A menudo, después de conversar un par de minutos con alguien que acabamos de conocer llegamos a la conclusión de que esa persona tiene algo que no nos gusta sin saber explicar el motivo. Pues bien, eso que llamamos primera impresión resulta tener más valor del que creemos.
Cuando hablamos con alguien, sólo una pequeña parte de la información que obtenemos de esa persona procede de sus palabras. Los investigadores estiman que entre un 60% y un 70% de lo que comunicamos lo hacemos mediante el lenguaje no verbal. Es decir, gestos, postura, apariencia, mirada y expresión. Todo esto hace que una persona acabe cayendo bien o mal en un primer contacto.
Cuando hablamos con alguien, sólo una pequeña parte de la información que obtenemos de esa persona procede de sus palabras. Los investigadores estiman que entre un 60% y un 70% de lo que comunicamos lo hacemos mediante el lenguaje no verbal. Es decir, gestos, postura, apariencia, mirada y expresión. Todo esto hace que una persona acabe cayendo bien o mal en un primer contacto.
"La información no verbal de una persona nos dice muchas cosas: la manera de vestir, si es apocada, convencional, extremadamente tímida, sosa, excesivamente simpática, su olor corporal… todo eso nos aporta más que la parte verbal", explica María Dolores Avia, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Por este motivo, es muy importante cuidar este aspecto a la hora de conocer a alguien.
Aun cuando no se conoce personalmente a un individuo –es el caso de las personas famosas– la mayoría de la gente tiene una opinión formada sobre si le caen bien o mal. Victoria Beckham, Fernando Alonso o Paris Hilton son personajes que tienen cierta fama de antipáticos. Más allá de sus rasgos físicos, que pueden agradar o desagradar más o menos, los medios de comunicación han torpedeado con muchísima información sus imágenes públicas, lo que ha ayudado a crear un personaje antipático a ojos de la mayoría de la población.
Una primera impresión muy fuerte de desagrado o atractivo es muy difícil de borrar. "Esto ocurre porque surge del aspecto físico (rasgos físicos, olor corporal, gestos, manera de vestir) y de la parte psíquica (el cerebro reconoce si nos quieren engañar)", sostiene Gerardo Pastor, catedrático de Psicología Social de la Universidad Pontificia de Salamanca. Además, asegura que las mujeres son mucho más intuitivas que los hombres y por lo tanto aciertan más con las primeras impresiones; en cambio, los hombres son más sagaces y mejores en el largo plazo.
La gente que cae mal, además de causar una primera mala impresión, acostumbra a ser poco hábil socialmente. La psicóloga María Dolores Avia pone varios ejemplos: caen mal las personas que de buenas a primeras empiezan a contar su vida privada o sus problemas, las que cotillean o critican a terceras personas, las que sólo hablan de ellas mismas, las que son excesivamente simpáticas o bromistas, las indiscretas, las que hablan todo el rato sin dejar hacerlo a los demás, las que pretenden tener siempre la razón o las que se creen superiores al resto… Por suerte, todos estos defectos pueden corregirse.
"El problema es que la mayoría de la gente que cae mal no es muy consciente de ello", añade Avia. Por su parte, Gerardo Pastor considera que es muy importante el autoanálisis: "¿Cómo me ven a mí desde fuera y por qué caigo mal?". En su opinión, las personas inteligentes que causan rechazo se dan cuenta. "Reflexionan, se arman de coraje y practican para mejorar", afirma. Esta visión la comparte la psiquiatra Xaro Sánchez, que anima a los afectados a ponerse delante del espejo y "hacer como un actor de teatro, para ver así si tus facciones son demasiado rígidas o tu rictus es desagradable". Avia añade que una buena manera de reconducir esta situación es que los amigos se atrevan a decirle a la persona afectada de una manera diplomática que debe corregir ese defecto. Pero claro, normalmente, las personas que nos causan rechazo ya no son amigas nuestras. Pero no pasa nada como dice María Dolores Avia, "es imposible caer bien a todo el mundo y siempre habrá alguien que no te caiga bien; por lo tanto, lo importante es no perder el tiempo y relacionarte sólo con quien tú crees que vale la pena".
Afortunadamente, es posible aprender carisma e intentar corregir determinados defectos. Algunas de las soluciones que proponen los expertos son cuidar la imagen y el aseo personal, que la persona en cuestión pregunte a sus allegados por qué creen que causa rechazo a la gente y que se grabe en vídeo para verse y oírse. "Muchas veces, cuando te ves desde fuera te das cuenta de tus errores", asegura Avia.
Muy a menudo son pequeños defectos que pueden corregirse, y a veces "es tan sencillo como callarse un poco o cambiar el tono de voz, que puede resultar demasiado imperativo", resume. El problema es que los hay que no se dan cuenta de sus fallos y entonces no saben por qué caen mal. Sólo en ocasiones se trata de un problema genético. Según un estudio del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, existe el síndrome de Williams, que se produce por la ausencia de un fragmento de un cromosoma. Este síndrome afecta a una de cada 20.000 personas y uno de los síntomas que provoca es que el cerebro actúa de forma excesivamente sociable, sin identificar el rechazo o la aceptación.
Otra de las tácticas que pueden llevarse a cabo para agradar es anticiparse a lo que le gusta a nuestro interlocutor y crear semejanzas y puentes comunes porque "cuando percibes que la otra persona puede compartir tus creencias, valores o es de tu mismo equipo de fútbol, por ejemplo, nos resulta más atractiva", describe Pastor. También es importante desarrollar la capacidad de empatía, la de ponerse en el estado de ánimo del interlocutor. Para Xaro Sánchez la empatía es lo más importante porque los individuos detectan instintivamente si pueden contar o no con la persona que acaban de conocer y eso causa agrado o rechazo.
Un estudio británico descubrió algo curioso. Las zonas cerebrales de los humanos que se activan ante estímulos que provocan asco o miedo son las mismas que se activan cuando alguien nos cae mal. "El cerebro detecta de manera instintiva, sólo por el aspecto físico, si una persona nos da buenas vibraciones o no, es una cuestión de supervivencia, al igual que rechazamos ciertos alimentos o situaciones que nos provocan miedo", analiza Sánchez.
Con todo, el catedrático Gerardo Pastor afirma que, con mucho esfuerzo, las personas que caen mal pueden mejorar en un 75% su imagen, modales o tono de voz, pero el 25% restante seguirá invariable y no se puede disimular. "Todo el comportamiento debe parecer auténtico porque si no se corre el riesgo de no resultar creíble y causar aún peor impresión", añade. Un buen aspecto físico, transmitir credibilidad y tener pericia, es decir, mostrarse conocedor del tema del que se habla, son, según Gerardo Pastor, las mejores maneras de caer bien.
Las personas que, sabedoras de que no conectan bien con el resto, se ven incapaces de solucionar el problema pueden llegar a desencadenar enfermedades o patologías. Es el caso de la ansiedad social, que se trata de una timidez extrema en la que el afectado padece miedo a quedar o relacionarse con otras personas. También pueden darse fobias y trastornos depresivos. En este punto, los psicólogos apuntan que en muchos casos de bullying las víctimas son niños o niñas que, por su físico o por ser empollones, caen mal a un grupo de compañeros que acaban metiéndose con ellos.
En el otro extremo están las personas que ya de entrada caen muy bien. Los expertos aseguran que hay gente que tiene un encanto natural, intrínseco, que hace que los que están a su alrededor se sientan bien porque son personas alegres, simpáticas y positivas.
En este apartado, las personas guapas tienen ya una parte importante ganada porque la primera impresión que causan acostumbra a ser buena, aunque luego con el tiempo nos demos cuenta de que es estúpida. "Es injusto pero los guapos, sin abrir la boca, ya caen mejor de entrada que los feos", dice Sánchez. Un ejemplo de este instinto básico o primitivo es el caso de los bebés. La psiquiatra explica que un recién nacido "se ríe y pasa más rato observando una cara bonita con una expresión amable que una cara que no le resulte agradable".
Pastor explica que hay personas con sex–appeal, un encanto innato muy ligado al instinto sexual. "El sex appeal no se aprende, se nace con él", explica. "También hay individuos que han aprendido a explotar un carácter amable y se comportan de una manera atenta, sutil, aunque hay veces que se les nota demasiado falsos y por eso mismo hay gente que no se fía de ellos", añade Avia.
Aun cuando no se conoce personalmente a un individuo –es el caso de las personas famosas– la mayoría de la gente tiene una opinión formada sobre si le caen bien o mal. Victoria Beckham, Fernando Alonso o Paris Hilton son personajes que tienen cierta fama de antipáticos. Más allá de sus rasgos físicos, que pueden agradar o desagradar más o menos, los medios de comunicación han torpedeado con muchísima información sus imágenes públicas, lo que ha ayudado a crear un personaje antipático a ojos de la mayoría de la población.
Una primera impresión muy fuerte de desagrado o atractivo es muy difícil de borrar. "Esto ocurre porque surge del aspecto físico (rasgos físicos, olor corporal, gestos, manera de vestir) y de la parte psíquica (el cerebro reconoce si nos quieren engañar)", sostiene Gerardo Pastor, catedrático de Psicología Social de la Universidad Pontificia de Salamanca. Además, asegura que las mujeres son mucho más intuitivas que los hombres y por lo tanto aciertan más con las primeras impresiones; en cambio, los hombres son más sagaces y mejores en el largo plazo.
La gente que cae mal, además de causar una primera mala impresión, acostumbra a ser poco hábil socialmente. La psicóloga María Dolores Avia pone varios ejemplos: caen mal las personas que de buenas a primeras empiezan a contar su vida privada o sus problemas, las que cotillean o critican a terceras personas, las que sólo hablan de ellas mismas, las que son excesivamente simpáticas o bromistas, las indiscretas, las que hablan todo el rato sin dejar hacerlo a los demás, las que pretenden tener siempre la razón o las que se creen superiores al resto… Por suerte, todos estos defectos pueden corregirse.
"El problema es que la mayoría de la gente que cae mal no es muy consciente de ello", añade Avia. Por su parte, Gerardo Pastor considera que es muy importante el autoanálisis: "¿Cómo me ven a mí desde fuera y por qué caigo mal?". En su opinión, las personas inteligentes que causan rechazo se dan cuenta. "Reflexionan, se arman de coraje y practican para mejorar", afirma. Esta visión la comparte la psiquiatra Xaro Sánchez, que anima a los afectados a ponerse delante del espejo y "hacer como un actor de teatro, para ver así si tus facciones son demasiado rígidas o tu rictus es desagradable". Avia añade que una buena manera de reconducir esta situación es que los amigos se atrevan a decirle a la persona afectada de una manera diplomática que debe corregir ese defecto. Pero claro, normalmente, las personas que nos causan rechazo ya no son amigas nuestras. Pero no pasa nada como dice María Dolores Avia, "es imposible caer bien a todo el mundo y siempre habrá alguien que no te caiga bien; por lo tanto, lo importante es no perder el tiempo y relacionarte sólo con quien tú crees que vale la pena".
Afortunadamente, es posible aprender carisma e intentar corregir determinados defectos. Algunas de las soluciones que proponen los expertos son cuidar la imagen y el aseo personal, que la persona en cuestión pregunte a sus allegados por qué creen que causa rechazo a la gente y que se grabe en vídeo para verse y oírse. "Muchas veces, cuando te ves desde fuera te das cuenta de tus errores", asegura Avia.
Muy a menudo son pequeños defectos que pueden corregirse, y a veces "es tan sencillo como callarse un poco o cambiar el tono de voz, que puede resultar demasiado imperativo", resume. El problema es que los hay que no se dan cuenta de sus fallos y entonces no saben por qué caen mal. Sólo en ocasiones se trata de un problema genético. Según un estudio del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, existe el síndrome de Williams, que se produce por la ausencia de un fragmento de un cromosoma. Este síndrome afecta a una de cada 20.000 personas y uno de los síntomas que provoca es que el cerebro actúa de forma excesivamente sociable, sin identificar el rechazo o la aceptación.
Otra de las tácticas que pueden llevarse a cabo para agradar es anticiparse a lo que le gusta a nuestro interlocutor y crear semejanzas y puentes comunes porque "cuando percibes que la otra persona puede compartir tus creencias, valores o es de tu mismo equipo de fútbol, por ejemplo, nos resulta más atractiva", describe Pastor. También es importante desarrollar la capacidad de empatía, la de ponerse en el estado de ánimo del interlocutor. Para Xaro Sánchez la empatía es lo más importante porque los individuos detectan instintivamente si pueden contar o no con la persona que acaban de conocer y eso causa agrado o rechazo.
Un estudio británico descubrió algo curioso. Las zonas cerebrales de los humanos que se activan ante estímulos que provocan asco o miedo son las mismas que se activan cuando alguien nos cae mal. "El cerebro detecta de manera instintiva, sólo por el aspecto físico, si una persona nos da buenas vibraciones o no, es una cuestión de supervivencia, al igual que rechazamos ciertos alimentos o situaciones que nos provocan miedo", analiza Sánchez.
Con todo, el catedrático Gerardo Pastor afirma que, con mucho esfuerzo, las personas que caen mal pueden mejorar en un 75% su imagen, modales o tono de voz, pero el 25% restante seguirá invariable y no se puede disimular. "Todo el comportamiento debe parecer auténtico porque si no se corre el riesgo de no resultar creíble y causar aún peor impresión", añade. Un buen aspecto físico, transmitir credibilidad y tener pericia, es decir, mostrarse conocedor del tema del que se habla, son, según Gerardo Pastor, las mejores maneras de caer bien.
Las personas que, sabedoras de que no conectan bien con el resto, se ven incapaces de solucionar el problema pueden llegar a desencadenar enfermedades o patologías. Es el caso de la ansiedad social, que se trata de una timidez extrema en la que el afectado padece miedo a quedar o relacionarse con otras personas. También pueden darse fobias y trastornos depresivos. En este punto, los psicólogos apuntan que en muchos casos de bullying las víctimas son niños o niñas que, por su físico o por ser empollones, caen mal a un grupo de compañeros que acaban metiéndose con ellos.
En el otro extremo están las personas que ya de entrada caen muy bien. Los expertos aseguran que hay gente que tiene un encanto natural, intrínseco, que hace que los que están a su alrededor se sientan bien porque son personas alegres, simpáticas y positivas.
En este apartado, las personas guapas tienen ya una parte importante ganada porque la primera impresión que causan acostumbra a ser buena, aunque luego con el tiempo nos demos cuenta de que es estúpida. "Es injusto pero los guapos, sin abrir la boca, ya caen mejor de entrada que los feos", dice Sánchez. Un ejemplo de este instinto básico o primitivo es el caso de los bebés. La psiquiatra explica que un recién nacido "se ríe y pasa más rato observando una cara bonita con una expresión amable que una cara que no le resulte agradable".
Pastor explica que hay personas con sex–appeal, un encanto innato muy ligado al instinto sexual. "El sex appeal no se aprende, se nace con él", explica. "También hay individuos que han aprendido a explotar un carácter amable y se comportan de una manera atenta, sutil, aunque hay veces que se les nota demasiado falsos y por eso mismo hay gente que no se fía de ellos", añade Avia.
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