Su Santidad Juan Pablo II en su histórica visita al Parlamento italiano dijo” el hombre vive de una existencia auténticamente humana gracias a la cultura. Es a través de la cultura que el hombre llega a ser más hombre, accede más intensamente al ser que le es propio”. De esta declaración desciende inmediatamente que servir a la cultura significa sobretodo alimentarla en este proceso que es dinámico y libre. No es casual que todos los regímenes totalitarios hayan tenido y tengan que defenderse de la cultura, controlándola, esterilizándola, censurándola, homologándola y finalmente suprimiéndola. Para quien odia la libertad no hay nada más insidioso que el aspecto más importante de esta, que es la creatividad...
El bien cultural, de hecho, está generalmente asimilado a un objeto y además, lo es en efecto.
Palacios, residencias, lugares de culto, monumentos, decoraciones, archivos, etc. Son objetos para todos los efectos materiales y por lo tanto mensurables. Además son objetos que adquieren su valor por lo que significan y por como lo significan.
Muy a menudo tiende a prevalecer la atención al objeto como bien material y mensurable, formalmente describible y catalogable, y a valorar menos el significado que dicho bien lleva consigo. El resultado es que se tiende a administrar los bienes culturales como una cosa preciosa, pero sin comprenderlo hasta el fondo y sin hacerlo comprender.
Es más de esta forma se tiende a crear una separación entre el bien y el pueblo (por ejemplo, los visitantes) porque si se expone, se hace de forma que “aisla” el bien de un contexto que le aporta significado y lo describe de forma exclusivamente formal, por lo que se vuelve muy técnico y especializado, pero sin duda poco comunicativo y comprensible para un público genérico.
El Bien Cultural es la expresión de la identidad de la historia de la que se deriva, en la que cada ciudadano se encuentra inmerso, ya que forma parte de su historia, de su propia identidad.
..Un método para la valoración
Valorizar un bien cultural significa hacerlo participable; y hacerlo participable tendencialmente a todos.
¿Cuál es el modo más simple en que ocurre la participación de la humanidad?
Esto significa que en el presentar un bien cultural nosotros privilegiamos siempre en hacer emerger la identidad del hombre o de los hombres que han contribuido a realizarlo. Esto introduce al visitante en un mundo diverso pero también familiar. No hay nada más familiar, de hecho, que encontrar la historia de otro hombre.
Esto no significa aplanar la obra de arte que tiene su autonomía en un biografismo que a su vez puede volverse una nueva forma de historicismo absoluto.El encuentro con otros hombres tiene además el sentido de introducir la obra en la tradición de la que ésta surge, que es siempre tradición viva, tradición humana...
A menudo a la salida de museos o muestras se distribuyen cuestionarios relacionados al recorrido hecho, para verificar el índice de aceptación. Llama la atención notar que siempre las preguntas tratan sobre aspectos secundarios (servicios, adornos, disposiciones, etc.) nunca sobre el objeto preciso del acontecimiento, sobre su asimilación; no se verifica si el encuentro ha sucedido en efecto.
De acuerdo a ello el mejor modo para plantear la organización de un museo, de una muestra, de una visita a una residencia histórica es la de adoptar una estrategia narrativa.
Lo que interesa utilizar es la imagen de los efectos que la narración produce en el hombre. Cada uno de nosotros se siente atraído inmediatamente por la narración de una historia. Es justo en la índole humana participar inmediatamente de una historia y participando sentirse unido a otros.
¿Cuáles son las ventajas concretas de la adopción de un método narrativo para la valoración de los bienes culturales?
· La primera es elemental: historias que contar a cada pueblo, aunque no tenga un grandioso y cuidado patrimonio cultural. Se puede contar la historia de una ciudad sirviéndose de las innumerables historias que la han entretejido y que nos han hecho “ver” su identidad. No es raro que las más recientes definiciones de bien cultural contemplen también entre los bienes aquellos inmateriales, tradiciones, leyendas, costumbres, etc.
· La segunda ventaja es que obliga a puntar sobre el significado. Una narración es tal porque tiene un sentido. Se puede contar una historia sólo si hay un inicio y un final, una dirección que establece un recorrido que es sucesión significativa de acontecimientos. Sobre este punto es necesario reconocer que se debe dominar la técnica narrativa, de lo contrario se corre el riesgo de plegar la comunicación cultural a recorridos caprichosos o banales. Así una narración de calidad siempre tiene algo que decirnos a todos...
·La tercera ventaja está representada por el hecho que la narración es el método en absoluto más comunicativo y lleno de significados. Una historia puede ser seguida y de cualquier modo comprendida por cualquiera que conozca la lengua en la que ésta es contado, convirtiéndola en asequible para todos. Cada uno puede encontrar entonces algo para sí, sea el hombre culto o refinado, sea el joven no formado todavía, sea la persona sencilla, culturalmente poco preparada.
·Hay una última ventaja que motiva la elección de un método narrativo, y es de naturaleza estrechamente comercial. Si se elige organizar la valoración de un patrimonio cultural a través de este método, se puede tener a disposición una determinada gama de historias que contar. Esto significa que el mismo visitante puede regresar al mismo museo encontrando algo nuevo a distancia de un breve período. Este es un elemento diferente de la oferta cultural que no debemos descuidar. A menudo las instituciones culturales más notables son también las menos visitadas por los residentes, los cuales mantienen vagamente en la memoria huellas de alguna visita hecha cuando asistían al colegio. A medida que un museo u otro lugar cultural se vuelven lugares de producción cultural permanente, ciertamente aumentan su atractivo y por tanto sus ingresos.
Por lo que se refiere a la relación con las otras funciones de las instituciones culturales, cada institución dedicada a los bienes culturales tiene que diversificar sus funciones que son de tutela, de búsqueda y de valoración. Desarrollar una metodología para la valoración no sólo no excluye, sino que presupone una fuerte unión con las otras funciones de las que se complementa. No se trata de transformar el Turismo Cultural en “carruseles” mediáticos sino en recorridos significativos, sugestivos y formativos, sobretodo por que están inspirados en la conciencia humana y científica del valor que se quiere hacer conocer.
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