miércoles, 29 de junio de 2011

EDUARDO MANET


EDUARDO MANET: LA VIDA EN DOS IDIOMAS POR: BELKIS CUZA MALÉ TOMADO DE EL NUEVO HERALD.

.


Eduardo Manet: la vida en dos idiomas
BY BELKIS CUZA MALE
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

``La vida, lo sabes bien, es muy extraña, sobre todo cuando se viven tantos años como los que he vivido yo. Y siempre, desde niño, tan intensamente''. Mientras leo su correo electrónico creo recordar su voz. Pero Eduardo Manet, el novelista, teatrista, cineasta y profesor, autor de Las monjas, entre otras muchas obras que lo han hecho famoso, debe ahora hablar con cierto acento francés, me digo. En realidad hace siglos que no nos vemos, cómo voy a saberlo.

Llevo casi tres meses con sus respuestas dándome vueltas. Tal parecería que se cumple lo que el propio escritor me dijo desde el principio, cuando nuestros correos electrónicos se desencontraban por azares de la internet, que ``las cosas son cuando tienen que ser''. Y así fue.

En febrero, Eduardo Manet era esperado en Miami para participar en Protagonistas de los 60, un encuentro sobre el teatro cubano que organizaba la Universidad de Miami, pero en su lugar, un compromiso ineludible con el gobierno francés le hizo viajar a Marruecos por esos mismos días.

Cuando todavía no era quien es hoy día, Manet se fue a estudiar literatura y cine a Francia e Italia, entre 1952 y 1960, hasta que los amigos de antes, ya en el poder, lo instaron a regresar a Cuba: ``Yo estaba rodeado en mi época universitaria por Tomás Gutiérrez Alea, Néstor Almendros, Ramón Suarez, Alfredo Guevara y Raúl Castro. Luego en ``Nuestro Tiempo'' con Franqui, Cabrera Infante... Y desde muy joven con Mario Parajón.

No nos conocimos mucho en Cuba (él y yo) --me escribe en un primer correo electrónico--, ni luego en el exilio''. Y así es. No nos hemos vuelto a ver en todo este tiempo.

Han pasado más de cuatro décadas desde que Eduardo González-Manet (su verdadero nombre) y yo nos encontrábamos esporádicamente en La Habana de la época, a veces con su primera mujer, una francesa delgada y calladita. ``No sé si sabes de la cena fabulosa que tuve en Madrid con Heberto'', dice , refiriéndose al poeta Heberto Padilla, y a un encuentro que tuvieron dos años antes de su muerte. ``En esa cena Heberto y yo establecimos esa noche una hermandad, bebiendo y comiendo mucho, lo cual es bueno de temps en temps'', comenta entre melancólico y quizás feliz de recordar. ``Me dijo cosas extraordinarias que no he repetido jamás. Fue como una confesión. Y siempre lo tengo en mi corazón''. Y ésa fue su carta de presentación, seguida de aquel ``Para que sepas un poco más de mí...''. Y continúa: ``Tuve de niño la influencia de mi madre de origen sefardí pero muy creyente. Y de mi nodriza y segunda madre, que era ``mambo haitiana'', santera del verdadero vudú.

En septiembre de 1968, Manet se marchó a París y comenzaron a ``borrarlo'', como siempre hacen en Cuba con los que abandonan la isla. Se hizo el silencio sobre su persona y ya no importó que hubiera dirigido varios documentales y cuatro películas en el ICAIC, e incluso, una que no llegó a estrenarse porque tanto él como la cantante Luisa María Güell, una de las actrices, se habían marchado de Cuba. Pero el karma, el buen karma, fue más poderoso que los censores, y a Manet se le abrieron los puertas del país de su esposa; se hizo ciudadano francés y comenzó no sólo a escribir en ese idioma, sino a publicar en las mejores editoriales del país y a ganar premios. Sí, se convirtió --era su destino--, en un escritor y figura intelectual de primer orden en ese París que es el sueño de todo artista.

Como anda la mayor parte del tiempo metido de cabeza en el francés, nuestra ``conversación'' está salpicada de interjecciones y vocablos en ese idioma, que le ayudan a veces a completar la idea. Lo entiendo y me sonrío cuando me cuenta que lo han invitado a ir a España, dos parlamentarios jóvenes que conoció hace poco, para que escriba de nuevo en español. Incansable trabajador, con una voluntad de hierro, como le gusta decir, no descansa ni aún cuando mira la televisión, porque aprovecha ese tiempo para levantar pesas. Joven e inquieto a sus 80 años (nació en Santiago de Cuba en 1930), el escritor no olvida hacer diariamente sus ejercicios de yoga y artes marciales, a los que se suman sus múltlipes actividades. Nadie mejor que él para relatarnos cómo es un día en la vida de Eduardo Manet: ``¿Un día en mi vida?: Eso me recuerda la película que hice en Cuba para el ICAIC, Un día en el solar. El problema conmigo es que, desde chico, siempre he hecho varias cosas a la vez. Es así que los días de mi vida desde el inicio del 2010 ( para tomar un tiempo determinado) se dividen entre lo profesional, lo personal, y lo militante''.

``En lo profesional, desde el inicio del año terminé una novela que saldrá en septiembre con el título deLes 3 Frères Castro (Los tres hermanos Castro). Un libro que en resumen cuenta cómo la gente que estuvo con los Castro al principio de la revolución se desengañaron frente a todas las mentiras de Castro y del final lamentable. Terminé también un libro de cinco cuentos que saldrá con el título deQuatre villes profanes et un paradise (Cuatro ciudades profanas y un paraíso). Las cuatro ciudades profanas son Londres, Agadir, Henday-Biarritz, y Boston. Y el paraíso, un pueblo indio en el centro de México. Al mismo tiempo terminé un guión de cine en inglés en colaboración con un periodista del Wall Street Journal. Y también acabé dos obras de teatro. Eso quiere decir que hay largas horas de trabajo y una disciplina de hierro''.

Ser un ``francés'' nacido en Cuba, con obsesiones cubanas y sueños alimentados por una infancia santiaguera, lo definen muy bien. En este caso, Senta, su nana haitiana que lo llevaba con frecuencia a presenciar los toques de santo vudú que ella dirigía, anticipaba ya el mundo del adulto Manet. Sería cubano y francés, sin dejar de ser nunca lo que es: un escritor, un artista de fama, que tiene su casa en París, pero su corazón en La Habana.

Pero en los años juveniles, las cosas no parecían tan claras para él, de modo que dice sin reparos: ``Luego caí bajo la influencia marxista. Durante años me decía (y me creía) ateo o agnóstico... Desde hace un tiempo --en realidad desde la muerte de mi primera esposa (la madre de mi hijo) y la enfermedad muy grave y terrible de mi cuarta esposa--, el regreso a una vida espiritual se hace casi urgente en mí. Hace años, durante un tiempo, estuve en un ashram en el Canadá, muy enamorado de mi profesora (una princesa) del Irán. Fue ella quien me inició en el yoga y la meditación trascendental''.

Saltamos entonces al pasado, a los primeros años en la capital: ``Llegué a La Habana a los 13 años, recordando siempre Santiago, pero adaptándome poco a poco. Los puntos positivos: el malecón, el jardín del hotel Nacional y los cines con sus tandas completas. Yo era capaz de entrar al cine a la una de la tarde y salir a las siete de la noche. Veía de todo, filmes de gansters, cowboys, musicales, Marx Brothers, melodramas, muy ecléctico''.

Sobre su vida como escritor y cineasta en Cuba, dice: ``Hice 6 cortos para el ICAIC y 4 largometrajes: El Negro, y Portocarrero ganaron premios en Londres y Brasil. De los cuatro filmes tengo sólo copia de la adaptación al cine de la comedia musical Un día en el solar, pero creo que mi mejor película fue El huésped, con Raquel Revuelta, Enrique Almirante y la deliciosa Luisa María Güell. No fue jamás exhibida ya que Luisa y yo nos fuimos del país. Alguien, un amigo italiano, está tratando de conseguir una copia video, si no han quemado el negativo''.

De su obra impresa de aquellos años cuenta: ``En Cuba salió publicada por Ediciones Prometeo (¡San Francisco Morín!) Scherzo, La princesa que tenía los ojos verdes, y otra obra de cuyo título no me acuerdo. También se puso en Cuba La Santa, después de mi regreso en 1960, una obra que tuvo gran éxito y no ha sido

publicada''.

A mi pregunta acerca de qué piensan en la actualidad los franceses sobre Cuba y su gobierno tiránico, Manet comenta: ``En general, la prensa y los intelectuales están muy claros sobre la dictadura cubana, lo cual no impide que algunas personalidades como Madame Miterrand, o el actor Depardieu, estén aún `enamorados' de Castro y de su pseudo revolución. Lo mismo ocurre con una parte de los franceses que viajan a Cuba y regresan con los clichés de siempre. El pueblo es una maravilla, los cubanos son simpáticos, adoran la música, el baile... hay mucho de turismo sexual en todo eso. Cuando un hombre o una mujer me sacan los clichés, pregunto si se enamoró de un cubano o una cubana... y siempre hay algo de eso''.

El año pasado, Manet publicó su novela (escrita en francés) Un cubano en París, con gran éxito de crítica. Lo mismo que ha venido sucediendo desde que en 1968 Las monjas se representó en París y se ha seguido poniendo en muchos teatros del mundo. Autor prolífico, ha incursionado incluso en la ópera, con dos libretos: Cecilia, y Mi amor, ambos con música de Charles Chaynes, presentadas hace algún tiempo en Monte Carlo.

Su extenso curriculum vitae señala que ha escrito 14 novelas en francés, publicadas con sumo éxito, y una veintena de obras de teatro. Caballero de las Artes y las Letras en 1998, y Caballero de la Orden del mérito en el 2001, en la actualidad Manet es el presidente del Consejo Permanente de Escritores Franceses. Sin embargo, a la hora de describirse a sí mismo, vemos al ser espiritual que hay en él: ``Soy un hombre modesto por naturaleza pero sé también lo que puedo hacer bien, como pedía Sócrates a sus alumnos. Un hombre debe saber lo que hace bien y lo que no hace bien. Yo puedo enseñar escritura de técnica corporal... en fin, lo único que no sé hacer es viajar de vacaciones''. •

No hay comentarios:

Publicar un comentario