domingo, 15 de enero de 2012

Tratar de transformar el metal en oro, como pretendían los antiguos alquimistas, hoy en día sigue siendo un desafío utópico, y es que, puedes tener la herramientas, incluso saber paso a paso que debes hacer para que tus clientes se vayan satisfechos, tener técnicas para mejorar el servicio con todo tipo de clientes, pero finalmente, si no tienes actitud de servicio, nada de esto te servirá para nada.
Vivimos en un país donde el servicio es realmente importante, tenemos todo tipo de personas que a diario se dedican a prestarnos todo tipo de servicios, desde los más básicos como limpiar coches, llenar las bolsas en el súper, despachar la gasolina,  hasta los más evolucionados como pueden ser cientos de empresas cuyo principal fuente de ingresos se basa en una actividad que tiene que ver con prestar servicios a alguien que los necesita.  Y cuando digo básicos, no quiero decir que sean menos importantes, sino que a veces no nos damos cuenta de la comodidad que nos generan y sólo porque son sencillos les quitamos importancia. Trabajos estos que en muchos casos en Europa ya ni existen, aún recuerdo cuando vivía en España, si querías echar gasolina a tu coche tenías que bajarte tu mismo y echarla, no había quien por una módica cantidad te lavara tu coche a domicilio, ni mucho menos quien te ayudara a meter tu comida en bolsas, ni gente que te ayudara a cargar tus maletas ni nada por el estilo.
Sin embargo, según estudios recientes la calidad del servicio que prestan actualmente las empresas privadas en México no supera el 6.5 en satisfacción al cliente y es que aunque damos servicio, este no es bueno.
Inmediatamente, me empecé a cuestionar que fallaba para que la gente que trabaja en profesiones donde está implicada la atención al público no atendiera bien. Al principio pensé que quizá el incentivo económico no era suficiente para hacer bien este trabajo, pero entonces me di cuenta que hay gente que gana mucho menos y a pesar de eso dan servicios impresionantes. Luego, pensé quizá es que el problema estaba en la percepción temporal del trabajo y por eso no hacían bien su trabajo, pero después de todo conocí gente que a pesar de que saben que no es el trabajo de sus vidas lo hacen increíblemente bien. Y finalmente, me di cuenta, que cuando evaluaba la atención que prestaban los trabajadores de esta empresa con la estuve colaborando, me di cuenta que después de todo, la única diferencia entre los que daban un buen servicio y los que no, no radicaba en si presentaban o no, si solucionaban el problema o no, si sonreían, saludaban y se despedían del cliente, eso finalmente no era lo más importante; lo único que los diferenciaba era finalmente, su actitud de servicio. No quiero decir, con esto que las capacitaciones para mejorar el servicio a clientes no sean útiles, claro que sirven, pero se necesita también tener este básico, es cómo el principio activo de una fórmula, sin el cual la fórmula no funcionaría.
Y entonces surge la pregunta de qué es la actitud de servicio y así la defino yo: la actitud de servicio no es estar por debajo del otro, como a veces muchos piensan, la actitud de servicio es el vivo reflejo de muchos otros valores que brillan en las personas que la tienen, respeto, responsabilidad, ganas de hacer el bien y de hacer las cosas bien, generosidad, sabiduría, sencillez, entre muchas otras y  pues como dice el dicho, con el cual cierro este artículo, quien no vive para servir no sirve para vivir. ¿Y tú tienes actitud de servicio?

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