domingo, 2 de octubre de 2011

NICOL NEUMANN

nicole neumann en revista hola argentina 2011 Entrevista a Nicole Neumann para revista Hola Argentina 2011
Entrevista a Nicole Neumann para revista Hola Argentina 2011
En la edición de está semana de la revista Hola Argentina, ha salido una entrevista que le han hecho a la modelo Nicole Neumann. Gracias a que han subido un fragmento de la misma a su web, es que se las queremos dejar para que la disfruten!! Nose olviden de acercarse a su kiosco de revistas más cercano, para obtener un ejemplar de la revista, si es que desean leer la entrevista completa.
La pequeña Indiana, de 2 años, arrastra un triciclo y corretea por el jardín repleto de hojas secas vestida con un suéter de guardas alpinas y botas con piel. Mientras, en el interior de la casa, el padre mima a Allegra, su hermanita de cinco meses, que reúne lo mejor de los padres: los rasgos de uno de los jugadores más importantes del fútbol nacional (es el capitán de Vélez, actual campeón del Torneo Clausura) y los ojos azul profundo de la femme fatale que seduce a las cámaras desde hace casi veinte años. La imagen parece la postal de una familia perfecta. Y de alguna forma lo es. Pero nada de esto fue fácil: esta escena es el resultado de un enorme esfuerzo, de la voluntad inquebrantable de una mujer que trabaja desde hace diecisiete años y que fue articulando, minuciosamente, las condiciones necesarias para construir un hogar ejemplar.
La vida de Nicole Neumann (29) no fue sencilla: empezó a trabajar como modelo a los 12 años –hoy es una de las estrellas de Life Chekka– y, por la pésima relación que confiesa tuvo con su madre, a los 17 se fue a vivir con su novio. Luego se mudó a París y allí vivió un año sola. A los 18, en el aeropuerto Charles de Gaulle de la capital francesa, entre una multitud de turistas, reconoció de lejos a su padre: Bernd Unter Ruberbacher, un austríaco que no veía desde los 2 años, cuando él se separó de su madre y ambas regresaron solas a Argentina. “Cuando conocí a papá, fue muy fuerte; mi cabeza hizo un clic y dije: ‘Quiero ser yo misma y vivir feliz’, y me propuse dejar de tener relaciones conflictivas”, aclara. Tiempo después, en una producción de fotos, semidesnuda, conoció a Fabián Cubero (32). Se divorció de su primer marido, el músico Nacho Herrero, y en 2008 se casó en México con el que sería el padre de sus hijas. “Cuando lo conocí supe de inmediato que era la persona para mí y que íbamos a formar una linda familia.”
–¿Qué tiene Fabián que no tenían los otros?
–Está chapado a la antigua. Es de esos hombres que ya no quedan. El no se siente más macho por engañar a la mujer y andar haciendo cualquier cosa fuera de su casa. Al contrario, se siente más hombre por defender a su pareja pase lo que pase. Es una persona que antes de engañarte va a venir y te va a decir: “Mirá, esta relación no va más porque me pasa algo”. Y la verdad es que yo soy muy frontal y prefiero eso. Me parece que cuando dos personas están juntas debe ser porque las dos quieren estarlo. Y eso está buenísimo.
–Las cosas entre ustedes se dieron muy rápido…
–Sí, estuvimos un par de meses de novios hasta que inmediatamente supe que era “la” persona con la que quería tener hijos. Es un padrazo, mejor no habría podido elegir. Hace todo… El primer pañal en la clínica cuando nació Indiana lo cambio él. Estaba recuperándome de la cesárea y le dije: “Ayudame a levantarme que la tengo que cambiar” y me sorprendió muchísimo porque me dijo: “Dejá, lo hago yo”. Y pensé: “Wow”.
–¿Qué tal es como padre?
–Ejemplar. Hace todas las tareas: desde dormirlas, darles de comer y ni hablar de jugar… ¡Eso es lo que mejor le sale! Juega como un chico más. Entretiene a las mías y a todos los chicos que haya cerca. ¡Tiene un imán! Eso sí, no le pidas que ponga límites. ¡Es lo que más le cuesta!
–Ya tienen dos hijas, ¿quieren que vengan más?
–Me imagino una familia muy grande. Por lo menos un hijo más voy a tener, y sueño con adoptar. Me encantan las familias numerosas.
–¿Te considerás una madre sobreprotectora?
–En realidad, no soy ni un extremo ni el otro. Nadie sabe cómo ser mamá, no hay un manual. En algunas situaciones soy muy protectora y no me gusta delegar: no quiero que nadie más que yo las bañe, quiero estar con ellas a la hora de la comida, llevarlas al jardín. Y después hay otras cosas con las que no soy tan celosa; por ejemplo, cuando vamos a un cumpleaños o estamos en el campo, [a Indiana] la dejo que salga, camine, que se caiga, que la chupen los perros, que explore. No me preocupa eso. En los momentos que considero importantes, estoy muy presente. Después, prefiero dejarla ser y que descubra las cosas sola. Que sea libre.
–¿Te gustaría que tus hijas sean modelos, como vos, desde chicas?
–Ni loca quisiera que mis hijas trabajen desde tan chicas. No, ¡hasta los 18 que ni se les ocurra!
–¿En qué rasgos de Indiana te reconocés a vos misma?
–Es muy sensible, protectora y le encantan los animales. Le gusta mucho ir al campo y estar con los caballos, jugar con los perros y gatos. Y yo siempre fui así. Era la justiciera del colegio, siempre protegía a la más débil, a la que todos criticaban. En esas cosas me reconozco en ella. Además, tiene una personalidad muy marcada. Y pienso: “Dios mío, el carácter que tiene esta chica…”. Y Fabián me mira y me dice: “Y, bueno, ¿a quién te creés que salió? Tienen carácter fuerte, como vos”. Te hace enojar porque se empaca en hacer lo que quiere ¡y tiene 2 años y medio! Pero está buenísimo que sepa lo que quiere, porque eso siempre ayuda a ser fuerte y a enfrentarse con los problemas.
–¿Qué cosas te dan temor?
–Lo que más miedo me da es pensar en el futuro, en la etapa en la que empiecen a salir solas. La calle está muy complicada: desde la inseguridad hasta la gente que maneja como loca… y eso me da pánico, pero todavía falta, así que trato de relajarme. Por eso me vine a un barrio privado, porque quiero que pueda salir a andar en bici por la plaza.
–¿Sos celosa?
–Ya no. De chica era súper celosa. Pero por inseguridad. Lo trabajé en terapia, leí muchos libros. Y al final pensaba: “Necesito ser quien soy y que la gente me quiera así. Al que le gusta bien y al que no, no”. Luego de mucho tiempo, lo logré. Porque hasta que conocí a mi papá, tuve relaciones amorosas muy conflictivas. Cuando lo vi por primera vez, todo cambió. Pensé: “Bueno, basta, necesito estar bien, que nadie me quiera cambiar”. Me lo propuse así, de una forma concreta: “Quiero tener una pareja para formar una familia y ser feliz”. Y entonces lo encontré a Fabián.


¿Serías capaz de sobrellevar una infidelidad?
–Cuando era más chica, no tenía hijos y no estaba casa casada, perdoné.
–Estás casada con un jugador de fútbol exitoso, que acaba de salir campeón y es un momento en que las “botineras” son un asunto corriente. ¿Te sentiste “botinera” alguna vez?
–Nunca, porque no lo soy. Conocí a Fabián en una sesión de fotos. Es decir, me enamoré haciendo mi trabajo. Y me enamoré de él, no de su profesión ni de los mitos sobre su billetera. Creo que después del revuelo que se armó y de tanta repercusión sobre nuestra relación, se abrió un nuevo campo. Y algo que era tabú pasó a ser una moda, empezó a ser cool.
–¿Alguna vez te preocupó que haya “botineras” cerca de tu marido?
–No. Cada uno es grande y sabe cómo quiere hacer las cosas. También es bueno darse cuenta de con qué clase de persona estás.
–¿Tuviste alguna situación relacionada con ese universo?
–Una vez estábamos en un boliche festejando nuestro aniversario con amigos y se le tiraban encima. Pero estamos muy consolidados como pareja y nos tenemos mucha confianza. Estamos enamorados y amamos nuestra familia, nuestra vida y nuestro mundo. No hacen falta las escenas de celos, cada uno sabe hasta dónde puede ir. Si algún día vemos algo raro, es porque el amor y el respeto se habrán acabado. Y también la pareja. Me gusta que estemos juntos por elección y no por obligación. Si no, no seríamos felices.
–¿Cómo es la relación con tu mamá ahora?
–Nos vemos poco y nada, sólo en cumpleaños y esas cosas. Con mis hijas tampoco tienen mucha relación. Apenas nació Indi hice un esfuerzo enorme, y traté de recomponer el vínculo; más que nada por ellas, para que tuvieran contacto con la abuela. Y generaba programas para hacer juntas, yo remaba y remaba… pero eso tampoco es bueno. Cuando las cosas no fluyen, no fluyen. Y yo no puedo estar forzando a alguien para que actúe con mis hijas de una manera que no le nace. Indi es lo más cariñosa que existe, y con los abuelos paternos, que son de Mar del Plata, se lleva bárbaro, los adora, se hablan a través de la compu, y una vez a la semana por teléfono. Los chicos son muy sensibles y se dan cuenta de todo.
–¿Se llevaban mal por esa clásica pelea de madre e hija adolescente?
–No. Era una situación extrema: o me iba de casa o nos matábamos. Y por ahí yo hubiera tomado un camino mucho menos sano, como otros chicos que se llevan mal con sus papás, no tienen contención y terminan en cualquier cosa. Gracias a mi trabajo y mi madurez, logré vivir sola. Me compré un PH con varias terrazas y patios, para poder llevarme todos los perros de la calle que quisiera. Llegué a tener nueve perros y seis gatos.
–Desde muy chica tuviste que administrar lo que ganabas en tu trabajo. ¿Qué tipo de relación tenés con la plata?
–Antes de tener a Indiana era bastante desordenada. Me cuesta ahorrar, soy gastadora. Derrocho en viajes, ropa y decoración. Y tengo muchos gastos fijos en el campo, porque tengo treinta perros, cinco caballos, ocho gatos y todo el tiempo levanto animales de la calle. Entonces tengo que pagar el veterinario, los cuidados, la comida, y eso es mucha plata… pero es un placer que me alimenta el alma. A partir de Indiana, soy más consciente, y me organicé para ahorrar. Como no quiero que ninguna de las dos trabaje hasta los 18, tengo que darles una buena vida por lo menos hasta que tengan edad suficiente para valerse por sí mismas. Pero me cuesta, porque me tiento, quiero que tengan todo, me dan ganas de comprarles cosas. Trato de controlarme porque, gracias a Dios, creo en la teoría de que a los chicos no hay que darles todo. Está bueno que se arreglen con poco, me gusta que jueguen con cosas de la naturaleza.
–¿Quién pone los límites en casa?
–Fabián representa el juego las 24 horas. Y yo juego pero también pongo los límites.
–¿Cómo es la rutina diaria?
–Con Indi nos dividíamos: un día la bañaba y la dormía yo, y al siguiente, él. Y como Allegra no duerme muchas horas seguidas, una vez por semana se la dejo y me voy a otro cuarto ¡porque algún día tengo que dormir!
–¿Qué tipo de educación eligieron para la mayor?
–Me incliné por un colegio bilingüe que trabaja mucho el espíritu y el arte. Tiene una huerta y un mariposario, pero a la vez el nivel educativo es muy bueno. Eso es fundamental para mí, para que el día de mañana, cuando crezcan, puedan manejarse en este mundo. Es una escuela laica porque creo en Dios pero no en las religiones. Cuando crezcan, si quieren, elegirán una religión; si no, simplemente la fe.
–¿Sos buena cocinera?
–Me encanta cocinar, pero con dos hijas y el trabajo se hace más difícil. Soy muy hincha. Tengo un pizarrón en la cocina donde anoto lo que comen las nenas –almuerzo y cena–, para que tengan una dieta balanceada. A veces armo menús muy vegetarianos. En casa no se cocina ni carne ni pollo, sólo pescado cada tanto. Quiero que coman sano. Jamás hice salchichas ni hamburguesas, ella come salmón con espinacas a la crema, y cosas más simples, claro. Mi especialidad es el risotto de mariscos.
–Con los chicos cambian las rutinas de pareja, y cuesta encontrar momentos para estar solos. ¿Cómo hacen para mantener la pasión?
–De repente hay chicos durmiendo en el cuarto, porque estás amamantando y uno pone la libido en otro lugar. Pasan un montón de cosas que hacen que se desordene la normalidad de la casa. Hay que encontrar otros momentos, y provocarlos un poco más. Nos organizamos, pero los primeros meses costaron mucho.
–¿Cómo se organizaron?
–Los fuimos encontrando. Una vez, había venido mi suegra a cuidar a Indi, que tendría 5 meses. Y yo pensé: “Bueno, le voy a poner onda para que estemos juntos”. Y con mucha culpa le dije a Fabián: “Vayamos al cine, salgamos solos”, y por dentro pensaba: “Por favor, que diga que no”. Y él me respondió con otra pregunta: “¿Te parece? Porque cuando es por trabajo, no hay otra opción, pero ¿dejarla por voluntad propia?”. Y fue un alivio. Los primeros meses fueron caóticos, me daba culpa dejarla, los bebitos te necesitan mucho. Ahora estamos saliendo un poco más…
–¿En qué te cambió la maternidad?
–En muchas cosas…, hasta en el carácter. Por un lado, todo es menos trágico. Al tener hijos, uno piensa de otra manera; los problemas se solucionan, la prioridad es que mis hijas estén bien y sanas. Lo demás pasa a un segundo plano. La maternidad me volvió más tolerante y amorosa con todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario