viernes, 18 de diciembre de 2009

LO QUE EL TIEMPO SE LLEVO

Con la creación del “star system” se hizo patente que las estrellas se convirtieran en total glamour y elegancia como el público demandaba por lo que surgió todo un despliegue de profesionales, entre ellos varios diseñadores que alcanzaron un gran renombre a pesar de no realizar ningún año desfile alguno.

¿Imagináis a Kim Novak en vértigo sin ese traje sastre gris?

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“Quiero ropas que hagan soñar al público”, decía Cecil B. de Mille, “no deseo que en mis películas aparezcan vestidos que uno podría encontrar en una tienda”. Los magnates del entendían que una parte de la magia estaba en el vestuario de las estrellas.

El vestuario no se seleccionaba al azar. Era pensado y diseñado tanto para el personaje como para el actor o la actriz, para transmitir una emoción en el espectador. La ropa es lo primero que describe al personaje, antes que el diálogo. Detrás de un vestuario de cine hay un gran trabajo estético y de diseño. El diseñador de vestuario marca un estilo y las líneas de color de acuerdo con la estética de la película y de manera que armonice, no compita, con la escenografía y la iluminación.

El diseñador hace una propuesta que toma en consideración la sicología del personaje y lo que se necesita transmitir con la ropa que usará, pero también piensa en telas y texturas que beneficien al fotográfo y que luzcan en cámara.

Todas estas condiciones y muchas más las tomaron en cuenta los diseñadores de estudio.

Al hablar de moda y cine, es obligado citar al famoso triunvirato: los diseñadores Adrian, Travis Banton y Orry Kelly.

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Todos desembarcaron en Hollywood en torno a los años treinta, y llegaron a manejar un presupuesto anual de más de seis millones de dólares. Aunque trabajaron en centenares de filmes, sus historias estuvieron ligadas al nombre de determinadas actrices.

Orry Kelly, sus principales actrices fueron Bette Davis (Jezabel)

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el vestido rojo más famoso en blanco y negro.

y Katharine Hepburn quien guardaba de él un recuerdo especial, ya que diseñó el vestuario de su primera obra en Broadway, y lo mismo Shirley McLaine, para quien trabajó en Irma la dulce.

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También fue el artífice del vestuario de dos películas míticas: Casablanca y Un americano en París, por la que en 1951 recibió el primero de sus cuatro Oscar.

Adrian no ganó ninguna estatuilla. Pero fue desde 1928 el diseñador estelar de la MGM, y trabajó en casi 200 películas: Historias de Filadelfia, Grand Hotel o La viuda alegre.

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De aquellas que en la pantalla vistió, ninguna como Greta Garbo. Ningún otro diseñador hubiese apuntalado tan magistralmente su aura de estrella. En La Dama de las Camelias, creó un vestuario acorde con el espíritu del personaje: una cortesana que conserva su pureza interior. Por eso la vistió de blanco inmaculado, un blanco que derivará en gris y luego en negro, cuando la vida de Margarita se vaya apagando.

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Y Greta Garbo entendió que podría fiarse siempre del instinto certero de Adrian. Fue el primero que vio en su delgadez extrema un recurso. La liberó de corsés y hombreras, e hizo resaltar su esqueleto. En Ninotchka vistió la metamorfosis de la severa ciudadana soviética deslumbrada finalmente por las costumbres occidentales.

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el imposible sombrero que sólo "the face" podía llevar.

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En María Waleska la convirtió en una aristócrata con vestidos de gasa que parecían flotar.

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Y la divina Garbo hizo de Adrian no sólo su modista preferido (diseñó el vestuario de 17 de sus filmes), sino también su confidente y su amigo. Quiso que él y su amante, Mercedes Acosta, estuviesen en contacto permanente. Incluso cuando preparaba los bocetos para vestir a Greta Garbo en Mata Hari, escuchó los consejos Mercedes para algunos de los modelos.

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El idilio entre Greta y Adrian terminó cuando ésta se puso a las órdenes de Cukor para rodar La mujer de las dos caras, y la Metro Goldwyn Mayer tuvo una reunión con el diseñador: quería modernizar la imagen de la Garbo. Adrian se negó. No podía ni quería vestirla como a las demás mujeres. Se despidió: “Cuando el glamour acaba para Garbo, acaba para mí”, dijo antes de dar un portazo. Cuando acabó la película de Cukor, Greta se dio cuenta de por qué Adrian se negaba a hacer lo que le pedían los productores. Su nueva imagen la derrotaba. Se sintió vieja, fea, vulgar. La habían convertido en una mujer igual a las otras. Y Garbo empezó a pensar que había llegado el momento de decir adiós.

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Travis Banton, su carrera comenzó en 1917 tras realizar los vestidos para el filme Poppy, de Norma Talmadge, y se consolidó cuando Mary Pickford le pidió que diseñase su vestido de novia para su boda con Douglas Fairbanks.


Poco después, la Paramount contrataba sus servicios en exclusiva, y Banton se convertía en el favorito de las grandes actrices de los años veinte: Clara Bow, Pola Negri o Florence Vidor lucieron las creaciones de Banton.

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En los años treinta, otras bellezas se pusieron en sus manos: Claudette Colbert, Carle Lombard y Marlene Dietrich. De Banton se decía que, con sólo almorzar con una mujer, era capaz de saber exactamente qué tenía que resaltar en ella.

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Fue Travis Banton quien introdujo en Hollywood a Edith Head, que obtuvo su primer Oscar en 1949 por "La heredera".

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Fue ella quien vistió para su primer rol protagonista a Audrey Hepburn. Cuando William Wyler le dio el papel principal de Vacaciones en Roma, la experiencia de Audrey no pasaba de unos cuantos papeles y el de Gigi en la obra teatral basada en la novela de Colette.

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Pero, tras el estreno, Billy Wilder le ofreció el papel protagonista en Sabrina, junto a Humphrey Bogart y William Holden. El vestuario quedó en manos de Edith Head, pero teniendo en cuenta que debía haber un antes y un después en la vida de la protagonista del filme, decidieron encargar a un maestro de la alta costura los trajes que iba a lucir la nueva Sabrina. Y llamaron al diseñador de alta costura Hubert de Givenchy.

Cuando se empezó a rodar la película, Hepburn confesaba sentirse acomplejada por su físico. En una época en que Hollywood estaba tomado por mujeres explosivas, ella era sólo un maravilloso esqueleto de apenas cincuenta kilos. Pero Edith Head sabía que bastaba con su encanto. Por eso creó para la Sabrina adolescente un look basado en pantalones pitillo, jersey y bailarinas.

Y era en la mujer de mundo donde entraba Hubert de Givenchy.

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Dicen que, al saludarse, entre él y Audrey saltó la chispa: “Nos entendimos nada más vernos”, dijo el diseñador. Y aquella película supuso el inicio de una larguísima relación entre el diseñador y la actriz, que confesaría una vez: “Dependo de Givenchy tanto como las americanas dependen de su psiquiatra”. Para ella crearía los vestidos de Charada, Encuentro en París y, por supuesto, de Desayuno con diamantes.

Aunque Audrey hizo de Givenchy su diseñador fetiche, otros trabajaron con ella en diferentes filmes. María de Matteis la convirtió en la Natacha de Guerra y Paz, de King Vidor, y una serie de estrellas del diseño de finales de los años sesenta (entre ellas, Mary Quant y Paco Rabanne) se pusieron a su servicio en Dos en la carretera.

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Un caso aparte es el del genial Cecil Beaton, autor del vestuario y la escenografía de My Fair Lady. Para Eliza Doolittle, Beaton ideó una batería de trajes espectaculares, algunos de ellos inspirados en creaciones de Paul Poiret. Con sus diseños para My Fair Lady, el fotógrafo Beaton consiguió su segundo Oscar al mejor vestuario.

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En cuanto a Edith Head, la primera diseñadora que vistió a Hepburn en un papel protagonista, ha pasado por derecho propio a la historia de Hollywood. Se encargó del vestuario de 500 películas, y obtuvo siete Oscar y 33 nominaciones.

En 1923 Howard Creer contrata a Edith Head para que dibujara bocetos de vestuario propuestos para los proyectos del estudio. Edith Head crea el vestuario de actores secundarios en las películas de pequeño presupuesto pero al poco tiempo estrellas como Clara Bow o Mae West exigían sus diseños para sus películas.

Uno de los primeros éxitos fue el vestuario de Dorothy Lamour en “The jungle princess”, pareos y bañadores estampados que marcaron la moda en las playas en los años treinta.

Después llegó Bette Davis en “Eva al desnudo” y los trajes de noche negros, los abrigos de pieles y los broches y pulseras de brillantes (El traje de cóctel de Eva al desnudo de Bette Davis era producto de una equivocación: cuando se lo probó le iba tan ceñido que no podía subirse las mangas por lo que improvisó el escote con un broche de diamantes).

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Vistió a Gloria Swanson en “El crepúsculo de los dioses” con glamour decadente y excesivo. Dulcificó el físico de Elizabeth Taylor con amplias faldas entalladas en la cintura y acentuó sus brazos y hombros. Audrey Hepburn en “Vacaciones en Roma” y Marlene Dietrich en “Testigo de cargo”, dos actrices que por sí mismas marcaron tendencia en la moda.

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Edith Head creó este vestido a juego con sus famosos ojos

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Mis favoritos son los vestidos de Grace Kelly en “la ventana indiscreta” y “Atrapa a un ladrón”, quien aparecía sumamente elegante y sofisticada. El director favorito de Edith Head era Alfred Hitchcock, ambos se reconocían en la inteligencia del otro y el talento en su trabajo.

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con las alpargatas de Castañer

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La vida personal de Edith fue un desastre, en su relación con los actores, con los directores y ¿ella? Bueno, se dice que intentó contentar a todo el mundo, lo que no se sabe si realmente el no preocuparse de ella misma es una de las causas que derivó en su suicidio.

Edith Head fue pionera en el uso de los colores neutros y en la transformación de su propia imagen en icono: siempre iba parapetada tras unas gafas oscuras,lo que posteriormente ha sido copiado, entre otros, por Lagerfeld o Anne Wintour, fue además pionera del minimalismo, nunca vestía de color, siempre con los mismos trajes.

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en la película de animación "los increíbles" se hace un guiño a su figura

Evidentemente no era la mejor, su propio predecesor, Travis Banton era mejor que ella, pero un vestuario diseñado por ella siempre era perfecto, para el actor, para la trama, para el director.

Grace Kelly fue también vestida por otra diseñadora legendaria: Helen Rose, que creó los vestidos de princesa que Grace lució en la película, El cisne, y en su último filme, Alta sociedad.

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Fue también la diseñadora de su traje de novia, elaborado con un encaje de cien años de antigüedad que compró a un museo. Fue el secreto mejor guardado de la Metro, y viajó de América a Mónaco en un baúl parecido a un ataúd para esquivar la curiosidad de los paparazzi.

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Diseñadores como Edith Head o Givenchy se asociaban a la imagen de actrices de elegante belleza, pero las chicas más explosivas de Hollywood también contaron con diseñadores especializados en realzar curvas y acentuar su lado más sexy.

El nombre de William Travilla está unido al de Marilyn Monroe, para quien diseñó el vestuario de ocho películas. La relación de Monroe y Travilla trascendió a la pantalla, y fueron amantes durante un tiempo, y amigos, toda la vida. Una de sus cuatro nominaciones al Oscar la obtuvo por "Cómo casarse con un millonario", aunque ninguno de los modelos que creó para Marilyn fue tantas veces fotografiado como el vestido blanco cuya falda levantaba el aire del metro de Nueva York en La tentación vive arriba. Travilla había dado muchas vueltas a aquel vestido: “Quería que Marilyn pareciese limpia y fresca en medio del calor de Nueva York, pero también bonita, divertida, inocente, casi ajena a su atractivo”. Él decía siempre que los vestidos que diseñaba para la actriz “eran un acto de amor”.

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Marilyn con Travilla

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Sin embargo, uno de los más famosos trajes de Marilyn, el que vestía cuando cantó a Kennedy el Happy birthday, fue obra de otro experto: Jean Louis, que pasará a la historia por el traje negro que llevaba Rita Hayworth en Gilda.

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Aquel modelo estaba inspirado en un cuadro de John Singer Sargent, Madame X.

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Jean Louis trabajó también para Rita en La dama de Shanghai y obtuvo un Oscar por el vestuario de "Un Cadillac de oro macizo", y 14 nominaciones. Una de ellas la mereció por Ha nacido una estrella, donde trabajó en colaboración con otra grande de la aguja: Irene Sharaff quien ganó cinco Oscar, dos de ellos por su trabajo en películas protagonizadas por Elizabeth Taylor: "Cleopatra" y "¿Quién teme a Virginia Woolf?", aunque Hollywood la recuerda también por sus diseños en "Hello, Dolly" y "West side story".

Además de Givenchy, otros genios de la alta costura fueron seducidos por el cine. Pierre Balmain trabajó en 17 filmes, y Christian Dior obtuvo un Oscar por los vestidos de "Estación Termini".

Tampoco Coco Chanel fue insensible a la llamada de la gran pantalla.

A principios de los años treinta, Samuel Goldwyn le ofreció un millón de dólares por trasladarse a Hollywood para trabajar como asesora de vestuario de la MGM. Además, debería vestir dentro y fuera de la pantalla a cuatro estrellas de la Metro: Norma Talmadge, Ina Claire, Lily Damita y Gloria Swanson, para quien confeccionó los vestidos de "Esta noche o nunca".

Cuando, unos días antes de empezar el rodaje, la Swanson hizo la prueba definitiva de sus vestidos, Chanel notó que había engordado, y habló con la actriz: “Deje de atiborrarse, o ninguno de estos trajes le servirá”. La actriz confesó que estaba embarazada, y que nadie debía saberlo hasta el final de la película. La diseñadora ideó entonces un complicado sistema de fajas elásticas para adaptar a cada modelo y disimular así el estado de Swanson.

La aventura americana de Chanel no acabó demasiado bien. Hollywood no estaba preparado para el estilo Chanel, para sus trajes de chaqueta y la elegante austeridad de sus vestidos. Querían diseños más chillones, más llamativos y prendas más recargadas. El cine en blanco y negro debía escapar de la simplicidad. Poco después, el color haría necesaria la austeridad que ella intentó llevar a los platós de la MGM.

Aunque la colaboración con la Metro duró apenas dos años, Coco volvió a trabajar en el cine, cuando Lucchino Visconti puso en sus manos Romy Schneider, que iba a protagonizar "Bocaccio 70". El italiano y Chanel decidieron que había llegado el momento de que dejase de ser Sissi. Chanel se convirtió en el pigmalión de Schneider. Su confianza en mademoiselle era tanta, que consintió en que convirtiese un espectacular abrigo de visón que acababa de regalarle Visconti en el forro de una simple gabardina.

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