miércoles, 12 de mayo de 2010

COMO RECORDAR A SU ESPOSO SANAMENTE

A través de este post trato de explicar las diferentes reacciones de las personas ante una situación inusual, como lo es la muerte

Duelo: cuando nuestro ser querido se ha ido

A pesar de que la muerte sea un hecho inevitable, nunca se está lo suficientemente preparado como para afrontar la muerte de un ser querido, sobretodo cuando se pasa por el duelo, por el proceso del duelo y sus fases y etapas.

Y es que no sólo se pierde a esa persona, sino también el papel que ocupábamos en su vida.

Lamentablemente estamos obligados a separarnos, dentro de nuestro propio interior, del ser querido que ya hemos perdido fuera de nosotros, en el exterior.

No se trata de olvidar, ni mucho menos, pero sí de atravesar el duelo lo mejor posible; esto es, ese proceso psicológico por el que una persona asume y trata de superar la muerte de un ser querido.

Pero para poder ser capaces de superar ese duro momento, antes la persona pasa por una serie de etapas o momentos dentro del mismo proceso, los cuales requieren tiempo y, sobretodo, paciencia y mucha fuerza.

Y se pueden dar también algunas reacciones distintas dependiendo de la forma como la persona se toma la muerte de ese ser querido:

Culpabilidad.
Existen casos en los que la persona siente amor, pero también siente odio por la persona fallecida, especialmente porque se ha ido y nos ha dejado solos. Este odio inconsciente provoca también sentimientos de culpabilidad, porque a fin de cuentas amamos y queremos a ese ser querido que ya no está entre nosotros.
Estos sentimientos hacen que, además, el proceso sea aún más difícil, llegando a surgir reproches hacia ese ser querido, e incluso a la vez dudas sobre si nosotros mismos somos culpables de su fallecimiento.

Negación.
Especialmente si la pérdida ha sido inesperada, suele provocar un shock psíquico, siendo la reacción habitual la negación por lo que ha sucedido. Sin embargo, lo normal es que este momento dure poco, y se pase finalmente a otra en la que se acepta la desaparición física de esa persona.
En estos casos el fallecimiento de ese ser querido suele superarse con un menor dolor, porque la persona acepta que el ser querido no se encuentra físicamente cerca de nosotros, pero sí está en nuestro interior.

Identificación.
Durante el duelo también puede producirse una fase de identificación con la propia persona perdida, que en realidad implica una cierta negación de su desaparición.
Se enlaza en estos casos la tristeza con la propia depresión que nos ha causado su ausencia, y se sienten deseos de estar cerca de esa persona y también de morirnos.

Aceptación.
Es el momento en el que se acepta el fallecimiento de la persona querida, y es precisamente el proceso o duelo habitual, en cuyas primeras etapas toda la energía psíquica se dirige a la evocación continua del ser querido, pero con el paso del tiempo, se pasa a una fase en la que se puede dedicar una pequeña cantidad de energía a otras cosas, sobretodo porque se piensa una cuestión aún más importante. hay que seguir
viviendo.



El dolor de perder un ser querido


No hay nada que nos pueda destruir más que la muerte de un ser querido, sobre todo si se trata de un hijo/a, la pareja, los padres...

Verdaderamente ante su falta, es cuando llegamos a comprender que no hay nada mas terrible que la muerte. La herida de dolor que se abre es muy difícil de sanar.

Nos preguntamos mientras intentamos comprender la inmensidad de nuestra pérdida ¿qué hacer en una situación tan desconocida para nosotros?

Multitud de dudas, preguntas y miedos nos invaden y sentimos no poder resistir vivir una vida que, de repente, ha cambiado y nos sentimos totalmente desamparados para afrontar lo que nos parece un reto imposible:



Primeras Reacciones

Las primeras reacciones suelen ser de negación e incredulidad .

En cierto modo estas reacciones pueden contribuir a mitigar el gran golpe que nos produce la pérdida, pero pronto comenzamos a sentir la verdadera medida de nuestro dolor.

Es bastante común pensar que estamos perdiendo la razón y sentir grandes deseos de irnos con nuestro ser amado.

Ahora nada nos parece importante salvo su ausencia, ¡las cosas cotidianas de la vida carecen de valor!

Esto es muestra de la gran repercusión que sentimos en lo más profundo tras la muerte de nuestro ser amado y que harán emerger intensas emociones no experimentadas antes, como la sensación de que nosotros también hemos muerto por dentro junto a ellos.

Durante mucho tiempo nuestro ser querido estará constantemente en nuestra mente y seguramente sintamos gran soledad, vacío y una gran nostalgia por abrazarle y acariciarle de nuevo.

Muchas cosas nos lo recuerdan... lo que vemos, tocamos, oímos, olemos... despertando en nosotros una gran tristeza y sentimos un honda brecha en el centro de nuestro pecho.

A veces creemos oírles, verles. Esto también puede depender de nuestras creencias religiosas, morales o espirituales. Aún no teniendo ninguna creencia, es como si estuviéramos esperando que de un momento a otro vuelvan a entrar por la puerta y esto se debe a que involuntariamente no terminamos de creer ni aceptar que ha fallecido.



La Familia, los Amigos: ¡No entienden!

Seguramente tengamos rabia por la insensibilidad de otras personas hacia como nos sentimos. A veces los familiares y amigos parecen esperar que nos comportemos con normalidad poco tiempo después de la pérdida.

Es frecuente notar que los demás están incómodos con nosotros y a veces actúan de forma que nos hace daño, como cuando evitan hablar de nuestro ser querido o no preguntan cómo nos sentimos. La mayoría de las veces no saben cómo actuar y tienen temor a recordarnos lo ocurrido. También sucede que si lo mencionamos nosotros, ellos cambian de tema.

Esto duele profundamente, pues en realidad necesitamos hablar de ellos, ¡estaríamos todo el día hablando de ellos!... lo que hacían, decían... cómo eran sus ojos, su pelo, su risa... No queremos que se nos olviden y deseamos que siempre fueran recordados por los demás.

Tendríamos que decir a nuestros amigos y familiares cómo nos sentimos y cuánto nos ayuda hablar de nuestro ser amado. De este modo facilitaremos soltar la tensión que se crea y aumentar el entendimiento entre todos.

Es muy beneficioso hablar abiertamente, sobre todo con los más cercanos como son nuestra pareja o los demás hijos, quienes también sufren muchísimo la pérdida del hermano fallecido, y que ahora no "encuentran" apenas a sus padres, pues están sufriendo tanto que casi no se dan cuenta del estado de ánimo de sus otros hijos.



Los recuerdos

Algunas veces tememos olvidar su aspecto físico o no recordar el sonido de su voz y ver sus fotografías, ropas y objetos personales, nos produce dolorosas emociones.

Es importante no tomar decisiones apresuradas y si es necesario guardemos sus pertenencias hasta que nos encontremos con fuerzas para mirarlas y tocarlas. ¡Pueden ser un tesoro que nos consuele!.

Aunque deberemos cuidar no convertir sus recuerdos personales en reliquias, o su habitación en un mausoleo, cayendo en un "culto al muerto" que si lo alargamos en el tiempo, no nos ayudará a sanar nuestro dolor.

Los demás, nuetstra familia, el entorno

Todos sabemos que aumenta la alegría cuando la compartimos con familia y amigos, también es preciso saber que compartir el dolor hace que este se disminuya.
Por tanto ¡la mejor forma de ayudarse es compartiendo nuestro dolor con el otro!. Una familia como mejor y más se ayudar es compartiendo ese dolor que está en cada uno de sus miembros.

Tenemos que hacer un esfuerzo por los otros hijos si los hay, y recordar que ellos también sufren. Suelen ser los grandes olvidados del duelo y necesitan el amor de los padres especialmente ahora.

Da igual si se trata de niños pequeños pues es muy importante no excluirlos del dolor que siente la familia.

Ellos a su nivel entienden lo que está pasando, y si no contamos con ellos y los apartamos de todo pueden llegar a tener más confusión y temor, además de sentirse muy solos y desamparados.

http://www.amad.es/images/foto12.jpg

Las tensiones

Son tan intensas y profundas las emociones que se sienten cuando muere un ser querido que nos deja rotos. Nuestro estado de ánimo puede crear tensiones tanto en nuestro matrimonio como en otras relaciones. El entendimiento logrado durante nuestra relación y entorno familiar durante los años de convivencia, de una u otra forma van a pasar por una dura prueba.

Es muy importante comprender cuanto antes que cada uno lleva su dolor a su manera y ritmo, y una buena fórmula para que este proceso sea lo menos traumático posible, es tener gran comprensión, cariño y tolerancia, e intentar consolarse unos a otros, aunque a veces creamos que no podemos hacerlo y que el otro no nos entiende.

Para atenuar el dolor muchas personas toman alcohol y drogas. Con esto solo lograremos bloquear el dolor y disfrazarlo temporalmente. Retardaremos así el proceso normal del duelo.

Es necesario darse cuenta que para atravesar esta etapa tan dura de nuestra vida, deberemos tener nuestras facultades en buen estado, esto nos ayudará a salir cuanto antes y de mejor manera de la dolorosa situación.

http://www.amad.es/images/foto13.jpg

Expresar emociones

Las lágrimas son una forma de expresar la angustia y es muy necesario llorar. Muchas veces no podemos evitar el llanto y tenemos que afrontar esos momentos sin intentar evitarlo, pues llorar es un gran desahogo.

Es muy común que nos perdure una especie de agotamiento bastante tiempo después del sepelio. No obstante nos empeñamos a veces en fingir que estamos bien cuando la realidad es bien distinta ¡es una equivocación!.

Este comportamiento de hacernos los "fuertes" hará que gastemos la poca energía de la que disponemos durante el tiempo del duelo, por lo que es muy importante que nos comportemos como somos y nos sentimos sin disfrazar nuestros sentimientos.

Físicamente es necesario que nos cuidemos, comer bien y descansar todo lo posible. Será de gran ayuda dar algún paseo tranquilo al aire libre y hacer algo de ejercicio.

Durante el duelo muchas personas sufren en algún momento depresión. Es un estado que desaparecerá poco a poco, pues suele producirse por el gran agotamiento emocional y el cuerpo y la mente necesitan tiempo para recuperarse de este traumático estrés.

Todo parece gris y muerto, como si el mundo mismo pasara por una convalecencia. Si esta fase se alarga en el tiempo, debemos pensar si acudir a un terapeuta, mejor especialista en el duelo, que pueda ayudarnos.



Enfrentarse al propio dolor

No hay atajos contra el dolor que sentimos casi constantemente. Durante cierto tiempo quisiéramos encontrar la varita mágica para saber cuándo desaparecerá ese gran dolor insoportable y cuando estará nuestro ser querido otra vez a nuestro lado para llevar la misma vida que teníamos antes juntos. Pero esto ya no es posible, y aceptarlo será el gran logro de nuestro camino por el duelo.

En fechas señaladas como el primer cumpleaños, Navidades o el aniversario del fallecimiento, sentiremos gran dolor y creeremos no poder resistirlo. Intentemos vivir el día a día sin hacer demasiados planes para el futuro afrontando los problemas cuando lleguen, no antes.

El cansancio, la pérdida de memoria y la falta de concentración mejorarán gradualmente y poco a poco la intensidad del dolor se atenuará. Algunos días estaremos mejor que otros, no tengamos prisa, pero tampoco nos quedemos estancados. Es imposible que nadie lleve el dolor por nosotros pues es intransferible, ¡pero no tenemos que hacerlo en soledad!.

Todos sabemos que la vida jamás será la misma tras la muerte de nuestro hijo, la pareja, la madre o hermano... en definitiva de nuestro ser amado, pero saber también que...



Ayudas para mejorar

Una gran ayuda es el apoyo y comprensión de otras personas que han vivido la misma experiencia y al transmitir después nosotros también, nos será devuelta con creces. Esto es, la mutua ayuda.

Con esta actitud y elección de vida honraremos a nuestro ser querido. Por su recuerdo y amor nos ofrecen la oportunidad de llevar los desde nuestro corazón a los demás. Será un modo de llenar nuestra vida, vacía tras su marcha, al compartir con otros que sufren nuestra sabiduría, fuerza y ese Amor que sentimos ¡interminable! por ellos.

Estos serán los nuevos pilares que ayudarán a reconstruir ese futuro, ahora incierto, de nuestra vida, nuestra familia y de aquellos a quienes ayudemos.





¿Como vemos la muerte?


La humanidad a través de siglos de Pensamiento ha adquirido gran sabiduría sobre muchas materias. Ante toda duda existe una certeza para todo ser vivo: La muerte. Para algunos es el final de todo, para otros un paso o tránsito.

Siendo una Ley Universal integrante de la Vida, y aún sabiendo que el nacimiento lleva irremediablemente a la muerte, el ser humano la huye, denigra, olvida o la niega.

Es natural que intentemos desechar todo lo que nos pueda producir daño, sin embargo negar el duelo (dolo = dolor) que produce el fallecimiento de un ser querido, es huir de una realidad que afecta de forma profunda, real y grave en todos los aspectos: físico, mental y espiritual, a los seres queridos del fallecido.

Otra cosa sería que antes de morir nos educáramos en el hecho de que la muerte es un proceso de la propia vida y la observáramos como algo natural y sin miedos, "viviendo" ese trance como deseemos, tanto por nuestras convicciones morales o espirituales.

Aún así, aunque se trate o medite sobre la muerte, suele suceder que se rechace categóricamente (...eso le pasa a otros).

Como toda causa efecto conlleva, en este caso la negación o la falta de aceptación de la realidad, producirá un gran sufrimiento





Identificando: ¿Sufrimiento o dolor?


El dolor, inherente al ser humano y que brota desde nuestro corazón cuando perdemos un ser querido, puede convertirse en sufrimiento; lo que podría denominarse dolor inútil, sin sentido, ni razón.

Asimismo, el dolor se produce debido a la separación tanto física, mental y emocional con la persona querida con la que hemos vivido y no somos capaces de aceptar esa gran separación, puesto que nuestra vida estaba construida en función de la relación mantenida, y ahora nos falta la persona con quien la habíamos estructurado tanto en el presente como en el futuro.

El sufrimiento llegará si no somos capaces de aceptar la actual vida y continuamos en la pretensión de proyectarla en función de los recuerdos y "apegos" que tengamos con el ser ya desaparecido.

Esto provocará no vivir el presente, ni ser capaces de pensar que pueda existir un futuro positivo sin quien se nos ha ido.

Así pues el sufrimiento producirá la "no vida". Una especie de muerte que nos impedirá vivir presente y futuro, si tenemos la persistente y única pretensión de vivir en el pasado y seguir planteando nuestra vida en función del tenaz deseo de que todo sea como antes... cuando esto irremediablemente no se puede producir ya.

Aún así, y aunque parezca imposible, esta experiencia nos puede permitir seguir aprendiendo, creciendo y obteniendo sabiduría.




El dolor es una herida abierta y sangrante, como una sacudadia producida de repente.


El sufrimiento llega después, cuando no se es capaz de cerrar esa herida, o se cierra en falso.



El sufrimiento es una presión psicológica y emocional ejercida sobre la persona, no permitiéndole salir del círculo que le atenaza, destruye y es la causa de que la herida sangre constantemente, impidiendo a la vez no poder aprender nada constructivo de todo ello.

Evitar el sufrimiento


El sufrimiento durante el duelo se puede evitar:


*Si experimentamos el fallecimiento de un ser querido sin negar nuestro dolor
*Si no lo ocultamos ni ante nosotros ni ante los demás
*Si lo miramos de frente y exteriorizamos nuestros sentimientos
*Si contamos con ayuda de los demás





¿Preguntas sin respuesta?


A partir de este sentimiento de Dolor-Sufrimiento, se producen una serie de preguntas:

*¿Se puede vencer ese Dolor?

*¿Se puede romper ese círculo que nos atenaza?

*¿Podríamos aceptar de forma diferente este hecho?

*¿Se puede entender la Vida después de conocer la Muerte de una manera tan cercana?

*¿Se puede mirar el Futuro y sobre todo el Presente sin "vivir" en función del Pasado?

*¿Se pueden romper los apegos?

*¿Estamos capacitados para sacar algo positivo de esta experiencia?





¡Sí, hay respuestas!


.. y las preguntas anteriores se fueron despejando...

¡Sí, se puede vencer el Dolor!

¡Sí, se puede romper el círculo que nos atenaza!

¡Sí, se puede aceptar el nuevo presente y mirar hacia el futuro con esperanza!




Experiencia vital


Comprendimos que el duelo tras morir alguien amado forma parte de la vida igual que la alegría del Amor y que la pérdida de un ser querido es un viaje al interior de nuestra propia vida, ¡de la Vida!

La primera separación dolorosa es nuestro propio nacimiento, como si nos echaran del Paraíso y del seguro lugar en el que nos encontramos.

Sin embargo, el nacimiento de un nuevo ser debería hacernos pensar que cada ser es individual e independiente, y que no nos pertenecemos unos a otros como objetos adquiridos, también por tanto que deberíamos dejarnos libres unos a otros, incluso a la hora de despedirnos ante la separación definitiva.

Descubrimos que el crecimiento de una persona está muy unido a su capacidad para solucionar positiva y constructivamente las pérdidas de la vida.

Que el duelo es el brote de sentimientos que, como respuesta ante la pérdida de alguien querido, es la reacción humana y lógica que sigue a esa pérdida.

Cuando alguien amado fallece, reaccionamos de muchas formas y tenemos huidas, recaídas y marchas hacia atrás, pero también existen momentos de mejoría.

¡Lo más importante es no quedar inmovilizado por el dolor!





Ayuda Mutua


En los últimos años se ha constatado que muchas personas están concienciadas de la ayuda que necesita el mundo.

Pero no solo el "tercer mundo" necesita ayuda, ni es la que se ofrece la única a brindar. Existe otro tipo de ayuda que no por distinta, menos necesaria. Recordando las palabras de un amigo que decía:

"Yo tengo muchos amigos en China... Casi todos son amigos míos y los quiero mucho... ¡Claro están allí tan lejos!... No me importunan, no requieren mi presencia, ni mi paciencia, acogida... etc. ¡Verdaderamente, los chinos son mis amigos!"

Es fácil, para unos más que para otros, enviar un donativo, ropas o alimentos cuando se produce una catástrofe. ¡Y esto está muy bien, por supuesto! Pero ¿qué ocurre con los que tenemos al lado: familia, amigos, vecinos, compañeros?

¿¡Es posible que ante "catástrofes" particulares como es la pérdida de un ser querido que produce gran dolor, llanto, desconsuelo, éstos que está tan cercanos, sin embargo a veces parezca que están mucho más lejos!?

Muchos sentíamos que del mismo modo que habíamos recibido en A.M.A.D. de forma completamente desinteresada ayuda, apoyo y comprensión, también debíamos transmitirla a otras personas que se encontrasen en esa misma situación de tristeza y duelo por la pérdida de un ser querido. Por tanto coincidimos en que:

Todo lo bueno que se recibe es, para depués, devolver a los demás





Comprension


Comprendimos que aunque la sociedad exige personas con más cualidades externas que internas -ser eternamente joven, tener titulaciones, "ser alguien", con casa en la ciudad, la montaña, la playa, enviar a los hijos a colegios caros o a estudiar al extranjero, etc., etc.- y aunque todas estas cosas están bien, no son las más importantes.

Nos concienciamos de que se había producido un cambio extraordinario en nuestras vidas y en ese cambio se pasó a una conciencia mayor de que esa misma sociedad, que somos todos, necesita de otros valores y vivencias que son parte de la vida misma.

¿Cómo podía ser que nos hubiéramos olvidado de otras cosas, que aunque en nuestro interior más profundo, habíamos dejado de ver, de sentir?... ¡Casi nunca queremos ni ver, ni tocar la otra cara de la moneda!... Soledad, aislamiento, depresión, disminución física, psíquica, enfermedad, vejez... fallecimiento. Apenas nadie quiere saber, o muy poco, de sufrimiento ni de personas que sufren.

Pero aunque no queramos saberlo muchas personas sufren, y para verlo no hay que irse a países lejanos, aquí a nuestro lado podemos encontrar a alguien que seguramente esté pasando por alguna situación de sufrimiento.



Otra cuestión que salió a la luz tras narrar experiencias, es que tras producirse el fallecimiento de nuestro ser querido, no existió lo que podríamos denominar: "la acogida oficial"

En algún caso después de algún tiempo, se había obtenido alguna atención psicológica, en otros no había tenido lugar ni una ni otra: y si en algún caso hubo alguna proximidad, ésta se desarrolló de forma aislada y en un contexto de trato generalizado y no específico de esta situación.

Se meditó profundamente en las carencias percibidas, encontrando que los familiares del fallecido están muy "olvidados".

En medicina se sabe muy bien, qué es para una persona la "situación de Duelo" por lo que debería procederse a una atención más amplia y específica ante dichas situaciones.

En caso del fallecimiento de un hijo o hija, la atención a los padres debería ser especialísima, máxime si se trata de una pérdida repentina.

Si además se trata de un niño o joven que convivía con más hermanos, desde luego que esa misma atención debería extenderse también a los mismos.

Incluso debería proporcionarse a amigos y/o compañeros, puesto que si ya es poco entendible y aceptable para los adultos la muerte, tanto o más lo es para niños y jóvenes.

También se experimenta gran incomprensión cuando dicen frases como...

*"La vida es así, pero tienes que seguir luchando"
*"Te quedan otros hijos"
"Hay que levantar cabeza, sal, distráete" ...
*Uno lo entiende pero no lo siente. La cabeza y el corazón no están en comunión. La cabeza dice una cosa pero el sentimiento dicta otra.



El caso de una joven viuda a quien la repentina enfermedad y muerte de su marido deja desolada ¡cómo no! y antes de cumplirse un mes del fallecimiento, la recibe el psiquiatra, quien le dice: "Usted ya sabe que tiene que hacer su vida. Sus hijos son mayores y se irán alejando cada vez más. Hágase a la idea cuanto antes de que está sola. Vaya al cine, al baile, de compras. ¡Ah!, y aunque me dice que a sus hijos no les apetece, márchese de vacaciones aunque ellos no vayan con usted. A la vuelta incorpórese a su trabajo pues cuanto antes vuelva a su actividad de siempre, mejor... no hay que lamentarse, aunque su marido ha muerto usted sigue viva y no va a estar todo el rato: ¡qué pena, qué pena!..." Es increíble la falta de tacto, de acogida y caridad ante el dolor ajeno. Como si de algo sin importancia se tratase es aconsejada a que olvide ¡ya!, inmediatamente a su marido recién fallecido.

Ella sabe que aunque tiene a sus hijos está "sola", sin embargo el médico se lo dice crudamente. Podríamos preguntar: ¿Antes iba sola de vacaciones?, ¿Salía sola al baile o al cine?... No hay que descartar que con el tiempo, el que necesite para su duelo, desee hacer todas esas cosas, pero ¡no a pocos días de fallecer su marido!



Toda persona, adulto o niño, tras experimentar la muerte de un ser querido, necesita del cuidado, la acogida y escucha que pueda ofrecérsele, así como del gran mimo y cariño de toda persona que se encuentre a su lado. Asimismo necesitará como pocas veces en su vida, de atención física y mental. ¡En una palabra, necesita Amor!

Esta necesidad de ayuda se agudiza si la muerte es repentina, ya sea la causa un accidente, suicidio, enfermedad súbita, adicción a drogas, larga enfermedad, madres que dan a luz un hijo muerto o tienen un aborto a lo largo de su embarazo, quienes pierden familiares en accidente múltiple, etc.

Durante el duelo, la familia se encontrará hundida tanto física como emocionalmente. Es preciso ayuda médica, aunque hay que aclarar que el duelo no es una enfermedad.





Objetivos


No inmovilizarse ante el sufrimiento, tratando de transformar los sentimientos que a causa de ese dolor desmesurado, producen un gran daño en la persona.

La mutua ayuda del grupo contribuye a que puedan hallarse los recursos internos de cada persona para procesar el duelo sanamente.

Hallar el estímulo para dar nuevo sentido a la vida tras la muerte de nuestro ser querido.

Conseguir la aceptación de la pérdida y transcender el dolor en recuerdo Amoroso de nuestro ser amado.

Puede parecer inverosímil la existencia de una asociación dedicada a tratar sobre el duelo, sobre la muerte, sin embargo, lo que nos mueve y pretendemos no es tratar de muerte, sino todo lo contrario:

"VOLVER A LA VIDA"





Familiares y amigos


¿¡Qué hacer con quien sufre la pérdida de un ser querido!?
¿Cómo comportarnos con los dolientes?


Cuando alguien cercano pierde un ser muy querido, solemos decir: “si me necesitas llámame, para lo que necesites, para lo que sea”.

Seguro que lo decimos de verdad y desde el corazón, pero lo primero que tenemos que saber es que los dolientes no tienen apenas voluntad ni fuerza si quiera para pedir ayuda.

¿De verdad podemos asegurar y creer que alguien sumido en la mayor de la tristeza, sin deseos de vivir, que no puede apenas comer, dormir, ni respirar, puede descolgar el teléfono o dirigirse hasta tu puerta para decirte “te necesito”?

Se debe asumir por tanto que hay que tomar la iniciativa. Para ayudar a un doliente deberá mostrar compasión, comprensión y mucho amor. No esperar que acudan a nosotros.

No nos limitemos a decir: "Si hay algo que pueda hacer..." Encuentre ese "algo" por sí mismo, y entonces, si es conveniente, tome la iniciativa.

Pero ¿qué hacer… qué decir… cómo para ayudar a quien está de duelo?

Se ofrecen unos cuantos consejos:

Acompañar:

A veces no hay palabras, por ello lo mejor en esos momentos simplemente es ESTAR:

Sujetar una mano… oprimir un hombro… acariciar una mejilla… y ofrecer todo el apoyo que creamos necesario tanto física, emocional como espiritualmente.

No se mantenga alejado por no saber qué decir o hacer. Es muy frecuente que nos asustemos ante el temor que produce el dolor que vemos y nos haga pensar:

"Es mejor dejarles ahora… Necesitan estar solos y descansar… “

Quizá nos mantengamos alejados porque temamos hacer o decir una inconveniencia, pero si evitamos estar con los dolientes se sentirán más solos e incomprendidos.

Nuestra sola presencia puede infundirles ánimos.



Serenar

Adoptar un aire reposado, sobrio, incluso de firmeza.

Calmarles con palabras cariñosas y gestos suaves.

Soportar la expresión de sus sentimientos por duros que estos se muestren.

Admitir con tolerancia las posibles manifestaciones de rabia, ira, llanto o cualquier otro brote de sentimientos y emociones contradictorios.

Recalcar las veces que sean necesarias que es normal que se sientan en ese estado de confusión y ansiedad, insistiendo en que no se están volviendo “locos” y que todos esos sentimientos por extraños y virulentos que sean, son seguramente normales ante la situación que están viviendo.

Escuchar, permitir y favorecer su desahogo

Es muy importante para el doliente que sienta que comparten su dolor.

Hay que favorecer que expresen libremente sus sentimientos y estar solícitos para escuchar.

La escucha es esencial y una buena forma de aliviar su pena.

Puede que necesiten hablar mucho de su ser querido, de cómo sucedió el accidente o la enfermedad, qué pasó antes o qué siente por ello.

Hablar de la persona fallecida es una necesidad importante para la persona en duelo, sobre sus proyectos, su personalidad, etc.

Por el contrario hay personas a las que les cuesta hablar y expresar lo que sienten.

Es muy importante preguntar sin temor si quiere hablar de ello, o si prefiere lo contrario.

Lo mejor es que decida por sí mismo sin tener que se sientan obligados a “comportarse” de un modo determinado.

No presionarlos para que dejen de llorar, todo lo contrario, permitir su llanto.

Es muy importante dejar que las personas que han perdido a un ser querido manifiesten sus sentimientos y se desahoguen

No temer que se desfoguen con nosotros.

Ser pacientes y comprensivos.

No pensar que la persona que acompaña y escucha tiene que ocultar sus sentimientos para que no les afecte a ellos, ¡es muy sanador, para ambos, llorar con los que lloran!

Es un gran error, creer que hay que evitar referirse al difunto ya que es muy doloroso para alguien en duelo, comprobar que ni siquiera nombren a su ser querido, no hablen de él o intenten evadir la conversación o cambiarla a otros comentarios.

¡No hay que cambiar de tema si el doliente nombra al fallecido!

Muchas personas agradecen muchísimo oír hablar a los amigos y familiares de las cualidades y formas de ser únicas del fallecido y por las que sentían gran cariño.

Al contrario de lo que se piensa, es muy gratificante oír las cualidades, detalles y gestos que hiciese en vida con ellos su persona querida.



Comprensión


No diga: "Se cómo te sientes"…

¿De verdad lo sabe?...

¿Cómo comprender, por ejemplo, lo que sienten los padres cuando muere un hijo si no se ha experimentado esa misma pérdida?...

Y aun si la ha experimentado, tenga en cuenta que no todo el mundo reacciona exactamente igual.

Una persona que ha experimentado la misma pérdida, puede ayudar mucho a otra en la misma situación, así podría confortar al doliente, saber cómo se sobrepuso de su pérdida.

Quizá en estos casos, lo mejor sea en vez de decir “sé cómo te sientes” limitarnos a contar nuestra historia y dejar que la otra persona saque sus propias conclusiones.

Evitar las frases hechas

Frases como:

“LA VIDA SIGUE”…

“DIOS LO HA QUERIDO ASÍ”…

“ES UN ÁNGEL EN EL CIELO”…

“SE VAN LOS BUENOS”…

“TIENES OTROS HIJOS, MARIDO… ETC.”…

"ERES JOVEN AÚN"...

"TIENES UNA VIDA POR DELANTE"...

“PUEDES TENER OTRO NIÑO”…

“YA HA DEJADO DE SUFRIR”…

“POR LO MENOS ESTÁ EN PAZ”…

“ES MEJOR QUE HAYA SIDO ASÍ”…

¡Suelen provocar más dolor, desconcierto y hasta rabia e indignación!

Evitemos pronunciarlas


Si no sabemos qué decir, es mejor no decir nada.

¡SOLO ESTAR! junto a las personas que sufren les puede hacer un gran bien.

Que sientan que hay alguien preocupado y ocupado de ellos y de sus familias.



Brindarnos en todo lo que podamos

Unas personas pueden ser más diestras o tener más disposición o facilidad para realizar papeleos, otras para la limpieza de la casa, la atención de familiares, de los niños pequeños; otras en acompañar, hacer las compras, etc., etc., etc.

¡Siempre hay algo que hacer para ayudar a la famila en duelo!

Ponerse a disposición de los dolientes, no solo en los primeros días o semanas cuando quizá hay muchos otros amigos y familiares cerca, sino semanas e incluso meses después, cuando todos han vuelto a sus vidas y actividades diarias.

Permanecer junto al familiar o amigo en el tiempo. En días de diario, pero sobre todo en los momentos más difíciles como:
aniversarios, fechas especiales, Navidad, vacaciones… será nuestro mejor apoyo al mismo y a su familia más cercana.

Procurar que no estén solos mucho tiempo y llenarles en lo posible el vacío de su pérdida.

Establecer con otros familiares y amigos cercanos ciertos “turnos” para que la familia se encuentre rodeada a menudo de personas que les apoyan.



Tomar la iniciativa, si es necesario

Las personas en duelo suelen estar tan sumidas en su dolor, que éste les impide tener capacidad suficiente para enfrentarse a la ejecución o decisión de ciertas cuestiones o trámites.

Por ejemplo la gestión del papeleo, la atención y alojamiento de los posibles familiares que acuden al sepelio llegados de fuera, el cuidado de los niños más pequeños, etc.

Su aturdimiento puede llevarles a no saber qué hacer, menos aún encargárselo a los demás, por tanto necesitan que alguien tome decisiones por ellos.

Siempre con la conveniente prudencia, si vemos que hay cosas que hacer ¡hagámoslas! tomemos la iniciativa. Es mejor decidir que preguntar cosas que son evidentes.

En los primeros momentos y días:

Si la casa está desordenada, intentemos componerla de forma diligente y discreta…
Tomar la agenda telefónica para ir dando la noticia a más familiares y amigos.
Hay que ir a buscar a alguien de la familia o trasladarles…
Si hay que recoger a niños del colegio o llevarles con algún familiar…
Ponerse en contacto con los centros de trabajo para avisar del suceso.
Encargar algo de comer en algún restaurante o bar cercano, incluso convenirlo con alguna vecina que se preste a organizarlo…
Hacer las compras de alimentación (lo que podemos continuar haciendo durante tiempo después)

Días, semanas, tiempo después:

Llevarles a menudo comida hecha.
Dar algún paseo a los niños o jóvenes para intentar distraerles.
Avisar a los servicios médicos si es necesario o acompañarles a sus consultas.
Encargarse de las mascotas o repartirlas entre quienes puedan hacerse cargo algún tiempo de ellas.
Brindarnos a acompañar a padres o familiares a los colegios de los niños, incluso prevenir al profesorado de la situación por la que está atravesando la familia…
En meses y años siguientes, las personas que han experimentado la pérdida pueden sentir mucha angustia cuando llegan aniversarios como bodas, el del fallecimiento, etc.
Se puede marcar en la agenda estas fechas para ponernos en contacto y así darles apoyo moral, si lo necesitan
¡Seguro que lo agradecerán!.



Evitar dar consejos fáciles o soluciones inmediatas

Las personas en duelo se encuentran en un momento crucial en sus vidas y necesitan ¡COMO NUNCA¡ del cariño, consuelo y apoyo de sus familiares y amigos.

Están tan heridos tanto moral, mental, física y espiritualmente, que no tienen capacidad suficiente para tomar decisiones, incluso sobre cosas de menor trascendencia.

Sobre todo si el fallecimiento se ha producido de forma brusca y accidental, si han sido víctimas de violencia, asesinato, terrorismo o han estado desaparecidos cierto tiempo.

Muchos dolientes necesitarán bastante tiempo para asimilar la pérdida del ser querido.

No hay que atosigarles con consejos o demandarles que tomen decisiones mas o menos inmediatas ante asuntos tan importantes como el cambio de domicilio, la venta de la vivienda, el reparto de bienes y objetos personales, cambiar de ocupación, ciudad o trabajo, etc., etc. Todo esto debe de irse solucionando poco a poco, ¡habrá tiempo para ello!.

Se les puede ayudar diciéndoles que no tengan prisa en tomar sus decisiones. En todo caso, preguntarles si necesitan que les apuntemos alguna ligera idea que pueda servirles de ayuda para tomar, a su tiempo, la decisión sobre el tema a tratar.

No les diga que se deshagan de la ropa u otros efectos personales del difunto antes de que estén preparados para ello.

Tampoco que tienen que deshacerse de los objetos que les traen recuerdos porque le prolonguen o provoquen más aflicción.



Ser generoso y hospitalario

En vez de decir: “ven a casa cuando quieras”, concreta día y la hora de la invitación.

Tal vez rechazan el ofrecimiento por temor a perder el control de sus emociones frente a otras personas.

No rendirse enseguida si rechazan la invitación o le dan largas, pueden necesitar que se les insista un poco.

También es posible que no les parezca bien disfrutar de una comida y de compañía en tales momentos.

Escriba una carta, poema o tarjeta

Con frecuencia se pasa por alto el valor de una carta de pésame o una tarjeta de condolencia.

Personas que han pasado por una pérdida importante, han comentado que les ayudó mucho recibir algun escrito o carta de amigos y familiares, ya que podía leerla y releerla.

Una carta o tarjeta de consuelo puede componerse de solo unas pocas palabras, pero debe estar escrita con el corazón.

En ella puede decirle al doliente que se preocupa por él y que guarda gratos recuerdos del difunto, o puede explicarle cómo influyó este en su propia vida.

Orar juntos

El valor de rezar con los afligidos tiene mucha fuerza.

Puede ser muy confortante para la persona en duelo, compartir momentos de oración, ya sea participando en ritos o en la propia intimidad.

Si nos oyen orar por ellos puede ayudarles, por ejemplo, a vencer sentimientos negativos como el de culpa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario