Muy pocas personas saben que cuando
escribo me tomo todo el tiempo del mundo para hacerlo, pues aunque lo
disfruto, no deja de ser un proceso que en mí caso requiere:
disposición, ideas claras y tiempo-mucho-, pero, sobre todo inspiración
en cantidades industriales. Las palabras a veces se vuelven esquivas y
odiosas a la hora de arrancar un texto u organizar un párrafo, es en
esos momentos donde empiezo a sufrir del conocido: síndrome de la hoja
en blanco y la crisis creativa se hace evidente.
Pero gracias a Alejandra Azcárate, estas
patologías desaparecieron, al menos por esta semana. De todas formas
como pueden ver, o mejor leer, dejé que pasara un buen tiempo para que
se calmaran las aguas y no salir a pescar en río revuelto.
Habría sido muy fácil escribir un texto
el mismo jueves cuándo se armó el alboroto que dijera cualquier
barbaridad impulsada por la indignación que, como mujer sentí al leer Las 7 ventajas de la gordura:
columna que publicó Alejandra Azcárate en la revista Aló Mujeres. Los
que leyeron el texto y siguieron por dos días las reacciones y
entrevistas que esto suscitó, saben de qué estoy hablando, los que no,
ahí se las dejo, para que saquen sus propias conclusiones.
Confieso, que la forma de ser de
Alejandra: una vieja frentera, fresca y sin tapujos, me gustaba, más de
una vez, me sentí identificada con sus historias sobre las relaciones de
pareja. Confieso que morí de risa un par de veces a costa de sus
comentarios acerca de los hombres y las mujeres, y sí, su “sarcasmo” me
parecía inofensivo, pero todo esto se fue al traste el jueves-todos
tenemos derecho a la desilusión-cuando leí en su columna una cantidad de
sandeces para referirse a las mujeres gordas en unos términos, que ni
vale la pena repetir.-Y siendo la perspectiva de la Azacarate, creo que
todas sufrimos de obesidad-.
Fue por eso que luego de leer ese
adefesio,-porque no hay otra manera de calificarlo-concluí que esta
mujer se suma a la larga lista de personas que confunden el sarcasmo con
la ofensa, claramente no lo entienden, por eso es que recurren al
insulto para burlarse de los demás, y a eso no se le puede llamar buen
sentido del humor, y aunque ella insista como dijo en entrevista con la W
que “los que no entienden la ironía, son los que se sienten agredidos”, debo
decir que la columna de la Azcárate no es irónica, ni chistosa y mucho
menos es sarcástica, eso es bully y matoneo en su máxima expresión.
Creo firmemente que para hacer humor, se
debe ser muy inteligente, para no caer en el chiste fácil, ramplón y
vulgar al que nos tienen acostumbrados muchos humoristas y comediantes
del país, que deberían estar haciendo otra cosa. Para no ir tan lejos,
le apuesto que usted como yo, dentro de su círculo de amigos puede
encontrar uno que otro que se cree súper chistoso haciendo comentarios
ofensivos y mal intencionados.
Y
es que el humor negro, el sarcasmo y el Ph ácido, son habilidades que
tienen aquellas personas que son capaces de burlarse de sí mismas antes
que de los demás y evidentemente, no todos tienen la capacidad de
hacerlo, porque si no se lo toman literal y se ofenden, terminan
diciendo ridiculeces como las de la Azcárate, que es peor.
Ya lo diría Ricardo Silva Romero en su columna Golpe bajo sentido del humor del periódico El Tiempo: “El
humor se parece a la poesía más de lo que uno cree, los buenos
humoristas son hermanos de los buenos poetas: así como una sílaba de más
puede arruinar un verso de un tajo, una palabra mal puesta en el
momento equivocado puede acabar por completo con un chiste”.
Es por eso que es mejor ser sarcástico que chistoso y si no sabe cómo hacerlo, a veces el silencio es la mejor respuesta
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