Fenómenos de baja autoestima y subvaloración se observan a diario y causan graves trastornos psicológicos en quienes los manifiestan.
LORENA SÁNCHEZ GARCÍA,
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
estudiante de primer año de Periodismo,
Facultad de Comunicación,
Universidad de La Habana.
“El peor de los males que le puede
suceder al hombre es que llegue a
pensar mal de sí mismo”
Goethe
Goethe
Miriam* tiene 45 años. El tiempo, como para muchas mujeres, no ha sido un fiel compañero. Hoy explora con detenimiento las nuevas arrugas, los surcos de la frente y las comisuras de los labios que día a día se hacen más evidentes. La frescura del rostro se ha marchitado. El vientre no es plano como antes, los senos no conservan su firmeza…
Antes se sentía hermosa, deseada por todos los hombres. Ahora camina con vergüenza, siente repulsión de sí misma. “Ya no quiero mirar al espejo y ver en lo que me he convertido. Resulta suficiente notar que mi esposo no muestra fogosidad cuando, con la mirada, recorre mi cuerpo”, repite incansablemente.
Pero Miriam no reconoce su verdadero mal. En la actualidad cientos de personas padecen de trastornos emocionales o psíquicos causados por la subvaloración o baja autoestima. Según el criterio de la Doctora Lourdes Fernández Rius, psicóloga del Centro de Orientación y Ayuda Psicológica (COAP), está asociado “a un conocimiento pobre y distorsionado de uno mismo, articulado con un sentimiento de fuerte inseguridad emotiva y de las propias potencialidades”.
Por su parte, la licenciada Dunia Cruz Porceró, especialista del Hospital General Ciro Redondo García del municipio habanero de Artemisa, opina que “toda persona tiene en su interior sentimientos y, según su personalidad, puede manifestarlos de diferentes maneras. Lo observo a diario en mis consultas. Muchas veces dependen de algunos factores como el lugar físico, sentimental y emocional; los cuales pueden influir positiva o negativamente en la formación del individuo.”
La autoestima constituye la dimensión afectiva de todo un proceso de autorreferencia. “Es un sentimiento valorativo de nuestro ser, expresado en cuánto nos amamos, aceptamos y estimamos. Implica respetarse y enseñar a los demás a hacerlo”, expresa Rogelio*, quien afirma ser optimista en todos los aspectos de su vida: “Una mujer que no valore sus cualidades, tanto físicas como sentimentales, está perdiendo su esencia. No existe mayor atractivo para un hombre que la persona sensual y segura.”
Gisselle Martínez Pedrera, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, opina que “hemos oído incontables veces ‘me casé con un hombre extraordinario’; sin embargo, no escuchamos con la misma frecuencia expresiones como ‘qué suerte tuvo él de encontrarse conmigo, pues soy una mujer maravillosa’. Si necesario es considerarnos afortunadas por tener una magnífica pareja, importante es saber que el otro resultó beneficiado al encontrarnos”.
En Cuba existen centros especializados donde se brinda ayuda psicológica que va desde la terapia grupal hasta la psicoterapia individual entre paciente y psicoanalista. A ello se agrega que hacia el año 1976 fue reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) un nuevo tratamiento para trabajar el nivel emocional a partir del sustrato más profundo de la persona: las terapias florales.
“El objetivo de la terapia es que una persona desde su propio contexto pueda mejorar y, a partir del espacio de las esencias florales, elevar el criterio de sí misma. Todo en función de las características del paciente. Puede aplicarse en cualquier individuo, pues no hace daño a nadie. Otra de las ventajas es su compatibilidad con disímiles tratamientos, de la medicina natural a la alopatía”, expresó la doctora Mayra Pérez Batista, especialista del Hospital Psiquiátrico de La Habana.
Soldado de papel
Siempre solo. Cuando era apenas un niño jugaba en casa sin más compañía que los aviones, tanques de guerra, soldaditos de plomo u otros objetos infantiles. Iba a la escuela porque no quedaba otro remedio, en realidad, la detestaba y se sentía aislado de todo y de todos. Nunca tuvo buenos resultados académicos.
Hoy es un adolescente. Con 16 años, Manolito* no recuerda tener un amigo. Los cambios de la etapa son bruscos. Ser tímido lo lleva a la agresividad, a refugiarse detrás de una enorme armadura como un soldado, mientras que, verdaderamente, siente en él la fragilidad y sencillez de un recorte de papel.
“En la escuela soy pésimo, tengo el cartelito de indisciplinado. Cualquier cosa que haga, por el único hecho de ser yo, es mal valorada. Los demás piensan que soy bruto, tonto y torpe. Cuando vivía con mamá siempre decía que nadie me aceptaba a su lado porque era un niño malo, incluso, gritaba a causa de las bajas notas”, comenta Manolito.
Según estudios científicos de la OMS, la autoestima comienza desde el mismo momento en que el ser humano es concebido, el vínculo entre los padres es consumado y las células sexuales, masculinas y femeninas, al fundirse para originarlo. El individuo nace con una dotación genética y en íntima y continua interacción con el medio, surge la personalidad. Es a partir de los cinco o seis años cuando se inicia la formación del concepto de cómo lo ven los mayores, compañeros o amigos.
Para el psicólogo Dionisio Zaldívar Pérez, Profesor Titular y Vicerrector Docente de la Universidad de La Habana, los padres y otras figuras de autoridad, como los maestros, son piezas clave para el desarrollo de la autovaloración del niño, quien dependiendo de los mensajes recibidos, reflejará lo que piensan de él y se asumirá como un ser atractivo, inteligente, valioso y apoyado o, por el contrario, como alguien feo, ignorante, desvalorizado y abandonado: “La forma en cómo nos tratan define la forma en cómo nos trataremos”.
Josefina Vilariño Delgado, socióloga de la Universidad de La Habana, opina que “las personas con trastornos de subvaloración presentan poca confianza en su capacidad dentro de la sociedad, tienden a buscar roles sometidos y evitan las situaciones donde deben asumir responsabilidades”.
Mónica* hace cinco años que asiste a terapias grupales para las personas con poco afecto a sí mismas: “Vine porque me encontraba en un estado depresivo muy grande. Estaba angustiada y triste. Profesionalmente no era feliz, sentía que algo me perturbaba. En el trabajo era un fracaso, mientras que en el hogar todo iba de mal en peor.”
Un desfasaje en la autoestima trae consigo consecuencias severas como ataques de ansiedad, repentinos cambios de humor, culpas, reacciones exageradas, hipersensibilidad, sentimientos imponentes y autodestructivos. Además, enfermedades psicológicas: la depresión, las neurosis, son rasgos que pueden no llegar a ser patológicos, pero crean insatisfacciones, situaciones de dolor, timidez, vergüenza, temores y trastornos psicosomáticos, según plantea un estudio de la OMS recogido en el libro Psicología de la personalidad.
“Con la llegada de la pubertad y la adolescencia, damos la bienvenida a la sexualidad, a la necesidad de cada joven de encontrarse a sí mismo, de ser aceptado por un grupo cercano. La tendencia va hacia quienes lo aplauden y huye de quienes lo recriminan”, expone la licenciada Geidys Rodríguez Marzo, psicóloga recién graduada de la Universidad de Oriente.
Gisselle Martínez opina que las personas no pueden ser catalogadas como buenas o malas, sino que tienen buenos o malos comportamientos: “La labor de la familia, los amigos y la sociedad, en sentido general, debe ser, simplemente, compensarlos con afecto, apoyo y mediante la comunicación”.
Detrás del espejo
“Pensaba que nadie podía quererme. Un niño abandonado se sentiría más amado”, comenta Ana Laura* mientras las lágrimas pugnan en sus ojos. Ella, con 23 años, no conocía el amor ni la ilusión del primer beso. La razón era unas libras demás en su cuerpo.
“Cuando era niña sufrí mucho, lloré siempre en silencio y a escondidas. En la escuela gritaban cosas horribles, las risas de quienes se creían perfectos me atormentaban constantemente. Le temía al ridículo. Prefería estar apartada, en un segundo plano”, manifiesta.
Con el paso del tiempo transitó de niña a mujer, pero su aspecto físico no cambió. Fue una etapa en la que no solo le preocuparon las burlas por ser diferente, sino también, los complejos aumentaron, pues no encontraba pareja. “Mirarme al espejo era una tortura”, cuenta la joven.
“Su valor no está ni en lo que tiene ni en lo que le falta, sino en lo más profundo de su conciencia. La belleza vive dentro de uno, es una luz interior y pocos la pueden ver”, comenta Niurka*, hermana mayor de Anita.
“La autoestima surge en el proceso de aprender quién soy, del trato dado o recibido y del ambiente o comunidad a nuestro alrededor. La subvaloración es una arista del fenómeno. Lo que otros individuos proyectan para conmigo, ciertas necesidades de afecto no cubiertas y lo que yo soy capaz de creer sobre mí, son algunos de los factores de la aparición de dichos trastornos”, expresa la doctora Mayra.
Otras causas, según estudios realizados, pueden ser la comparación con los demás, destacando en éstos las virtudes superiores; así, el individuo siente descalificación por parte de sus seres queridos. Ocurre también por la sobreprotección, pues le está transmitiendo un sentimiento de inseguridad, siente incapacidad de llevar a cabo acciones por sí solo.
Según la propia especialista, existen diversos tratamientos florales para elevar la autoestima: “El más efectivo es la esencia del Crab Apple, una flor que trabaja la desesperanza, pérdida de fe, miedo a la soledad u otras manifestaciones de dichos trastornos. El Manzano Silvestre es una planta de autoconocimiento, ella nos pone en contacto con nuestro verdadero ser, permite el reconocimiento de lo valioso en uno mismo, favorece la propia aceptación”.
En función de lograr excelentes resultados en los tratamientos bioenergéticos, Lianne*, por dos años asidua a la terapia floral en el Hospital Psiquiátrico de La Habana, opina que “debemos tener mucha fe en ellos. Yo, particularmente, la poseo. Recuerdo el primer día, cuando llegué aquí pensaba no tener salida. Hoy siento la mejoría. Todo está en el subconsciente de cada quien”.
La socióloga Josefina Vilariño comenta que en función de desarrollar la autoestima “es significativo controlar los temores, las tensiones, así como los cambios que generan ansiedad. Es necesario convertir las crisis en oportunidades”.
El doctor Zaldívar manifiesta que “algunas posturas o actitudes habituales de la subvaloración se expresan en autocríticas duras y excesivas, las cuales mantienen al sujeto en un estado de insatisfacción consigo mismo; indecisión crónica por temor al fracaso o al deseo innecesario de complacer, pues tiene miedo de perder la aceptación del peticionario y, por último, culpabilidad neurótica”.
Para la doctora Lourdes Fernández Rius, la persona con escasa autoestima actúa a partir del miedo, no de la seguridad. El objetivo fundamental ya no es vivir, sino escapar de la necesidad de hacerlo. En ciertas ocasiones, las cuales califica de extremas, acude a la autodestrucción física mediante el suicidio. En otras, recurre al abuso de drogas estimulantes, bebidas alcohólicas…en fin, a métodos enajenantes.
“Muchas veces, el individuo pone trabas en su tratamiento. Esto en el argot bioenergético lo conocemos como autosabotaje, es decir, él no mejora porque la mente o el conflicto emocional imperante no lo deja”, opina la doctora Mayra Pérez Batista.
Pero Ana Laura decidió tomar las riendas de su vida: “Resolví olvidarme de un pasado de inseguridades y temores. Descubrí el huracán que me tiraba a un lado y era tan solo yo. Hoy miro sin recelos al espejo, la imagen reflejada no me disgusta ni asusta, pues siento la belleza emanar desde mi interior. Fue un triunfo extraño, una curiosa sensación de coraje, resultó difícil y, sin embargo, ahora tengo quien me diga ‘te amo’ y puedo retribuirle el sentimiento”.
La mejor solución contra el abismo
De cualquier parte de la capital llegan personas para ser atendidas. Algunas inmediatamente van al final del pasillo. Otras, esperan impacientes en la entrada. De lunes a viernes, durante casi ocho horas, los profesionales de la dependencia del Hospital Psiquiátrico de La Habana, ubicada en el municipio Cerro, brindan su apoyo a quienes lo necesitan.
“La preferencia por la clínica demuestra que quienes la visitamos solemos encontrar respuesta a nuestro problema de salud”, afirma Rita*, paciente asidua del hospital.
Individuos con un desfasaje en su autoestima asisten a diario a los centros especializados en busca de ayuda terapéutica. “Muchas veces los seres humanos necesitamos expresar nuestros sentimientos, necesario para los psicólogos, pues con la comunicación podemos brindar las herramientas precisas para mejorar. Los fenómenos de recuperación los veo cotidianamente cuando toman conciencia de sí mismo”, comenta la doctora Mayra.
Según la doctora Lourdes, “no existe ningún método farmacológico para enmendar los trastornos. La baja autoestima no se resuelve con pastillas. El primer paso es aceptar la necesidad de ayuda, aquí desempeña un papel fundamental la familia. Después, asistir al profesional terapéutico, pero el mejor tratamiento lo tiene uno en sus manos: crecer desde el punto de vista emocional. El abismo tiene salida, solo hay que tener fuerza para encontrarla”.
*Los nombres de los pacientes fueron cambiados para respetar su privacidad.
Recuadro
Los remedios del Doctor Bach
Los orígenes de la terapia floral se remontan a la antigua China. De Occidente solo hay breves menciones sobre los relatos de filósofos como Platón y Sócrates, quienes en sus días de meditación buscaban en el rocío de las flores, alivio para los estados emocionales en desequilibrio.
Pero no fue hasta el siglo XX cuando el Doctor Edward Bach (1886-1936) se propuso fundar una medicina sencilla, rigurosa, humana y espiritual, en la cual reserva el lugar principal al propio paciente. Para él, la idea era que cada ser humano podía dirigir su proceso de curación como un camino de crecimiento personal. Comprendió que la medicina convencional despreciaba las características del individuo y fijaba su atención en los síntomas de las enfermedades. “Tratar al paciente, no a la enfermedad”, era su lema.
En las investigaciones realizadas para crear vacunas comprobó la validez de una ley: “Igual con igual se cura”. Así decidió estudiar las plantas, en especial, las flores. Para extraer las sustancias de las mismas utilizaba un método curioso: las colocaba en una bandeja con agua y las ponía bajo el sol, así la energía sutil de estas pasaba al preciado líquido. En total reunió unas 38 esencias, algunas de las más conocidas son la verbena, la violeta de agua, el sauce, la rosa silvestre y el roble.
Esos tratamientos fueron reconocidos en 1976, pero, desde su creación hasta nuestros días, han sido utilizadas en Inglaterra y otros países de Europa como España, Francia y Alemania, mientras que a América Latina no llegó hasta el año 1970.
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