese status.
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___Llegamos a Yécora luego de subir algunos dos mil metros por curvas y deslaves de lluvia. La carretera es bastante decente y ofrece miradores naturales con un espectáculo de paisajes memorables. Son 280 kilómetros desde la desértica capital. Cruzamos el puente que atraviesa el Río Yaqui que ahora lleva una cauda que crece conforme la temporada de lluvias se generaliza. Un paisaje tremendo. Ahí, a la mitad del camino, entramos Tónichi, un pueblito fantasma donde toda vivienda, por modesta que parece, cuenta con señal de Sky.
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___Nuestra expedición estaba conformada por 11 miembros, todos familiares. No instalamos en una cabaña colgando de una ladera que deja poco a la imaginación: rústica pero amueblada, con amplia cocina, cuatro recámaras, dos baños, dos chimeneas y una preciosa terraza desde donde se contempla la quietud de la montaña, su espasmo de árboles tremendos y un arroyo en el fondo del cañón que ofrece caídas de agua con albercas naturales de donde no deseábamos salir.
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____A diferencia de otras excursiones, ahora teníamos a cincuenta metros, bajando por la ladera ese estanque natural, el agua cayendo desde una formación rocosa para alcanzar una profundidad de unos diez metros. Echarse clavados ahí simplemente fue de locura, no digamos ya disfrutar de micheladas y otras bebidas con la mitad del cuerpo sumergida en el agua que corre libre y transparente. A los niños y jóvenes sencillamente teníamos que sacarlos a rastras cuando comenzaba a anochecer.
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____Ninguna felicidad es completa sin una dotación suculenta de alimentos. Mis sobrinos Roy y César se encargaron del menú: 10 kg. de costillas y filetes para asar; 10 kg. de camarones y otros tantos de pollo que saboreamos fritos al aire libre en un disco a base de gas que estrenamos. Que hubo comida sabrosa y suficiente lo atestigua mi tobillo izquierdo que llegó con las molestias que produce el ácido úrico en quienes nos obstinamos en sentirnos jóvenes e invulnerables. Pero así es la cosa, a cada acción corresponde una reacción y mi metabolismo sabe bien de estos asuntos.
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___Las noches simplemente eran de lujo. En ocasiones la lluvia llegaba para proveer un clima delicioso de 18 grados hasta la madrugada. Si no llovía, podíamos contemplar el espectáculo de las copechis (luciérnagas) que matizaban todo el entorno con sus brillos distintivos. Olor a montaña, a árboles aromáticos, a flores silvestres. Silencios prolongados, interrumpidos acaso por algún coyote que se escuchaba a lo lejos, o por el murmullo apagado del viento sobre pinos y encinos.
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___Contar con una diversidad tan abrupta de ambientes, climas y ecosistemas hacen de este Estado un verdadero potencial turístico que, desafortunadamente, se explota únicamente en algunas playas privilegiadas. Para los amantes de la naturaleza, queda la zona volcánica del Pinacate, el desierto con toda su flora y fauna intocadas, y la Sierra donde muchos pueblos fenecen por abandono cuando podrían convertirse en refugio del calor que vulnera a la gente de los valles en verano.
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___Espero que no pase el verano sin regresar a Yécora, Sonora. Un fuerte abrazo a Don Jesús Vargas, anfitrión incansable.
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Vista frontal de la cabaña en Yécora
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___Regreso a este sitio con la inercia con que algunas bacterias regresan a su huésped. Quien se refiera a Sonora tan solo por su esencia desértica estará soslayando esa otra parte de su territorio conformado por grandes zonas boscosas, sierras empinadas y climas gélidos. Es la Sierra Madre Occidental que atraviesa en esta latitud abarcando grandes territorios de Chihuahua y Sonora. Yécora, Tarachi o Basasiáchic son pueblos que fundaron los españoles en la primera mitad de los 1600, siglos antes de que Hermosillo, Cajeme y otras pujantes ciudades de la Entidad alcanzacen ese status.
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___Llegamos a Yécora luego de subir algunos dos mil metros por curvas y deslaves de lluvia. La carretera es bastante decente y ofrece miradores naturales con un espectáculo de paisajes memorables. Son 280 kilómetros desde la desértica capital. Cruzamos el puente que atraviesa el Río Yaqui que ahora lleva una cauda que crece conforme la temporada de lluvias se generaliza. Un paisaje tremendo. Ahí, a la mitad del camino, entramos Tónichi, un pueblito fantasma donde toda vivienda, por modesta que parece, cuenta con señal de Sky.
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___Nuestra expedición estaba conformada por 11 miembros, todos familiares. No instalamos en una cabaña colgando de una ladera que deja poco a la imaginación: rústica pero amueblada, con amplia cocina, cuatro recámaras, dos baños, dos chimeneas y una preciosa terraza desde donde se contempla la quietud de la montaña, su espasmo de árboles tremendos y un arroyo en el fondo del cañón que ofrece caídas de agua con albercas naturales de donde no deseábamos salir.
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____A diferencia de otras excursiones, ahora teníamos a cincuenta metros, bajando por la ladera ese estanque natural, el agua cayendo desde una formación rocosa para alcanzar una profundidad de unos diez metros. Echarse clavados ahí simplemente fue de locura, no digamos ya disfrutar de micheladas y otras bebidas con la mitad del cuerpo sumergida en el agua que corre libre y transparente. A los niños y jóvenes sencillamente teníamos que sacarlos a rastras cuando comenzaba a anochecer.
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____Ninguna felicidad es completa sin una dotación suculenta de alimentos. Mis sobrinos Roy y César se encargaron del menú: 10 kg. de costillas y filetes para asar; 10 kg. de camarones y otros tantos de pollo que saboreamos fritos al aire libre en un disco a base de gas que estrenamos. Que hubo comida sabrosa y suficiente lo atestigua mi tobillo izquierdo que llegó con las molestias que produce el ácido úrico en quienes nos obstinamos en sentirnos jóvenes e invulnerables. Pero así es la cosa, a cada acción corresponde una reacción y mi metabolismo sabe bien de estos asuntos.
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___Las noches simplemente eran de lujo. En ocasiones la lluvia llegaba para proveer un clima delicioso de 18 grados hasta la madrugada. Si no llovía, podíamos contemplar el espectáculo de las copechis (luciérnagas) que matizaban todo el entorno con sus brillos distintivos. Olor a montaña, a árboles aromáticos, a flores silvestres. Silencios prolongados, interrumpidos acaso por algún coyote que se escuchaba a lo lejos, o por el murmullo apagado del viento sobre pinos y encinos.
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___Contar con una diversidad tan abrupta de ambientes, climas y ecosistemas hacen de este Estado un verdadero potencial turístico que, desafortunadamente, se explota únicamente en algunas playas privilegiadas. Para los amantes de la naturaleza, queda la zona volcánica del Pinacate, el desierto con toda su flora y fauna intocadas, y la Sierra donde muchos pueblos fenecen por abandono cuando podrían convertirse en refugio del calor que vulnera a la gente de los valles en verano.
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___Espero que no pase el verano sin regresar a Yécora, Sonora. Un fuerte abrazo a Don Jesús Vargas, anfitrión incansable.
Hola; excelente redacción de tus vivencias en nuestro hermoso pueblo, ojala nos siga visitando!! Saludos. Jm
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