La  ancianidad representa para muchas personas abandono, tristeza y  soledad. La falta de oportunidades, marginación y pobreza arroja a  muchos adultos mayores a buscar la calle como opción de  vida.                
En  función de que la sociedad envejece, el porcentaje de los adultos  mayores aumenta también aceleradamente, es consecuencia de ello que los  tópicos que los involucran deben transformarse, incluso en apartados  especiales de la agenda nacional.
Muchas  de las personas en la edad dorada son víctimas de diversas  manifestaciones de abuso y maltrato: violencia física, sicológica,  financiera o en el peor de los casos es abandonada a su suerte y muchas  veces con sus enfermedades a cuestas, situación que los traslada a otros  niveles de vulnerabilidad.
Sumado  a lo anterior es recurrente que por su estado de salud enfrenten  situaciones de discapacidad, que les impiden ser autosuficientes para  proveerse de alimentación y vestido o de adquisición de medicamentos,  prótesis y enseres ortopédicos.
La  carga que para muchas familias supone el contar con uno o más adultos  mayores plantea muchos retos, algunos muy esenciales como es el de  nombrarlos con dignidad y respeto sin el tono despectivo –el cual no se  refleja en este post- con el que se les enmarca con algunas palabras:  viejo, anciano, ruco o vejete etc.
Es  precisamente esta indefinición la que obliga a la incertidumbre ya en la  vida cotidiana a preguntarnos ¿Qué hacer con las personas adultas?  ¿Cómo tratarlos? ¿Cómo ayudarles? ¿Cómo valorar su experiencia y  conocimiento? ¿Qué hacer para impedir la marginación propia y social?  ¿Cómo hacerlos productivos?.
La  imagen sobre la vejez en la era de la cibernética dista mucho de ser  atractiva o envidiable para las generaciones jóvenes; desaparecen las  habilidades, se va perdiendo el sitio en la sociedad, merma el  protagonismo, el poder físico, intelectual, moral, sexual, productivo y  el económico y lo más grave se erige como único motor de la vida  personal e incluso el de la movilidad, la voluntad de los familiares más  cercanos en la toma de decisiones en la vida del adulto mayor.
Una  de las tareas pendientes dentro de nuestra sociedad que envejece a una  secuencia que demógrafos, politólogos, médicos, antropólogos,  comunicólogos y religiosos no dudan en calificar de preocupante, es la  de redefinir el concepto y la imagen del envejecimiento, escala vital  para las personas que entran a esta etapa de la vida y para quienes  estamos cerca de ella.
En  esta era que predomina la memoria usb y la transferencia de datos vía  blue tooth existe un abismo relevante que con el paso del tiempo se ha  ido asentando: la presunción, pero no la convicción de que lo viejo ya  es historia y de que ya no se pertenece a esta época, que el llegar a  viejo es un defecto y no una etapa de plenitud en el ciclo vital del ser  humano. Idea seguramente equivocada que define la exclusión social y  que confirma que el ser o llegar a viejo para muchos puede ser un  defecto.
Ser  adulto mayor tiene un ángulo positivo y encuentra sentido en la  reflexión que cada persona hace de su propia evolución, de ser  protagonista de su propia historia, de la aplicación y adquisición de  conocimiento y del aporte a la sociedad que deja su huella atrás.
No  resultaría aventurado asegurar que todos conocemos o tenemos en casa un  adulto mayor, sin embargo, con muchas probabilidades de acertar,  difícilmente nos preguntamos o se les ha preguntado ¿Qué piensan, ¿Que  quieren?, ¿Qué necesidades tienen?, ¿Qué desean?, ¿hacia dónde quieren  ir?, ¿Qué quieren comer?, ¿Cómo quieren definir su destino? La tarea  aquí es definir y trasmitir estas interrogantes a la sociedad en general  sobreentendiendo que es una situación que si la vida así lo permite  muchos de nosotros habremos de llegar.
Para  muchas personas en el transcurso de su vida, cada arruga representa una  herida que ocultar y vivencias que olvidar, pero en realidad nunca se  han planteado ¿Qué es ser viejo? El envejecimiento sin duda es un hecho  ineludible e inesquibable pero su concepción depende de cada individuo,  en otras palabras es una decisión intransferible, personal e ineludible  para establecer cuando se es viejo para hacer o dejar tal o cual  actividad.
Tres  principios básicos son los que seguramente cada adulto mayor anhela:  atención a sus necesidades, respeto a su experiencia y cariño, puesto  que es uno de los sentimientos que conoce desde el principio de su  existencia.
Se puede ofrecer también diálogo, intercambio y solidaridad mutua; motores, seguramente para promover el conocimiento y la experiencia de las personas de edad avanzada; sin dejar a un lado que llegar al envejecimiento no es sinónimo de enfermedad.
Se puede ofrecer también diálogo, intercambio y solidaridad mutua; motores, seguramente para promover el conocimiento y la experiencia de las personas de edad avanzada; sin dejar a un lado que llegar al envejecimiento no es sinónimo de enfermedad.
El  interés por la vida significa un inciso de suma importancia en el plan  de vida de cada persona, el cual seguramente no dependerá de ella  plenamente sino de lo que se hace para lograrlo.
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