jueves, 14 de enero de 2010

GORGOJOS QUE CURAN

Seudociencia: una red de familias distribuye en el país un tipo de escarabajo al que atribuye propiedades curativas

Un analista de sistemas de la ciudad de Oberá, Misiones, redactó un manual y fomenta su ingesta a través de Internet

o El Ulomoides dermestoides ingresó en el país desde Paraguay proveniente de Asia.
o Entomólogos del Conicet afirman que pueden convertirse en plaga para los granos.

Son chiquitos, oscuros, se reproducen a toda velocidad y tienen alas tan duras que se confunden con un caparazón. Se trata de los tenebriónidos, un tipo de escarabajo que el saber popular denomina gorgojos. Créase o no, en nuestro país más de 100.000 personas los consumen vivos con la esperanza de aliviar dolores o de curar enfermedades crónicas.

Desde hace cuatro años, un analista de sistemas de la ciudad misionera de Oberá, Rubén Dieminger, promueve un tratamiento que consiste en la ingesta de unos 4900 tenebriónidos durante 140 días para curar desde artritis hasta mal de Parkinson, cáncer o sida.

Sin embargo, al ser interrogado sobre los fundamentos de esta terapia, responde que no tiene "ninguna formación en salud para avalar la investigación científica de los gorgojos".

No apto para estómagos sensibles, el tratamiento que Dieminger tomó de Arnoldo Rssler, colono de la ciudad misionera de Leandro N. Alem, se basa en los Ulomoides dermestoides, originarios de Asia.

A medida que sus supuestos "beneficios" se difunden de boca en boca y a través de Internet, aumentan sus consumidores y, a su vez, muchos argentinos los ingresan desde Paraguay sin autorización para criarlos en sus casas.

Según Dieminger, su objetivo es que el Estado investigue los aportes curativos -si es que los tuvieran- de los tenebriónidos, que, afirma, aumentarían el nivel de defensas del sistema inmunológico. Para esto, organizó con su familia y "pocos amigos" la Fundación Avanzar, en Oberá. Con ella respalda la Cadena del Gorgojo, que fomenta el consumo de estos bichitos a través de una red de distribución gratuita formada por 380 familias que los crían en sus hogares. Para todos ellos, los tenebriónidos son "un antibiótico antitumoral y un antineoplásico natural".

La hipótesis de Dieminger es simple. Según su manual de bolsillo, al llegar al estómago los gorgojos se mueren y liberan proteínas, aminoácidos y una sustancia desconocida que denomina coleotoxina . "Es sólo una forma de trazar un paralelo entre la crotoxina y la toxina encontrada en este coleóptero", admitió a LA NACION este investigador autodidacto sui géneris.

Para formular su hipótesis, Dieminger analizó cualitativamente (sic) los resultados que le comentaron "pocas personas" con distintas enfermedades y que ingirieron los bichitos sin abandonar el tratamiento tradicional.

"Mi objetivo es que el Estado investigue y arme un supercriadero de gorgojos para las personas sin recursos -apuntó Dieminger-. El gobierno se involucrará cuando considere que es un negocio político interesante."

Un regalo de Dios

Pero esto no es todo. Cientos de entrerrianos consumen en Paraná estos bichitos a partir de los elogios que difunde el padre Antonio Orlando Mattiassi, de la iglesia Inmaculado Corazón de María, en el barrio Bajada Grande. Allí, a pesar de la insistencia de Dieminger en que no se lucre con la desesperación, la distribución no es del todo gratuita.

"Los gorgojos son un regalo de Dios Padre a la humanidad sufriente y especialmente para los más pobres, que no pueden pagarse medicamentos costosos, y para darles una lección a los grandes laboratorios que especulan con la vida de los desposeídos."

Esta frase aparece en los volantes que el padre Mattiassi entrega a la feligresía de su parroquia.

"Si lo recibiste gratuitamente, dalo gratuitamente", continúa equívocamente el texto, que pide una colaboración de "al menos" siete pesos por cada recipiente con gorgojos suficientes para iniciar su reproducción "casera" valiéndose de harina de salvado o de maíz, cáscaras de banana o maní.

"Deben ingerirse vivos, ya que al llegar al estómago mueren y liberan la crotoxina (sic)", afirma el volante que atribuye a los tenebriónidos la cura del cáncer, los tumores, las úlceras externas e internas, la artritis, la artrosis, el mal de Parkinson, la diabetes, el asma, la soriasis, la osteoporosis o el sida.

Consultado al respecto, el presbítero Fernando Montejano, encargado del Litoral para la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina, dijo conocer que "el padre Mattiassi fomenta esa terapia en Paraná".

"El Arzobispado (de Paraná) no ha tomado aún ninguna posición al respecto -dijo a LA NACION-. En lo personal, he tenido mis reparos porque no se puede jugar con la gente. Por el momento no puedo hacer otra cosa que esperar hasta que asuma el nuevo arzobispo, monseñor (Mario) Maulión."

Mientras tanto, los tenebriónidos orientales -importados sin autorización- están dispersos en el país y ya son una "plaga potencial para los granos y los cereales almacenados", según un informe publicado en el último número de la revista de la Sociedad Argentina de Entomología.

Uno de sus autores es el doctor Gustavo Flores, del Laboratorio de Entomología del Instituto Argentino de Investigación de las Zonas Aridas (Iadiza) del Conicet, en Mendoza.

Especialista en tenebriónidos, Flores se lamentó de que esta especie haya ingresado en la Argentina.

Una plaga potencial

"Si se libera, el Ulomoides dermestoides es una potencial plaga para los granos almacenados -explicó el entomólogo Gustavo Flores durante un largo diálogo telefónico con LA NACION-. Y no sería nada bueno para el país, que quiere aumentar sus exportaciones."

Flores atribuyó su existencia a la falta de controles adecuados en las aduanas. "Entraron bichos vivos a Misiones desde Paraguay y los repartieron a todo el país", aseguró.

Los dos casos más alarmantes, citados en el informe, ocurrieron en la provincia de Buenos Aires. Tenebriónidos orientales atacaron el pan en una panadería de La Plata en noviembre de 2000. Al año siguiente, en Magdalena, el propietario de un silo denunció que los granos de trigo estaban infectados.

"La gente debe tener más cuidado y no desparramarlos abiertamente, ya que al ser voladores y tener buen olfato no tienen problemas para encontrar comida", dijo Flores. Un dato importante: al no ser originarios del país, aún no tienen enemigos naturales que puedan poner límites a su propagación.

Entre los médicos, la sorpresa no fue menor ante el relato de las propiedades que se atribuyen a los gorgojos .

"Usted me debe estar cargando", se asombró el director médico de la Fundación Huésped, Pedro Cahn, al ser consultado sobre su uso contra el sida.

"Este asunto no resiste el menor análisis", agregó con vehemencia, antes de dejar muy en claro que los tratamientos "hay que ensayarlos y someterlos a prueba". Por su parte, la presidenta de la Asociación Argentina de Médicos Naturistas, Elba Albertinazzi, insistió en que "en la medicina no hay magia".

Si bien dejó lugar a la posibilidad de que la ingesta de los bichitos "estimule el sistema inmunológico" -hecho que aún carece de comprobación científica-, Albertinazzi consideró imprescindible que los pacientes "no se enganchen con acciones complementarias y abandonen el tratamiento médico".

En tanto, el investigador en oncología Roberto Bitton, del Hospital de Clínicas, le restó toda seriedad al tratamiento. "Cuando no hay demasiado que hacer, la gente recurre a cualquier cosa -opinó-. La mayoría de estas terapias se populariza de boca en boca."

Bitton comentó, además, que dos de sus pacientes ingerían los bichitos y "no les sirvió para nada".

La Academia Nacional de Medicina, en tanto, optó por el silencio al ser consultada por LA NACION. "La Academia de Medicina no emite opinión en cuestiones no científicas", fue la respuesta transmitida a esta cronista en nombre de sus autoridades.

Delia Nakakaneku, de 49 años, consume los tenebriónidos "como prevención" desde hace más de un año. Asegura que el consumo de estos tenebriónidos es milenario. "En la Argentina están desde hace diez años -afirmó-. Los traían conocidos de la comunidad japonesa que venían de Paraguay."

Delia, que para poder ingerirlos los colocaba dentro de cápsulas, les atribuye propiedades analgésicas y cicatrizantes que asegura haber comprobado por propia experiencia. El año último, a poco de cumplir los 140 días de ingesta, le bajó la presión mientras cocinaba y metió la mano en una olla con agua hirviendo. El diagnóstico de los médicos del Hospital Alemán fue "quemadura de tercer grado y medio". Le auguraron tres meses de recuperación. Sin embargo, afirma que el tejido dañado se regeneró en un mes. "Si se toman con fe, la cura es más rápida", aseguró.

Otro caso es el de Lidia Rigone, de 88 años. Tiene artrosis y los consume desde hace 45 días. Si bien aún no mejoró, confía en que en unos meses pasarán los dolores de cadera que no alivian las pastillas que le recetó su médico. "Hace mucho oí comentarios de que los gorgojos curan -explicó-. Y ahora tengo tantos dolores que empecé a tomarlos."

Las primeras ingestas, recuerda, le causaron una fuerte colitis que disminuye a medida que pasan los días e ingiere más bichitos. "Cierro los ojos y aguanto", afirma, al comentar que espera la hora del mate, por la tarde, para tomarlos en un vaso con agua.

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