A juicio de los psicólogos, en la relación de los padres con los hijos adoptivos
debe primar la naturalidad. En principio, no hay necesidad de
brindarles un trato especial. Sí hay que tener en cuenta que estos niños
pueden ser más difíciles e inseguros (aunque no siempre es así; depende
de las vivencias que hayan tenido), y que pueden experimentar
reacciones inesperadas. Los padres deben estar atentos a esas
reacciones, ser especialmente comprensivos y darles su apoyo. Pero,
cuidado, eso no significa que deban ser más condescendientes con ellos.
Informar al niño de su adopción es un trámite
imprescindible. Muchos padres temen que la verdad lo traumatice. Sin
embargo, es lo contrario lo que puede ocasionarle problemas psicológicos
importantes, descubrirá la verdad tarde o temprano, además de un
sentimiento de desconfianza hacia sus padres que será muy difícil de
superar.
Una buena edad para comunicárselo es hacia los tres
años, aproximadamente, que es cuando el pequeño empieza a interesarse
por todo (de dónde viene, etc.) En todo caso, es necesario contárselo
antes de que cumpla los seis. La mejor manera de hacerlo es con
espontaneidad y sin misterios. Si se hace tempranamente, es muy probable
que lo acepte como algo natural.
Saberse adoptado puede generar dudas
en el niño. Por eso, los padres adoptivos deben dejarle claro que es su
hijo a todos los efectos, que fue deseado y elegido, y que lo de menos
es cómo llegó a la familia.
La adopción, asi como el pasado y los orígenes del pequeño, no deben
ser nunca temas tabú. Hay que hablar de eso siempre que él así lo
demande
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