lunes, 7 de noviembre de 2011

HIJOS MAYORES BAJO EL TECHO DE LOS PADRES





Contando con una tradición milenaria de piedad filial, China aboga por respetar a los ancianos y amar a los pequeños. En tiempos antiguos, los padres e hijos vivían juntos; había familias de cuatro o cinco generaciones bajo un mismo techo. Los padres, una vez envejecían, eran cuidados y mantenidos por sus hijos. Los descendientes que carecían de amor filial eran blancos de censura. Reinaba así un benigno hábito social. Los viejos inválidos y los que no tenían quién los atendiera vivían en asilos en malas condiciones, pasando una vida triste.
Hoy día las personas de edad provecta están protegidas por la ley y sus condiciones de vida han mejorado mucho. Prueba de ello es el aumento de la esperanza de vida, una de las razones por las que cada año se incrementa la población senil. Según estadísticas, en la actualidad China tiene 169 millones de habitantes de la tercera edad.
Los ancianos constituyen de por sí un grupo de fuerza débil y atraen la atención de toda la sociedad. Pese a que tienen aseguradas sus necesidades materiales, llevan, en su mayoría, una vida monótona e insípida, y se sienten espiritualmente vacíos. Consciente de que la solución de los problemas que enfrenta este grupo atañe a la constitución de una sociedad armoniosa, nuestro Gobierno ha venido dispensándonos un gran cuidado. Los ancianos gozamos cada año más de beneficios sociales. Desde el comienzo de 2009, en Beijing los mayores de 65 años tomamos el autobús gratis. Muchas comunidades vecinales han hecho esfuerzos por ofrecer comidas a los habitantes cuyas fuerzas ya no les permiten preparar sus propios alimentos e instituciones de asuntos civiles construyen un mayor número de asilos para acoger a los ancianos.






Concierto de piano.


Ahora echemos un vistazo a la situación de vida de los ancianos, tanto en el campo como en la ciudad.
En el campo, la mayoría de los padres vive con sus hijos, echando una mano para realizar ciertas labores hogareñas ligeras o cuidando a los nietos. Suele decirse que “para una familia, el anciano es un tesoro”. Ciertamente es así. Desde luego, en diversas zonas rurales donde aún no se han librado de la pobreza, muchos campesinos ancianos todavía llevan una vida dura.
En la ciudad, muchos padres viven solos. Sus hijos los visitan a veces semanalmente, en otros casos mensualmente y hay quienes lo hacen en tres o cuatro ocasiones al año. Calificamos este tipo de familias como “nidos vacíos”, las cuales representan un 40 por ciento de la citada población senil; en Beijing existen 450.000 familias de esa índole.
Circula en la sociedad una canción titulada “Vuelvan frecuentemente a casa para ver a sus padres”, advirtiendo a los jóvenes que no olviden su deber como hijos. De lunes a viernes, en las casas de estas familias predomina el silencio y la atmósfera poco animada; mientras los sábados, domingos y días festivos, las voces juveniles, risas, cantos e incluso música clásica colman su ambiente y flota en el aire el agradable olor de la comida. Los padres setentones u ochentones agasajan a sus hijos y nietos con abundantes y deliciosos platos (también se ven a muchas familias comiendo en restaurantes). ¡Un cuadro de felicidad hogareña! Pero esta escena no perdurará, porque nadie puede escapar de las leyes de la vida. Los padres se pondrán pronto muy viejos, y para entonces el deseo de preparar exquisiteces ya no estará a la altura de su capacidad física.
En la carta anterior les mencioné la vida feliz de un matrimonio. El marido dijo con orgullo que él había tomado la sabia decisión de venir al asilo. Eso significa que esta pareja ha cambiado de concepto al respecto. En realidad, ellos tienen hijos que los tratan con cariño. Con su elevada pensión vivían cómodamente en una casa grande y bien decorada y estaban en condiciones de contratar una empleada para que los cuidara. ¿Por qué se zafaron entonces del apego a su casa de tantos años? Porque son conscientes de que sus hijos tienen mucho trabajo y cada uno debe atender a su propia familia, por lo que no pueden dedicar todas sus energías a cuidarlos a ellos. Mientras tanto, los servicios que presta el asilo, tanto a su vida como a su salud son irremplazables por las empleadas domésticas. Ahora sus dos hijos van cada fin de semana al asilo a verlos. Como este lugar se ubica cerca del “Nido de Pájaros”, a su alrededor hay muchos restaurantes. La familia se reúne para almorzar en este o aquel restaurante, probando delicias de diversas escuelas culinarias. Así es como pasa la pareja su vejez feliz en el asilo.
Comparto el criterio de este matrimonio. Desde hace años, había pensado en ir al asilo. Como mis fuerzas aún me permitían valerme por mí misma, no me había apurado en tomar la decisión. Pero en los últimos años ya me sentía agobiada por la pesada carga de los quehaceres domésticos. Un día del año pasado, apareció de repente en mi humilde casa Fu, mi amiga de la universidad. Después de ver con sus propios ojos cómo vivía, se sintió muy intranquila por mi seguridad y me telefoneó varias veces para persuadirme de que cambiara el modo de vida. Su consejo fraternal me conmovió tanto que puse manos a la obra enseguida. Empleé más de un mes en la búsqueda de asilos, seleccionando entre centenares de diferentes niveles. Por fin encontré uno adecuado a mis condiciones pecuniarias, el Huichen. Al saber que yo iría al asilo, algunos amigos y conocidos quedaron sorprendidos, creyendo que lo mejor es vivir en una casa atendida por una empleada de servicio. Pero muchos me expresaron su apoyo, considerando que vivir en el asilo es mucho más seguro que en casa. Un colega me felicitó porque yo podría disfrutar de la vida en el asilo. Estas actitudes distintas reflejan un concepto diferente. Algunas personas todavía tienen una percepción equivocada sobre los asilos, ignorando que los buenos servicios seniles a la vida cotidiana y la atención médica y sanitaria brindados aquí son muy ventajosos para la salud de los ancianos.





Una empleada del asilo canta para los ancianos.

Ha cambiado la época y nuestra mentalidad también debe avanzar con el tiempo. El tradicional modo de pasar los últimos años de vida en casa será sustituido por el de la vejez en los asilos. En la entidad donde trabajé durante muchos años soy la primera en seguir esta ruta. Estoy segura de que con el correr del tiempo, más y más gente cambiará de opinión y vendrá al asilo para disfrutar de la vida.
Han transcurrido cuatro meses desde que me trasladé a Huichen y ya percibo notables cambios en mi estado físico. Al cuarto día de mi estancia aquí, el peluquero me cortó el cabello. Mi imagen actual es mejor que la de antes. Padezco de dilatación de los bronquios e insomnio. Estos dos males dañan mucho mi salud. Pero una vez en el asilo, me siento física y espiritualmente relajada. Ya no estoy tan fatigada como antes. Este buen ánimo y la quietud del hábitat me ayudan a dormir mejor que en casa. Como de costumbre, sigo lavándome el rostro con agua fría en vez de utilizar el servicio de agua caliente que tiene la instalación durante las 24 horas del día. Este buen hábito me ayuda a fortalecer la resistencia a la gripe.
nto Libre de todas las labores hogareñas, dispongo ahora de más tiempo para hacer lo que me interesa. ¡Me sierealmente feliz por esta nueva vida!




No hay comentarios:

Publicar un comentario