"Siempre quise venir a África"
María Magrane tiene 24 años y desde septiembre del año pasado vive en un centro de la Obra en Camerún. Es la sexta de nueve hermanos e hija de Miguel y Mariuqui, “dos tesoros en la tierra” y "una de las razones que me ayudan a estar en África".
10 de mayo de 2011
¿Cómo descubriste tu vocación?
Qué pregunta corta y a la vez tan larga de contestar… Diría que todo empezó cuando Anita, una amiga, me invitó a un campamento de promoción social. Tenía 14 años. Fuimos y fue ahí cuando Dios me tocó el corazón. La pobreza que vi ahí me movilizó mucho. Después empecé a ir por el Centro Montes Grandes, en San Isidro (Argentina), cerca de la casa de mis padres y así empecé a conocer más el Opus Dei.
Qué pregunta corta y a la vez tan larga de contestar… Diría que todo empezó cuando Anita, una amiga, me invitó a un campamento de promoción social. Tenía 14 años. Fuimos y fue ahí cuando Dios me tocó el corazón. La pobreza que vi ahí me movilizó mucho. Después empecé a ir por el Centro Montes Grandes, en San Isidro (Argentina), cerca de la casa de mis padres y así empecé a conocer más el Opus Dei.
María con Lea, sobrina de una de las mujeres que participa de los cursos de formación
Al tiempo hice otra promoción social y me hice más amiga de la chica que daba los medios de formación cristiana a los que yo asistía. Hablé mucho con ella y recuerdo haberle dicho –entre lágrimas– que sentía que Dios me pedía más. Pero también le dije que quería ser cualquier cosa menos numeraria. Mientras tanto, seguí conociendo más el Opus Dei y me confesaba con un sacerdote de la Obra.
Mi vida continuaba pero yo no estaba tranquila, y esa falta de tranquilidad se notaba también exteriormente. Al mismo tiempo, le pedía al Señor que si quería algo de mí, me mostrara una señal. Llegó la fiesta de la Transfiguración y ese día, cuando volví del colegio, me puse a rezar como hacía habitualmente. Busqué en la Biblia para leer sobre la Transfiguración y vi que la cita era Mt, 19,16. En vez de lo que estaba buscando me encontré con el joven rico. Voluntad de Dios que me confundiera la cita. Después de leer ese pasaje cerré la Biblia y dije: “No quiero ser numeraria”, y me puse a llorar porque era claramente lo que Dios me estaba pidiendo; dejarlo todo y seguirlo. Fue así como vi mi vocación; el 19 de septiembre del 2003, cuando el estaba en Argentina, escribí la carta pidiendo
Mi vida continuaba pero yo no estaba tranquila, y esa falta de tranquilidad se notaba también exteriormente. Al mismo tiempo, le pedía al Señor que si quería algo de mí, me mostrara una señal. Llegó la fiesta de la Transfiguración y ese día, cuando volví del colegio, me puse a rezar como hacía habitualmente. Busqué en la Biblia para leer sobre la Transfiguración y vi que la cita era Mt, 19,16. En vez de lo que estaba buscando me encontré con el joven rico. Voluntad de Dios que me confundiera la cita. Después de leer ese pasaje cerré la Biblia y dije: “No quiero ser numeraria”, y me puse a llorar porque era claramente lo que Dios me estaba pidiendo; dejarlo todo y seguirlo. Fue así como vi mi vocación; el 19 de septiembre del 2003, cuando el estaba en Argentina, escribí la carta pidiendo
María (izquierda), con sus amigas Nelly y Setph
No puedo dejar de contar que la Virgen de Luján tuvo y tiene mucho que ver con esto. Es por eso que le tengo gran devoción y desde Camerún le encomiendo muchas cosas.
¿Qué significa para ti ser del Opus Dei?
Para mí la Obra es mi familia. Es una familia muy grande a la cual tengo que cuidar y cuida mucho de mí. Es mi camino de santidad, la ruta para llegar al cielo. Siento que San Josemaría me cuida; y mucho. Agregaría que desde que estoy en Camerún, más aún. Es en las cosas pequeñas de cada día que me ayuda, pero es increíble, me cuida como un padre.
¿Desde cuándo y por qué estás en Camerún?
Llegué a Camerún el 3 de septiembre de 2010, hace ya, ocho meses. Desde entonces, cada día aprendo algo nuevo de las personas que viven en este país. El porqué o más bien la razón por la cual estoy acá, es Dios. Descubrí mi vocación hace poco más de siete años y desde entonces siempre quise venir a África. Siempre se lo comentaba en las cartas que le escribía al Prelado de la Obra y a las directoras. Y, después de un tiempo, me preguntaron si me gustaría ir a Camerún. Y aquí estoy, tratando de vivir cada día como si fuera el único y trabajando con los cameruneses.
¿Cuál fue tu primera impresión del lugar?
La primera impresión fue lo verde que era el lugar, muy tropical; y recuerdo que hacía mucho calor. También me gustó ver, apenas bajé del avión, a todas las personas de color. Pero otro recuerdo que tengo, muy significativo y a partir del cual empecé a entablar un lazo con África, es el viaje en avión. Estaba sentada entre dos personas, un señor congolés que leía el libro “Comer, Rezar, Amar”, y otro más joven, muy robusto, que viajaba a Camerún a visitar a su familia. Eran como dos angelotes de la guarda, uno en cada costado.
¿Dirías que estás adaptada? ¿Te cuesta?
La adaptación creo que la sigo haciendo; es un proceso dinámico e intensivo. Ahora que ha pasado un poco de tiempo, diría que lo que más costó fue el idioma; en definitiva, es lo que te permite entablar relaciones. También cuesta dejar a las personas que quieres y que te quieren. Llego a la conclusión de que lo importante son las personas, el amor que les das y que ellas te dan; no lo que comes o el lugar en el que vives. Y algo que ayuda mucho es el hecho de que no estoy sola, vivo con otras personas y eso contribuye a que la adaptación sea más fácil. También el apoyo y cariño que recibo desde Argentina.
¿Qué rescatas de los cameruneses en general?
Rescato el espíritu que tienen, diría la “energía” y alegría con la que viven cada día; la generosidad, aún cuando se tiene muy poco; y la hospitalidad: cómo te reciben, te agasajan y se preocupan por ti. También la perseverancia, no bajan los brazos por nada.
¿Y de la gente de tu edad?
La gente de mi edad es muy estudiosa. Me sorprendió ver a muchas chicas cursando su segunda carrera. Tienen proyectos muy ambiciosos –aunque serias dificultades para llevarlos a cabo–, son inquietas y muy divertidas.
¿Cuál es tu trabajo profesional?
Estoy trabajando en dos proyectos que me ayudan mucho a conocer Camerún. En uno damos formación en gestión a mujeres rurales para que comiencen o mejoren la actividad que realizan. El otro proyecto tiene que ver con escuelas rurales y consiste en dar formación a padres, profesores y alumnos.
¿Qué significa para ti ser del Opus Dei?
Para mí la Obra es mi familia. Es una familia muy grande a la cual tengo que cuidar y cuida mucho de mí. Es mi camino de santidad, la ruta para llegar al cielo. Siento que San Josemaría me cuida; y mucho. Agregaría que desde que estoy en Camerún, más aún. Es en las cosas pequeñas de cada día que me ayuda, pero es increíble, me cuida como un padre.
¿Desde cuándo y por qué estás en Camerún?
Llegué a Camerún el 3 de septiembre de 2010, hace ya, ocho meses. Desde entonces, cada día aprendo algo nuevo de las personas que viven en este país. El porqué o más bien la razón por la cual estoy acá, es Dios. Descubrí mi vocación hace poco más de siete años y desde entonces siempre quise venir a África. Siempre se lo comentaba en las cartas que le escribía al Prelado de la Obra y a las directoras. Y, después de un tiempo, me preguntaron si me gustaría ir a Camerún. Y aquí estoy, tratando de vivir cada día como si fuera el único y trabajando con los cameruneses.
¿Cuál fue tu primera impresión del lugar?
La primera impresión fue lo verde que era el lugar, muy tropical; y recuerdo que hacía mucho calor. También me gustó ver, apenas bajé del avión, a todas las personas de color. Pero otro recuerdo que tengo, muy significativo y a partir del cual empecé a entablar un lazo con África, es el viaje en avión. Estaba sentada entre dos personas, un señor congolés que leía el libro “Comer, Rezar, Amar”, y otro más joven, muy robusto, que viajaba a Camerún a visitar a su familia. Eran como dos angelotes de la guarda, uno en cada costado.
La adaptación creo que la sigo haciendo; es un proceso dinámico e intensivo. Ahora que ha pasado un poco de tiempo, diría que lo que más costó fue el idioma; en definitiva, es lo que te permite entablar relaciones. También cuesta dejar a las personas que quieres y que te quieren. Llego a la conclusión de que lo importante son las personas, el amor que les das y que ellas te dan; no lo que comes o el lugar en el que vives. Y algo que ayuda mucho es el hecho de que no estoy sola, vivo con otras personas y eso contribuye a que la adaptación sea más fácil. También el apoyo y cariño que recibo desde Argentina.
¿Qué rescatas de los cameruneses en general?
Rescato el espíritu que tienen, diría la “energía” y alegría con la que viven cada día; la generosidad, aún cuando se tiene muy poco; y la hospitalidad: cómo te reciben, te agasajan y se preocupan por ti. También la perseverancia, no bajan los brazos por nada.
María trabaja en dos proyectos de formación vinculados al mundo rural
La gente de mi edad es muy estudiosa. Me sorprendió ver a muchas chicas cursando su segunda carrera. Tienen proyectos muy ambiciosos –aunque serias dificultades para llevarlos a cabo–, son inquietas y muy divertidas.
¿Cuál es tu trabajo profesional?
Estoy trabajando en dos proyectos que me ayudan mucho a conocer Camerún. En uno damos formación en gestión a mujeres rurales para que comiencen o mejoren la actividad que realizan. El otro proyecto tiene que ver con escuelas rurales y consiste en dar formación a padres, profesores y alumnos.
La próxima casa de convivencias en Mehandan, a las afueras de Yaundé (Camerún)
¿En qué consiste la labor del Opus Dei en Camerún y en África en general?
Cada país de África es muy diferente; la Obra está en Nigeria, Costa de Marfil, Congo, Uganda, Kenia y Sudáfrica. En lo que refiere a Camerún, estamos en dos capitales Yaundé y Douala. En la primera hay tres centros para chicas: Sorawell –una escuela hotelera–, Rigel –un centro de estudios al que vienen muchas chicas a estudiar y organizamos actividades–, y Valdor –un centro para la formación de las mamás–.
En Douala hay un centro que se llama Portbell y es muy completo. También estamos en Buea, donde vive Verónica, una supernumeraria, y en estos días estamos comenzando la casa de convivencias en Mehandan, a las afueras de Yaoundé. También hacemos viajes a Bamenda para actividades concretas. Hay mucho por hacer, así que invito a todos los que lean esta entrevista a echar una mano porque es “Time for Africa”.
¿Conseguiste hacer amigas? ¿Quiénes son?
Hice muchas amigos y muy variadas. ¿De dónde? Personas de la Obra, gente que viene a Rigel, personas que estudiaron francés conmigo, personas que conocí en la pileta donde suelo ir a nadar los domingos, y locales de los pueblos que voy conociendo.
¿Cómo vive tu familia el hecho de que estés tan lejos?
Habría que preguntarle a cada uno; las respuestas pueden ser tantas y tan variadas como cantidad de personas hay en mi familia. Pero, a raíz de esta entrevista, aproveché para preguntarles a algunos qué pensaban. Y la respuesta de mi madre fue: “Lo vivo con mucha paz y cuando te extraño, pienso que es un proyecto que quieres vivir a fondo y que la Virgen te cuida mejor que nadie”. Mis hermanos sé que me extrañan muchísimo pero están contentos de que esté haciendo lo que me gusta.
¿Cómo te imaginás el futuro?
Me apasiona el presente. Porque para que haya un mañana tiene que haber un hoy, y si no eliges bien hoy, difícil será hacerlo mañana. Vivo cada día preparando un mañana y tratando de sacar experiencia del pasado.
Cada país de África es muy diferente; la Obra está en Nigeria, Costa de Marfil, Congo, Uganda, Kenia y Sudáfrica. En lo que refiere a Camerún, estamos en dos capitales Yaundé y Douala. En la primera hay tres centros para chicas: Sorawell –una escuela hotelera–, Rigel –un centro de estudios al que vienen muchas chicas a estudiar y organizamos actividades–, y Valdor –un centro para la formación de las mamás–.
En Douala hay un centro que se llama Portbell y es muy completo. También estamos en Buea, donde vive Verónica, una supernumeraria, y en estos días estamos comenzando la casa de convivencias en Mehandan, a las afueras de Yaoundé. También hacemos viajes a Bamenda para actividades concretas. Hay mucho por hacer, así que invito a todos los que lean esta entrevista a echar una mano porque es “Time for Africa”.
¿Conseguiste hacer amigas? ¿Quiénes son?
Hice muchas amigos y muy variadas. ¿De dónde? Personas de la Obra, gente que viene a Rigel, personas que estudiaron francés conmigo, personas que conocí en la pileta donde suelo ir a nadar los domingos, y locales de los pueblos que voy conociendo.
María Magrane (abajo a la derecha) con amigas
Habría que preguntarle a cada uno; las respuestas pueden ser tantas y tan variadas como cantidad de personas hay en mi familia. Pero, a raíz de esta entrevista, aproveché para preguntarles a algunos qué pensaban. Y la respuesta de mi madre fue: “Lo vivo con mucha paz y cuando te extraño, pienso que es un proyecto que quieres vivir a fondo y que la Virgen te cuida mejor que nadie”. Mis hermanos sé que me extrañan muchísimo pero están contentos de que esté haciendo lo que me gusta.
¿Cómo te imaginás el futuro?
Me apasiona el presente. Porque para que haya un mañana tiene que haber un hoy, y si no eliges bien hoy, difícil será hacerlo mañana. Vivo cada día preparando un mañana y tratando de sacar experiencia del pasado.
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