martes, 29 de septiembre de 2009

PLAYAS DEL NORTE DEL PERU

De norte a sur, de Tumbes a Tacna, desde el límite con el Ecuador hasta la frontera con Chile, la costa peruana –franja cimbreante de desiertos y valles- supera los tres mil kilómetros de extensión; un auténtico rosario de playas y bahías, de caletas y pequeños pueblos de pescadores que viven de cara al océano y su fauna abundante, sus olas pretenciosas y mágicos atardeceres.

Toda la costa sorprende por su agreste belleza, pero en la zona norte los encantos playeros se acentúan, el sol se hace eterno, las aguas se tornan cálidas y las aves vuelan en bandadas, como si estuvieran dándole la bienvenida a los veraneantes que buscan buenas olas y a los aventureros deseosos de respirar aires de libertad.

Sí, de norte a sur: Tumbes, Piura, Lambayeque y La Libertad, cuatro regiones, un sinnúmero de playas, algunas con muelles y puertos pintorescos, otras alejadas y serenas y varias convertidas en balnearios atractivos, sucursales del paraíso con excelente servicios e infraestructura hotelera.

En Tumbes, región fronteriza con el Ecuador y la más alejada de Lima, la agenda veraniega –entiéndase por verano los 365 días el año- incluye a Zorritos, Cancas y Punta Sal, considerada por muchos como la playa más bella del Perú; además de un recorrido por Puerto Pizarro, punto de partida para visitar el Santuario Nacional Manglares de Tumbes, inusual espacio de verdor en la aridez costera.

Más al sur, en Piura, Máncora se revela como el rincón marítimo con mejores alternativas y ofertas turísticas. Sus aguas tibias, sus olas surferas, su excelente clima y vientos parejos (ideales para el kitesurf y windsurf) la convierten en un lugar soñado; sueño que se prolonga al cercano balneario de Las Pocitas, en el mismo distrito, y Vichayito, en el vecino Los Órganos.

Eso no es todo, el mar norteño es más que perfecto para la pesca de altura. Estupendos marlines, meros y peces espadas, entre otras especies, son capturados en Los Órganos y Cabo Blanco, donde el premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, se habría inspirado para escribir su famosa novela El Viejo y el Mar.

Todas las mañanas en Pimentel (Lambayeque) y Huanchaco (La Libertad) los herederos de las culturas prehispánicas ofrecen un espectáculo maravilloso al “montar” sus caballitos de totora (sencillas embarcaciones tejidas), para cabalgar sobre las olas y regresar -si el Pacífico lo permite- con sus redes llenas de peces.

Hechizos de arena en las playas norteñas, donde los frutos del mar son la base de una excelente gastronomía, con grandiosos potajes como el ceviche de pescado, mariscos y conchas negras (célebres por sus supuestas propiedades afrodisíacas) y una diversidad de recetas con langostas, cangrejos, langostinos y finos filetes de mero y corvina.

No se resista más y déjese seducir por el vaivén de las olas, por la tibieza de la arena y los susurros refrescantes del viento… ah, y claro, goce de la proverbial hospital de los norteños, gente cálida y sonriente, bruñida por la brisa del mar, que siempre lo invitará a retornar a su tierra soleada y entrañable.

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