sábado, 17 de diciembre de 2011

UN HERMOSO RECUERDO

Alejandro Chataing: El Arquitecto de la tradición caraqueña


Sin lugar a dudas, los sectores, los espacios y las construcciones dispuestas en ellos, son parte significante de nuestra vida y de nuestra cotidianidad. En Venezuela, pasados los dos primeros siglos de la conquista, y luego un tercero de destrucción masiva de la ciudad “del cogollo criollista”, las proyecciones de los espacios urbanos se han manejado desde una visión progresista con tendencia a despreciar lo antiguo. Una mirada siempre hacia adelante, de espaldas al pasado, ha dominado la escena de las construcciones sociales en el transcurrir del tiempo. Es así que la faz citadina de nuestro país ha variado considerablemente de un siglo a otro construyendo, destruyendo y volviendo a construir sobre las ruinas de una identificación espacial y espiritual apenas lograda. Destruidas y olvidadas las referencias materiales y con ellas también las subjetivas, nuestras incipientes raíces quedan demasiado débiles como para sujetarse. Y bajo este frágil contexto, un perenne desarraigo nos amenaza con una suerte de desamor hacia lo que nos identifica, hacia lo nuestro.
Después de terminar la guerra, lo que queda no es sólo una paz contenida, sino desolación y total deterioro de las principales ciudades venezolanas. “Caracas aun mantenía su perfil chato y aldeano” con una arrolladora burguesía en ascenso. Antonio Guzmán Blanco llega para llenar el vacío de la destrucción citadina transformando a Caracas, principalmente, en un espacio renovado, en el que, la imitación del esplendor parisino está a la orden del día. Nuevas edificaciones se alzan sobre las viejas dejando emanar un desprecio hacia el pasado colonial y admiración de lo extranjero. Como lo dice el sociólogo y urbanista venezolano Silverio González Téllez: “Las nuevas formas dominantes, esta vez francesas, vuelven a revestir y adecentar la ciudad desnuda para darle aquel aliento de falsa seguridad que olvida la culpa de su “inferioridad” (González Téllez, 2005:82).
Muere el grito de igualdad y libertad que enarbolaba Ezequiel Zamora y con él, la humildad de la identidad nacional que comienza a difuminarse. Ahora en su lugar, llegaba la imitación de un estilo impropio y de un lujo que disimulaba la decadencia europea. La más fiel copia de las edificaciones parisinas vinieron a apoderarse, una a una, de las esquinas, plazas y antiguos conventos y monasterios de la Capital, para así estar más cerca de la “intelectualidad”, el “progreso” y la “civilización”, como era el gusto de Guzmán Blanco.
De ahí que se encomienda a ilustres profesionales la construcción de la nueva “Cara de Caracas”, que implicaba la renovación del viejo estilo de la colonia a costa de desaparecer toda la tradicional arquitectura aldeana y religiosa que cubría, generalmente a Venezuela y, específicamente a Caracas. Guzmán Blanco ordena la demolición de varias edificaciones para construir obras más modernas y adaptadas a las nuevas corrientes de pensamiento: Teatros, Arcos, Escuelas de Bellas Artes, Casas Militares, Bancos, Mercados, Recintos Políticos y deslumbrantes viviendas.
Templo Masónico de Caracas (1876), ubicado entre las esquinas de Jesuitas a Maturín, Parroquia Altagracia
Primero fue el arquitecto General Juan Hurtado Manrique (Caracas, 23 de Enero 1837 - 17 de Julio 1896) -cuyo rango fue obtenido al combatir en la Guerra Federal entre los años 1859 y 1863-, encargado de llevar a cabo dichos cambios entre mediados y fines del siglo XIX.  A partir de 1870 inicia sus actividades como arquitecto al servicio del gobierno de Guzmán Blanco. Proyecta y construye la nueva fachada norte de la Universidad y, a continuación el del edificio del Museo Nacional, ambos con un marcado estilo neogótico. Remodela el Palacio de Gobierno, (Casa Amarilla) y diseña el Templo Masónico. Asimismo realiza las primeras canalizaciones hidráulicas y dirige la construcción de algunos puentes de mampostería sobre las quebradas de Catuche y Caroata, proyectados por él y otros ingenieros. Diseña la Santa Capilla, imitando a la Santa Capilla de París; también la capilla de El Calvario y la de Nuestra Señora de Lourdes, esta última modificada más adelante. Durante varios años estuvo a cargo del proyecto y los trabajos de las fachadas del mercado de San Jacinto, construido sobre las ruinas del antiguo convento del mismo nombre (hoy plaza El Venezolano), que mandó a demoler el Ilustre Americano, como se sabe, a raíz de la rencilla radicalizada con el esfera religiosa del país: por ejemplo, cuando los decretos de exclaustración de Guzmán Blanco de 1872 y 1874 se hacen efectivos, o cuando los decretos de total extinción de las congregaciones religiosas en todo el país secularizan Caracas.

Similar sucede con el origen del la basílica de Santa Teresa, originalmente llamada de San Felipe Neri y posteriormente de Santa Ana y Santa Teresa (La fachada oeste está dedicada a Santa Ana y la fachada este a Santa Teresa), según dicen, los dos nombres de la esposa de Guzmán Blanco, Ana Teresa Ibarra, a quien en su honor encarga esta obra. Para Leszek Zawisza, en La Crítica de la Arquitectura de Venezuela durante el Siglo XIX,
A pesar de haberla  proyectado por etapas, Hurtado Manrique logró unificar sus volúmenes y formas en un conjunto armonioso (...). Estamos evidentemente en presencia de una obra monumental, que tuvo dos inauguraciones: Una civil y otra religiosa, para la cual era necesaria la reconciliación de Guzmán Blanco con el obispo [i].
Esta basílica fue erigida sobre la esquina de San Felipe, en el mismo lugar donde se hallaba el antiguo Oratorio Arquidiocesano de Caracas San Felipe Neri, un sencillo templo fundado por el bien recordado Padre Ramón Palacios y Sojo. Esta  construcción fue autorizada por El Cabildo Eclesiástico de Caracas en el año 1763, y allí funcionó por años la primera escuela de música de Caracas conocida como la Escuela de Chacao, de la que egresaron reconocidos músicos de la talle de Lino Gallardo, Juan José Landaeta, José Antonio Caro, Juan Bautista Olivares, Pedro Nolasco Colón y Ambrosio Carreño, el primero de la dinastía musical de los Carreño.
Hacia finales de siglo, el joven ingeniero Alejandro Chataing se une como asistente a Hurtado Manrique. El hombre que despierta su pasión en la materia. Trabajan juntos en varios proyectos al tiempo que Chataing va consolidándose como arquitecto. Esos son los años que comparte intereses con sus colegas, los arquitectos Rafael Seijas Cook, García Maldonado, Carlos Guinand, Juan Trivella y Manuel Mujica Millán. Y es también el tiempo en el que se constituye pionero en la construcción de obras en concreto armado, ya que realiza la primera construcción del país bajo esta modalidad: El Estanque del Parque El Calvario.
Guzmán Blanco sale temporalmente de la escena política y al regresar, durante su segundo mandato (1879 a 1884), construye el teatro Guzmán Blanco (Hoy Teatro Municipal), El Capitolio y muchas otras obras. Al caudillo lo suceden varios presidentes, algunos por períodos muy cortos. Después del segundo período de Joaquín Crespo como presidente (1892 a 1898), llega al poder el General Cipriano Castro (1899 a 1908), quien continúa emulando los atrevidos proyectos urbanísticos del Ilustre Americano: “afrancesar” Caracas era uno de los objetivos de su programa de gobierno.
Mercado de San Jacinto
Manteniendo esta idea, contrata a un conocido arquitecto de oficio para elaborar algunas obras puntuales. De oficio porque en esa época no se estudiaba la carrera de Arquitectura, sino la de Ingeniería en la ambicionada Universidad Central de Venezuela; y los conocimientos que se lograban obtener de esta disciplina se adquirían por cuenta propia, bien sea de forma autodidacta o como aprendiz en cadena. Alejandro Chataing entra, como comentamos más arriba, en este ámbito. El "gran constructor del régimen de Cipriano Castro” como se le ha conocido, -aún cuando Guzmán Blanco también le encarga importantes obras-,  egresa de la Universidad Central de Venezuela como Doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas. Posteriormente se inicia como Ingeniero en el Ministerio de Obras Públicas dedicándose a la práctica de la ingeniería y la construcción. Se inclina por el diseño, los detalles, la estética de las edificaciones. Su agudo sentido creativo lo introducen en los proyectos de arquitectura acercándose como alumno al ya reconocido arquitecto de trayectoria, Juan Hurtado Manrique. Para entonces era un joven de alrededor de 20 años. Había nacido en Caracas el 24 de febrero de 1873, único varón de Don Luis Chataing y Doña Margarita Poleo de Chataing, quienes además concibieron dos hijas, Julia y Luisa.
En 1894, él y Hurtado Manrique ganan el Primer premio del Concurso para el proyecto de las fachadas del Mercado Municipal de la Plaza de San Jacinto, en Caracas. Cosa que lo impulsa a dedicarse de lleno y seriamente en el oficio de arquitectura. Un año más tarde construyen juntos en las pendientes de El Calvario el Arco de la Federación, y el 4 de Julio de 1903, el Ministerio de Obras públicas abre un concurso para presentar los proyectos y presupuestos de la construcción del edificio sede de la Academia Militar de La Planicie, cuyo ganador fue el presentado por el ingeniero Alejandro Chataing y el arquitecto Jesús María Rosales Bosque. Chataing y Rosales Bosque comienzan la construcción el 4 de Enero de 1904, y el 4 de Abril de 1906, Chataing comunica al Presidente Castro la conclusión de la obra faltándole solo pequeños detalles, como por ejemplo la pintura. Al respecto dice el ingeniero Chataing:
"El edificio ha quedado como hecho de un solo bloque de Granito, pues es una masa de mampostería y hierro, ha quedado como Debería de quedar, es decir, desafiando con su solidez las injurias del Tiempo y con la majestad del pensamiento moralizador que representa, las injurias de las pasiones, para servir ante la posteridad del solemne testimonio” 
PANTEÓN NACIONAL. Reforma 1910-1911 por Ing. Alejandro Chataing
Este edificio es decretado el 5 de Julio de 1910 la Academia Militar de Venezuela; posteriormente pasa a ser Ministerio de la Defensa el 26 de Marzo de 1950, y finalmente en Museo Histórico Militar el 15 de Mayo de 1981 hasta la fecha.
Cuatro años después, el ingeniero Chataing es seleccionado para reformar y realizar obras de ornamentación del Panteón Nacional, así como la modificación de su fachada y una reforma completa de la decoración interior del edificio. En un informe del Ministerio de Obras Públicas, se describen las características de la obra de esta manera:
"Después de ejecutar la reparación completa de todas las armaduras y cubierta de los techos, se procede a modificar la fachada tratando de imprimirle mayor carácter a su arquitectura, armonizando sus diferentes secciones, y pintarla con un tono apropiado al destino de la obra y a su situación con respecto a los edificios vecinos".
En Abril de 1904, el General Castro le compra una casa al Dr. Julio Torres Cárdenas ubicada en el Paraíso para ser usada como vivienda presidencial, y le encarga a Alejandro Chataing su reacondicionamiento en el año 1905. A partir de aquí la rebautizada como Villa "Zoila" en homenaje a la esposa del Presidente Castro, Doña Zoila Rosa Martínez. Complaciendo los antojos del presidente, con participación del pintor Antonio Herrera Toro y del escultor catalán Miguel Ángel Cabré, comienza Chataing a construir el 23 de junio de 1904, el muy neobarroco Teatro Nacional, que terminaría un año después, exactamente el 11 de junio de 1905. Asimismo remodela la Escuela de Artes y Oficios, y diseña la Casa de Baños en El Valle.
Para el año 1906, proyecta la construcción de un lazareto -especie de recinto apartado donde se trataban a los enfermos de Lepra- para la isla de La Providencia (franja de tierra ubicada en el estrecho del Lago de Maracaibo). A partir de 1939 el lazareto pasó a llamarse “Leprosería Nacional "Isla  de Providencia". También proyecta el Arco de la Restauración que finalmente no será construido y refracciona el edificio que pertenecía a las monjas Carmelitas Descalzas para convertirlo de oficina de la Tesorería a “Palacio de Hacienda” en la actual esquina de Carmelitas. La Congregación de las Carmelitas Descalzas fue prácticamente echada a la calle a raíz del decreto Guzmancista de 1874. Ese año fue reformado el convento casi en su totalidad, y luego vuelto a reformar en 1906 por el ingeniero Chataing, convirtiéndose en el Ministerio de Hacienda y Crédito Público para, finalmente, transformarse en el contemporáneo Banco Central de Venezuela. Muy parecido a lo que le sucede al antiguo convento de las monjas de las Concepciones (hoy esquina de Las Monjas), fundado en 1636. Esta remota construccion desaparece en tiempos de Guzmán Blanco para construirse el llamado Palacio Federal Legislativo, la Alta Corte de Casación y los ministerios del Interior e Instrucción Pública. Al año siguiente se encarga de integrar el Palacio de la Gobernación con el Cuartel de Policía anexo.
Entre las obras arquitectónicas realizadas por Chataing destacan también: la Biblioteca Nacional (o Museo Bolivariano) en la plaza Bolívar (1910), el Archivo General de la Nación (1912) y, en colaboración con Luís Muñoz Tébar, realiza el Arco de Carabobo inaugurado por Juan Vicente Gómez en 1921 y una de las obras más significativas de la época: la construcción en 1919 de la plaza de toros Nuevo Circo de Caracas.  Asimismo culmina las iglesias Corazón de Jesús y Siervas del Santísimo Sacramento en Caracas, más el templo de San Agustín del Sur.
Además de las prolíficas construcciones religiosas, concibió los cine-teatros Ayacucho, Capitol y Princesa (el posterior cine Rialto frente a la plaza Bolívar); el First National City Bank (esquina de Sociedad) y el Banco de Venezuela de la avenida Universidad. Construyó asimismo la residencia Las Acacias de la familia Boulton (hoy sede del Comando de la Guardia Nacional), y trazó el diseño del hotel Miramar en Macuto, el cual le hizo merecedor de un reconocimiento en 1928, mismo año en el que fue inaugurado “fastuosamente” dicho Hotel, un día domingo 1 de abril. Ese día, la crónica de la época divulgó:
Venezuela cuenta hoy con un hotel de lujo el primero en la materia y el que abre caminos de franca enseñanza a todos los instalados en el resto del país. En lo referente al concepto clásico del confort moderno, el Miramar es algo extraordinario. En el Miramar nada falta: solidez del edificio, arquitectura inolvidable por sus exquisitas formas y medidas, mobiliario en parangón con los últimos casinos ultramarinos, billares', como el faut 'mezquitas de gran belleza con salones exclusivos al afeite y servicio de secretaire de damas, piscinas, campo de tenis, cocina a cargo de los campeones del cordonblue, frigoríficos, cavas, servicio telefónico, en 80 dormitorios con igual número de baños adyacentes (…). El Miramar, -continúa la crónica- museo de comodidades, trae a los venezolanos, cuyos medios de fortuna impide gozar de esparcimientos elegantes en las playas europeas, las exquisiteces de tal establecimiento”.
El director administrativo del establecimiento, señor Siebenthad, dio por inaugurado el recinto levantando su copa de champaña para brindar por el Benemérito general Juan Vicente Gómez, presidente de la República y dueño del hotel.
“Fue tanta la conmoción, que en los días posteriores hubo que dar puerta franca para que el público entrara a admirar sus instalaciones, 'quedándose boquiabierto', con la belleza, lujo y el confort incomparables. Tan grande fue la curiosidad, que al tiempo los huéspedes pidieron a la gerencia que eliminara la puerta franca para ellos poder disfrutar de las instalaciones.
Hoy es un viejo de luengas y mohosas barbas que, herido de muerte por el abandono, agoniza frente a su eterno compañero: el mar
Alejandro Chataing murió prematuramente en Caracas, pocos días después de la apertura del magnánimo Hotel Miramar, el 16 de abril de 1928. Tenía 54 años de edad.

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