El 4 de Enero de 1868 venía al mundo en un municipio pequeño de la provincia de Pontevedra Agustina Otero Iglesias. Hija de madre soltera, Agustina fue la principal creadora de su mito.
Aprovechándose de su notable belleza, ya en la época con unas medidas de 93,53,92 que le valdrían el apodo de la Bella Otero. Consiguió conquistar los círculos artísticos parisinos, convirtiéndose en uno de los personajes más importantes de la vida galante del París de la Belle Epoque.
La Bella Otero se servía de las crónicas de sucesos y noticias más sangrientas de la época para labrarse un pasado difícil, lleno de incógnitas y generar ese alo de misterio que rodea aún hoy en día la figura de “femme fatale” que desprendía la Bella Otero.
Le gustaba hacerse pasar por Andaluza, y que de ahí derivaba su temida furia española.
El personaje de Carmen en la ópera de Bizet, fue tremendamente admirado por los franceses en aquel momento, por que esa ópera divulgaba una imagen racial de guitarra y pandereta, de toreros y gitanos. A ella le gustaba hacer hincapié en este punto de su vida.
Siempre se adornó su vida con un sinfín de amantes, todos ellos multimillonarios o cuanto menos muy influyentes en la época.
Agustina cuando solo contaba con diez años fue brutalmente violada, de hecho tal y como se cuenta en el libro de Carmen Posadas, debidamente documentado con partes médicos de aquel entonces, nadie auguraba el que la joven Agustina se salvase de tan salvaje agresión. Este hecho le provocó la esterilidad y gran descrédito social, ya que por aquel entonces el sufrir una agresión sexual no tenía otro culpable que la propia agredida dado a que se creía que ella lo había provocado.
Agustina consiguió ser una de las mujeres más importantes de la época, atesorando una fortuna de más de 68.000 millones de pesetas de la época. Pero ni siquiera todos esos millones la salvaron de morir sola en una habitación en Niza costeada por el casino de Montecarlo en compensación por todos los millones que Agustina había perdido en sus apuestas.
Casi 100 años de intensas historias, amores y mentiras hacen de Agustina Iglesias Otero el ingrediente ideal de cualquier novela, aunque en este caso la historia de Agustina no tenga ni un príncipe azul, ni un final feliz.
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